En la aldea
26 diciembre 2024

Venezuela no puede esperar

“Necesitamos líderes opositores que no crean en ‘cantos de sirena’, inteligentes, hábiles y realistas, con experiencia y seriedad suficientes para derrotar las trampas del régimen”. La palabra del autor vaya por delante. Una lectura que merece reflexión, una realidad que arropa a todos los venezolanos demócratas porque “la cita de 2024 es una oportunidad importantísima para actuar en consecuencia, mediante una estrategia exitosa, una organización efectiva”. Y sentencia: “Es la hora de los verdaderos liderazgos que puedan garantizar logros y resultados”.

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Gehard Cartay Ramírez | 04 agosto 2022

El cambio del régimen es urgente, necesario e imprescindible. Venezuela no puede seguir esperando. El régimen chavomadurista no debe continuar. Desde hace ya mucho tiempo está ética y políticamente inhabilitado para seguir en el poder. Su milmillonaria corrupción, sus colosales latrocinios, su entrega a intereses foráneos de la peor especie y sus catastróficos errores económicos, sociales y políticos que han arruinado al país no pueden prolongarse más.

Sería un crimen contra los venezolanos de hoy y de mañana que esta plutocracia depredadora, corrupta e incapaz permanezca en el poder. Nunca, ni antes ni ahora, estuvo calificada para hacer un buen gobierno. Unos irresponsables, golpistas y aventureros, ignorantes y sin formación de Estado, bajo la jefatura de un caudillismo alucinado e insensato, no podían jamás conducir al país hacia el progreso y el desarrollo. Los trágicos resultados están a la vista.

Menos lo han podido hacer sus sucesores, que han agravado en todo sentido la ruina y la destrucción del país, encabezados por alguien que nunca ha tenido conciencia de su papel y a quien solo un capricho ignominioso pudo haberlo puesto en la posición que hoy ocupa. Lo único cierto es que han empeorado el ya nefasto legado dejado por su extinto jefe. La verdad es que ninguno de ellos tuvo moral ni capacidad para intentar siquiera un cambio en beneficio de los venezolanos, mucho menos para ejecutarlo desde el poder. Su signo ha sido siempre la destrucción, nunca la construcción de un país mejor.

“En Inglaterra, a finales del siglo XVIII, William Pitt, con tan solo 24 años, fue primer ministro y estadista notable”

El chavomadurismo ya es una chatarra política inservible e inmoral, que somete al país a una tragedia humanitaria con el único solo propósito de perpetuarse en el poder. No le importan el hambre ni la pobreza que azotan a gran parte de los venezolanos, ni el empeoramiento de sus condiciones de vida, ni el caos de los servicios públicos, ni la colosal inflación que nos empobrece a casi todos. Menos le importa el éxodo de millones de compatriotas, especialmente jóvenes, que buscan en otros países lo que el régimen actual les niega aquí.

El país está hoy arruinado, destruido y saqueado como pocas veces en su historia, desangrándose miserablemente y descapitalizándose en materia de talento y capacidades. Gran parte de ese material humano valioso, que costó muchos años y recursos para formarlo, hoy no tiene otra alternativa que irse, ante la megacrisis nacional, los sueldos de hambre y la falta de oportunidades que ha traído consigo el chavomadurismo en el poder.

Todo esto ya lo sabemos, pero hay cosas que, a pesar de sabidas, no deben dejar de repetirse a fin de que tomemos conciencia y busquemos la solución respectiva e inmediata. Aún proliferan muchos indiferentes y no pocos cómplices, sin faltar los eternos oportunistas. Hay todavía cobardía y temor ante el régimen. Esto hay que cambiarlo cuanto antes. Por lo tanto, nuestras acciones deben estar dirigidas a ese objetivo.

