Las quebradas se desbordan una y otra vez en algunas localidades del país. Solo en Las Tejerías, estado Aragua, un deslave ocurrido el 8 de octubre causó la muerte de unas 54 personas. Aún hay desaparecidos y no se conoce el tamaño de las pérdidas materiales. Este lunes 17 de octubre se desbordó la quebrada Palmarito, en El Castaño, al norte de Maracay, capital del estado Aragua, donde en la tarde del mismo lunes se reportaron tres fallecidos tras el alud de barro, árboles y piedras de gran magnitud que arrasaron con todo a su paso.
Los ríos y quebradas se han agitado y aumentado su caudal con los aguaceros de los últimos días; pero la razón que provoca los desastres naturales y su impacto en la población, es compleja. Los académicos aprovechan el suceso para recordar que no son las lluvias las que causan las muertes, sino las vulnerabilidades sociales de la población, la falta de datos y educación, así como de planificación. Desde el Estado rápidamente se le atribuyó lo ocurrido en Las Tejerías al cambio climático, pero ni los propios geógrafos, biólogos e hidrometeorológicos se atreven a afirmarlo, pues dicen que “están a ciegas” debido a la ausencia de información ambiental, lo que impide aseverar si los eventos de los últimos días responden a lo planteado por las autoridades.
Venezuela ni siquiera ha adoptado el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, más conocido como Acuerdo de Escazú. Una demanda de ambientalistas para poder encarar los desafíos del cambio climático. Este Acuerdo ha sido ratificado por 12 países de la región, y es una herramienta para la protección del medioambiente y los derechos humanos.
En la zona de Las Tejerías al menos 765 viviendas quedaron destruidas y 1.400 familias afectadas. Un informe de la organización Cáritas Venezuela señala que son grandes las pérdidas materiales, entre las que se cuentan cosechas, locales devastados, un liceo y dos escuelas.
La gestión del Estado, que tiene el rol de brindar educación a la población, así como de destinar los recursos necesarios en investigación científica y actualización tecnológica para las instituciones que se encargan de la prevención y atención de riesgos, es clave; pero los especialistas, quienes han padecido la crisis económica e institucional de los últimos años, dicen que van más de dos décadas donde los proyectos han desaparecido, las estaciones meteorológicas están desmanteladas y la sociedad va de ojos vendados sobre los temas ambientales.
Pero a pesar de lo anterior el licenciado en Geografía y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Freddy Parada, recuerda que en momentos así el rol de las comunidades es fundamental para responder a eventos naturales como las lluvias y pueden ser una luz en el camino, sobre todo, ante un Estado que le ha dado la espalda a temas como el cambio climático o el Acuerdo de Escazú.
La ausencia de información sobre amenazas que existen en una zona convierte a las personas en vulnerables, por eso el especialista apunta a que es necesario que las comunidades estén informadas y que se creen canales de comunicación sencillos y rápidos, buscar estrategias y apoyarse con los liderazgos locales para organizarse y resistir mejor a un posible evento.
El geógrafo explica que una de las estrategias que pueden aplicarse es crear sistemas de alerta temprana, como un sitio de acopio, que sea seguro, un punto de encuentro en un lugar alto y despejado por el que no pasen quebradas. Además, es esencial que la gente conozca las vulnerabilidades locales, como contar con un mapeo social, que les indique, por ejemplo, si en una escalera corre mucha agua cuando llueve, si alguna casa tiene grietas o si en el lugar del botadero de basura se complejizan las cosas.
“Hay que hacer ese mapeo social para la construcción de la realidad del entorno y concienciarlo, ponerlo en evidencia, yo creo que el mapeo social es una herramienta de fuerza dentro de las comunidades y debe ser visible, porque permite conocer el punto seguro y las vías de escape en caso de emergencia”, explica Parada a La Gran Aldea.
En el caso de las precipitaciones se pueden crear pluviómetros locales, marcar líneas de color amarillo que indiquen donde ha llegado la máxima precipitación y que luego la población monitoree cuando caen las lluvias, por ejemplo, cuando alguien nota que se llega al límite recomiendan tocar cacerolas y hacer bulla para que alerte a los habitantes de ir al punto de encuentro. “Eso es organización, lo otro es mejorar las construcciones, pero para todo eso necesitas apoyo del Estado”, dice.
Alejandro Álvarez, biólogo y doctor en Ecología y coordinador de Clima21, recuerda que a pesar de la experiencia con el deslave en el estado Vargas en 1999 más de veinte años después las vulnerabilidades siguen existiendo y peor aún, añade, que la Emergencia Humanitaria Compleja llevó esas vulnerabilidades al máximo. El especialista también coincide en que la crisis en educación ambiental es evidente e inclina la balanza hacia la indefensión en la que vive la población.
