Como ficción resulta una gran historia, con un tremendo misterio, muy verosímil, con su dosis de denuncia a la burocracia española, a los caprichos en el mundillo del arte y a la ineptitud de un grupo de funcionarios del Estado. Pero como sabemos que es cierto, todo este asunto resulta fascinante, acojonante -para ponernos en contexto geográfico- y, claro, increíble.
Y lo que ha hecho Juan Tallón en este libro, la manera que eligió para contar esto, terminan por redondear la maravilla.
En abril de 1987 el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, a través del Ministerio de Cultura, le compró una obra al estadounidense Richard Serra, un tipo cascarrabias y muy interesante que es considerado uno de los más importantes escultores vivos y al que se le circunscribe dentro de la corriente del minimalismo. Pero que no se crea que por minimalistas sus obras sean pequeñas o discretas. El trabajo de Serra es monumental: acero, enormes dimensiones, formas, equilibrio de grandes láminas o piezas de acero. Materializar sus esculturas y moverlas por el mundo empujó al desarrollo de técnicas tanto en las acerías como entre las empresas que se ocupan del traslado de arte de un país a otro, de un museo a otro… La obra que hizo para el Reina Sofía pesaba -en su conjunto- 38 toneladas y se llamaba Equal-Parallel / Guernica-Bengasi.
En realidad debería escribir “se llama”, porque todavía existe… A su manera.
Un día, en medio de un proceso de inventario y revisión del catálogo del Museo tras la llegada de una nueva directora, en el Reina Sofía se dieron cuenta de que la obra de Richard Serra había desaparecido: no sabían dónde estaba o -mejor dicho- no estaba donde ellos se acostumbraron a creer que estaba. 38 toneladas de acero, esfumadas.
Y aunque intentaron ocultar la situación con la esperanza de que “apareciera” mientras tanto, el dato se filtró a la prensa en 2006 y se desató el escándalo.
Juan Tallón, a quien hay que contar entre los escritores más destacados en el panorama actual -autor de “Rewind” y “Salvaje Oeste”- se quedó con este caso haciéndole ruido en la cabeza cuando se dio la noticia. En 2009 visitó el Museo -si le creemos, en compañía de su colega César Aira– y allí decidió que tenía que escribir la historia de la desaparición de Equal-Parallel / Guernica-Bengasi con todo su misterio. Pero era demasiado: la realidad superaba todo. ¿Cómo se cuenta algo así?
Se documentó, recogió testimonios, luchó por conseguir acceso al expediente del caso, leyó esto y lo otro y solo 10 años más tarde dio con la respuesta: armó “Obra maestra” (Anagrama, 2022) sin un narrador principal, hizo una novela “coral” en la que encontramos 73 voces -incluida la del autor contando su proceso- y con esas 73 visiones del caso, cada una aportando algo, encaminando la pesquisa, disparando hipótesis, explicando la trayectoria y concepción artística de Serra, tejiendo los hilos de los hechos reales con las suposiciones, dándole presencia a los involucrados y a los mirones, evidenciando un absurdo difícil de imaginar y con un delicioso manejo del humor, logró ponerle punto final a esta obsesión.
“Estoy segura de que aparecerá antes o después, a lo mejor no entera, ni en el lugar que podría sospecharse. Es demasiado grande. No puedes ocultar o hacer desaparecer algo de semejante volumen sin dejar pistas”, le hace decir Tallón a Ana Martínez de Aguilar, entonces directora del Reina Sofía.
Y así va reforzando una idea que ya anida en el lector tras las primeras páginas: tiene que haber un rastro. Pero cada nueva posible explicación termina en un callejón sin salida.
Desde 1990 la obra de Serra no se exhibía: se mandó al depósito de una empresa muy prestigiosa especializada en manejo de arte, que a su vez terminó -en 1998- embargada por el propio Estado español y al ser ocupadas las instalaciones de la compañía, no quedó en ningún registro la presencia de la escultura que -no hay que olvidar esto- desmontada era un conjunto de enormes, gruesas y pesadas láminas de acero.
Todas estas voces no se leen como un informe: semejante cosa habría acabado con la novela. Tallón echa mano de la gran licencia que permite la ficción: hay personajes que son reales pero bien podrían no serlo y personajes inventados que parecen tan de verdad que te lo crees todo. Y más cuando dicen cosas así: “El café que tomas a medida que te alejas de Madrid te recuerda que en Madrid, en general, no se bebe café, sino otra cosa. Otra cosa que no tiene perdón. Ni nombre”.
“Es que esta novela tiene un solo personaje: la escultura. Bueno, quizá su creador también. Todos los demás no son exactamente personajes, son voces que prestan testimonio del personaje principal de la novela. O sea: la escultura es la que genera esa música común, la que une todo”, explicó Tallón en una entrevista publicada por El Periódico.
Richard Serra tiene su propia idea del destino de su escultura: “Creo que en España hay miles de hombres afeitándose cada mañana con ella, quizá también muchas mujeres se depilen, aunque mi esposa y algunos amigos están convencidos de que está viva y entera, y aparecerá algún día, digamos que después de mi muerte”.
La tentación de creer que las láminas de acero fueron cortadas y vendidas a alguna fundición es fuerte, pero además de compleja, es una operación costosa y escasamente rentable que tendría que haber involucrado a tanta gente y tantos recursos dejando forzosamente muchas pistas y cabos sueltos.
El escultor tiene hoy 83 años y Equal-Parallel / Guernica-Bengasi forma parte de la exposición permanente del Reina Sofía. ¿Apareció? No, pero está ahí. ¿Y cómo? Vayan a leer “Obra maestra” y eviten buscar en Google hasta no haber llegado al punto final de este gran cuento que todavía no termina.