“En Alemania, Konrad Adenauer, a los 70 años de edad, fue elegido canciller en 1947 y sacó a su país de la miseria y las ruinas en que lo habían dejado Hitler y la Segunda Guerra Mundial”

El chavomadurismo ha sucumbido en el poder y por eso están invalidados para continuar ejerciéndolo. Por eso hay que desalojarlos de allí por las vías constitucionales y democráticas al efecto, pues sus adversarios -a diferencia de ellos- no somos golpistas ni creemos en la violencia armada para cambiar regímenes.

Por eso, precisamente, necesitamos líderes opositores que no crean en “cantos de sirena”, inteligentes, hábiles y realistas, con experiencia y seriedad suficientes para derrotar las trampas del régimen. Por eso mismo hay que apartar a los que no han dado la talla. La suma de sus fracasos y contradicciones los incapacita para seguir dirigiendo la oposición democrática.

Ya no tiene vigencia alguna tampoco el reclamo de dejar la solución de nuestra descomunal crisis en manos de los “nuevos”, como si todos ellos fueran honestos y capaces, pensando, a su vez, que los “viejos” o no tan “nuevos” son todos corruptos e incapaces. Tenemos 23 años hundidos en tácticas opositoras equivocadas que, unidas a las prácticas perversas y criminales del régimen, han retrasado en demasía el cambio necesario. Y una generación que se presentó en su momento como nueva, reclamando su lugar y condenando a los liderazgos anteriores, ha envejecido repitiendo y multiplicando errores, dividida entre sí, sin sentido de grandeza, con una escandalosa medianía intelectual y con una absurda falta de madurez, a pesar de que ya no son unos muchachos.

Hay que liquidar ese mito binario y estúpido entre nuevos y viejos líderes. Ni lo nuevo ni lo viejo son garantías de mejores líderes, sino solamente la inteligencia, la capacidad y la honestidad. En Inglaterra, a finales del siglo XVIII, William Pitt, con tan solo 24 años, fue primer ministro y estadista notable; mientras, en Alemania, Konrad Adenauer, a los 70 años de edad, fue elegido canciller en 1947 y sacó a su país de la miseria y las ruinas en que lo habían dejado Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Repito: la edad no es lo importante, sino la disposición de ánimo y voluntad, junto a la honradez política.

“Repito: la edad no es lo importante, sino la disposición de ánimo y voluntad, junto a la honradez política”

Ahora mismo, y por obligado descarte, la única salida inmediata que tiene la oposición democrática es la convocatoria a las elecciones que deberían celebrarse en 2024, independientemente de las observaciones y reservas que se tengan frente a las mismas y el CNE que debe organizarlas. En lo personal siempre he sostenido mi inconformidad con el actual sistema electoral, plagado de todo tipo de irregularidades, y con la integración del CNE, sesgado, sin duda, hacia los intereses políticos y partidistas del régimen.

Por estas dos poderosas razones me cuento entre quienes han exigido y exigen mejores condiciones electorales. Pero de allí a continuar inactivos, desmovilizados y desmotivados hay una gran distancia. Y la cita de 2024 es una oportunidad importantísima para actuar en consecuencia, mediante una estrategia exitosa, una organización efectiva y una motivación contagiosa entre los venezolanos que aspiramos un cambio verdadero, todo ello contando, desde luego, con un candidato presidencial a la altura de las circunstancias, elegido en elecciones primarias organizadas por la sociedad civil.  

La tarea de cambiar a Venezuela no será fácil, por supuesto. Hay que derrotar a quienes ya son una minoría, pero -no nos engañemos- una minoría arrogante, inescrupulosa y corrupta, a la que no le importa Venezuela sino satisfacer sus ansias de poder vitalicio en beneficio de ellos nada más, mientras siguen arruinándonos la vida al resto de los venezolanos.

Es la hora de los verdaderos liderazgos que puedan garantizar logros y resultados, y no una colección de fracasos, como hasta ahora. Hay que apartar a los improvisados, a los que solo piensan en sus intereses personales y a quienes no han entendido la gravedad de esta lucha y del desafío futuro de reconstruir al país, empresa ciclópea que requerirá también grandeza de miras, honestidad y capacidad, como pocas veces en nuestra historia.  

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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