Durante el pasado fin de semana tuve la valiosa y apreciada oportunidad de compartir, analizar, reflexionar y debatir con brillantes personas acerca del ordoliberalismo. Si bien algunos ven al ordoliberalismo como un pensamiento económico, la corriente representa más una doctrina o cosmovisión, que una serie de ideas circunscritas al ámbito de la economía.
A Walter Eucken se le considera el padre del ordoliberalismo, pero habría que sumar tanto a Franz Böhm como a Hans Grossmann-Doerth, quienes son los coautores del llamado Ordo Manifesto de 1936. Se puede considerar a la Universidad de Friburgo como el espacio físico de concepción de las ideas de la doctrina, la cual, paradójicamente, nace y se desarrolla junto con el avance y consolidación del nazismo como contexto.
Al ordoliberalismo también se le conoce como Economía Social de Mercado y puede decirse que sus ideas se acercan más hacia un polo centrista, por lo que queda expuesto a críticas de ambos lados del espectro del pensamiento político-económico.
Resulta imposible describir en apenas un artículo de qué se trata la doctrina. A pesar de ello me permito destacar algunas ideas, para mí fundamentales, del ordoliberalismo. La primera tiene que ver con el ordenamiento en lo fiscal y monetario, la cual seguro tiene como antecedente histórico la hiperinflación alemana con sus respectivos estragos. A este punto también se le suma la importancia que ven en el mercado como mecanismo de fijación de precios y como vía de reflejo de las preferencias de los consumidores. En segundo lugar, la competencia como vía para la generación de prosperidad. El ordoliberalismo busca que ningún actor de la sociedad se imponga uno sobre el otro, sea este el Estado o cualquier grupo económico, por ello estudian y limitan tanto a monopolios como a carteles. Tercero, una política social que esté enfocada a la capacitación del individuo, para que este pueda ser productivo y valerse por sí mismo. Y por último, un pensamiento que va más allá del mercado y que destaca la importancia de la ética y de los valores en la vida social de cualquier país.
Ludwig Erhard es un hombre importante en el desarrollo de la doctrina, quien nos dice:
“El justo deseo de dar al individuo mayor seguridad solo puede cumplirse, en mi opinión, proporcionando a cada uno, con el aumento de la prosperidad general, el sentimiento de su dignidad humana y la conciencia cierta de su independencia respecto a cualquier poder. El ideal que yo sueño es que cada cual pueda decir: ‘Yo quiero afianzarme por mi propia fuerza, quiero correr yo mismo el riesgo de la vida, quiero ser responsable de mi propio destino. Vela tú, Estado, porque esté en condiciones de ello’. El grito no debería ser: ‘¡Estado, ven en mi ayuda, protégeme, asísteme!’, sino, ‘no te metas tú, Estado, en mis asuntos, sino dame tanta libertad y déjame tanta parte del fruto de mi trabajo que pueda yo organizar mi existencia, mi destino y el de mi familia’”.
Erhard, por otro lado, tiene un mérito que debo resaltar de forma obligada. Tuvo la oportunidad de implementar políticas económicas inspiradas por esta doctrina en la Alemania de posguerra, a lo que muchos se refieren como el “Milagro económico alemán”. Su testimonio quedó hermosamente plasmado en un libro titulado “Bienestar para todos”.
Hasta acá no he escrito la palabra libertad de manera explícita, pero su espíritu sobrevuela y acompaña las ideas de cada uno de los párrafos. Prescindir de ella nos anularía como individuos, y de ello los venezolanos podemos hablar bastante, tanto por las amenazas y ataques hacia ella que nos tocó presenciar, como al esfuerzo que hemos hecho por alcanzarla.
¿Es el ordoliberalismo una alternativa para Venezuela?
@HenkelGarcia