Por eso Álvarez insiste en que el problema no es el tamaño del evento, sino las capacidades que tienen las comunidades o el sitio donde ocurre para responder a esto, de eso dependerá que siga siendo una eventualidad o se convierta en desastre natural. Por ejemplo, Haití y Kioto no tienen la misma capacidad de respuesta ante un sismo de igual magnitud. Clima21, una organización que defiende derechos humanos, sostiene que las comunidades empobrecidas, sin programas locales de gestión de riesgos y sin educación de cómo actuar frente a estos eventos van a tener muchos más daños, incluso consecuencias catastróficas.
El doctor en Ecología y coordinador general de Clima21 apunta que hay eventos extremos a los que no se puede responder tan rápidamente, pero en el caso de las lluvias son muchas las estrategias de prevención que pueden adoptarse. Por ejemplo, dice que en Estados Unidos cuando azotó el huracán Katrina tenían diques de protección pero estos no fueron suficientes; ahora, 17 años después, están haciendo diques más grandes. Por eso es clave que la organización sociopolítica venga antes de que sucedan los desastres, como mover personas de un sitio a otro, que haya los recursos preparados, como alimentos y medicinas, de tal manera que sea fácil trasladarlos.
El argumento del cambio climático
El 10 de octubre, en plenas labores de búsqueda, Nicolás Maduro dijo desde Las Tejerías que se trataba de un deslave de gran magnitud como no se había vivido en muchos años en Venezuela, y que “sin lugar a dudas el cambio climático tiene que ver con toda esta perturbación que tienen las lluvias, en el mundo entero, no solo aquí”. Pero los académicos dicen que es difícil afirmarlo, pues el desmantelamiento de las estaciones meteorológicas y las estaciones hidrometeorológicas, que son las que miden caudal de los ríos ha hecho que no se cuente con información para medir y llevar una trazabilidad de lo que es el cambio meteorológico o climático en el país.
“No tenemos una medición climática y para obtener esto necesitas entre 20 y 25 años como mínimo de mediciones día a día. Se requieren de datos limpios midiendo estaciones completas, que te permitan hacer seguimiento a los cambios que se están dando en el ambiente e identificar los hitos. Estamos a ciegas, tenemos proyecciones, pero con estaciones viejas donde no se evidencia tampoco el impacto que esto ha tenido en el ser humano, como no tenemos medición no podemos saber si estos eventos forman parte del cambio climático o de la variabilidad climática o si se trata de un evento extremo y no va a volver a ocurrir”, indica Freddy Parada, profesor de la Escuela de Geografía de la UCV.
Álvarez coincide en que la ausencia de datos impide corroborar la afirmación de Maduro. “Los registros se perdieron por lo tanto no lo podemos saber, pero en todas partes están ocurriendo cambios sucesivos en los patrones de clima y de diversidad biológica producto de un aumento de las temperaturas, sería raro que en Venezuela no estuviera pasando eso”. La opacidad de la información pública se pone de manifiesto en todos los sectores del país, pero además el Estado tiene deudas pendientes como la actualización de su Plan Nacional de Ordenamiento Territorial. El profesor Parada señala que este instrumento debe incluir periódicamente una renovación de políticas públicas que estén a la vanguardia en el mundo, pero en la actualidad ese plan es de 1998 y no incluye conceptos como desarrollo sustentable, ni gestión de riesgos.
O por ejemplo la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos que no cuenta con un reglamento, lo que impide que esta sea realmente efectiva. Pero además el largo historial de información que se ha perdido en el tiempo de decisión o por negligencia hoy hace aún más difícil conocer las causas de algunos eventos. El coordinador de Clima21, Alejandro Álvarez, recuerda que la antigua Alcaldía Metropolitana de Caracas hizo un estudio sobre aludes. “Fue un trabajo completo, extraordinario, cuando se eliminó esta Alcaldía ese estudio desapareció y nunca fue implementado”.
Tras las consecuencias de las lluvias, las labores de asistencia en Las Tejerías quedaron en manos de militares. El Gobierno dividió las zonas de atención en 23 puntos y cada una quedó a cargo de un general como jefe, a juicio de Álvarez en este tipo de situaciones lo que se necesita “es gente preparada, no gente armada”, y agrega que las fuerzas de seguridad pueden tener un rol logístico importante, pero no más allá.
Para los especialistas, la educación que recibe la población es fundamental para saber cómo reaccionar ante las amenazas de los eventos naturales: una comunidad informada es menos vulnerable. Además, repiten que lo que causa las muertes no son las lluvias, sino la poca capacidad y preparación con las que cuenta el país para responder a ellas.