Un texto de 2021 publicado por Viajes National Geographic describe a Puerto Inírida como una especie de paraíso para observadores de aves y amantes de la naturaleza. Dice así: “Inírida es, básicamente, una isla en medio del gran humedal de la Estrella Fluvial del río Orinoco (…) Un lugar sin vías de acceso terrestre y solo con la posibilidad de llegar hasta allí por vía aérea o fluvial, en un viaje de 4 o 5 días en bote”. También dice que se le consideró “erróneamente” zona de guerrillas en el pasado.
Esa es, claro, la versión idílica de un operador turístico. Pero cualquier posible visitante que lea “Eva y las fieras”, de Antonio Ungar, desechará de inmediato la idea de meterse en esa parte de la selva colombiana vecina por el oriente del estado Amazonas, en Venezuela, el lugar a donde va a parar el Orinoco. En esas aguas que atraviesan la selva inicia la novela de Antonio Ungar:
“La bala entró justo bajo la clavícula, pero Eva no sintió ningún dolor. Oyó el ruido de la carne desgarrándose, el ruido de su cuerpo cayendo al foso. Se miró el hombro y no notó nada hasta que el pecho y la espalda empezaron a mojarse. Se preguntó si sería el agua estancada en la canoa, la sintió demasiado caliente”.
Eva, bogotana de estrato alto, joven, enfermera por decisión, se desangra a bordo de una canoa a la deriva, trata de no dormirse, tiene miedo de que los buitres que dan vueltas allá arriba empiecen a picotearla antes de que se muera. A partir de ahí, Ungar -cuentista y novelista colombiano- empieza a contar una singular historia de amor y redención, en un escenario remoto y hostil donde la amenaza no proviene de las criaturas de la selva sino de los hombres que la explotan: las FARC, los paracos, los militares, los corruptos.
Hábil narrador de palabras precisas, mientras hace desfilar a sus personajes y va tejiendo los hilos que los unirán, Ungar traza al mismo tiempo el perfil de la guerra interna que ha desangrado a Colombia. La locación elegida no es azar: Ungar vivió en Inírida entre 1998 y 1999 haciendo trabajo social e investigación como parte de su formación como arquitecto. Y tomó notas. Muchas. Sobre el lugar, sobre las personas que conoció, sobre lo que ocurría. Pero no encontró el tono y la historia y decidió engavetarlas. Hasta que lo que considera el fracaso de los Acuerdos de Paz lo empujaron a retomar el proyecto pospuesto y así nació esta novela corta publicada por Anagrama en el 2021.
La Eva de su ficción llegó a ese confín del mundo huyéndose ella, de su vida desordenada y frenética en Bogotá, de su adicción a las drogas y al alcohol, de lo irresponsable que era en la crianza de una hija sin padre. Convertida en enfermera, enfocó su fuerza en ayudar a otros mientras se ayudaba a sí misma. Y ahí también se encontró con una nueva dimensión del amor con un hombre de ocupaciones siniestras que formaba parte de la maquinaria de negocios turbios de un jefe de paramilitares. Un rumor que se esparció desde la cama del burdel del pueblo torció el destino de todos: habían encontrado mucho oro en un recodo del río que hasta el momento no le importaba a nadie. Y llegaron más paracos. Y los guerrilleros, que eran mayoría en la selva y controlaban el paso hacia Venezuela, entraron en alerta. Y llegó el ejército. Y como todos querían meterle mano al oro, llovieron balas.
Una de esas balas atravesó el cuerpo de Eva. Y mientras agoniza en la curiara y las ambiciones cobran nuevas víctimas, Ungar nos hace preguntarnos una y otra vez si alcanzará a tener la oportunidad de ver crecer a su hija lejos de las fieras que violan, matan y saquean esa tierra que deslumbra y a la que no llega a pertenecer del todo.
Antonio Ungar promete más: esta novela es la primera de una trilogía. En la segunda se ocupará de los actores legales del conflicto y en la tercera de los políticos colombianos que hacen parte -por acción y por omisión- de ese clima de violencia.