Buzz Lightyear ya tiene su película en solitario. También nueva voz, nuevo protagonista. Chris Evans ha heredado el rol que durante 27 años interpretó Tim Allen. En los créditos tras cámaras, la familia al pleno: Pixar, Disney, los mentores (John Lasseter, Pete Docter, Andrew Stanton, Joe Ranft) y Michael Giacchino. También nuevas adiciones: Angus MacLane en la dirección y Jason Headley, Angus MacLane, Matthew Aldrich en el guion. Una historia que retoma pinceladas ya vistas en referencias de la trilogía originaria y alguna serie de televisión; pero que suma a su relato, alguno que otro discurso de la agenda actual. El principal: el acento LGTBQ+ y un primer beso entre personajes del mismo sexo que ha generado revuelo, más aún que el interés que ha despertado el propio film (ha quedado por detrás de Jurassic World: Dominion con 51,0 millones de dólares).
El beso en cuestión ha generado que el film no se exhiba en determinados países, pero también se ha sumado al argumentario que todo marketing reclama para sumar espectadores. Que Egipto, Emiratos Árabes, Indonesia y Malasia entre otros, hayan dicho no al primer viaje en solitario del optimista Buzz, ha dado alas a un film que defraudando en el guion, ha encontrado cobijo en su flanco inclusivo. No obstante, la subtrama que desarrollan el personaje de Hawthorne y su pareja está muy lejos del protagonismo. Como en otros gestos previos de Pixar, el momento del beso representa más un escalón en ese camino. La convicción absoluta aún queda por verse.
Aunque desde los reclamos realizados desde el seno de la industria por movimientos como el #OscarSoWhite, el #MeToo y más recientemente el #DontSayGay, las grandes marcas de Hollywood parecen reticentes a salir del armario en todos sus frentes, al menos sin tanta reticencia. De hecho, la escena del beso había quedado archivada en la sala de edición y restaurada tras los reclamos de sus empleados a Disney en el marco del #DontSayGay.
La presunción de un público objetivo escasamente diverso y de un público secundario exclusivamente heterosexual estaría mandando en esa lenta apertura. Cierto es que Disney-Pixar estrenaron hace muy poco su primer cortometraje totalmente gay: Out (Steven Clay Hunter, 2020) y oficializó una muy peculiar salida del armario. Pero no ha sido suficiente. Considerado uno de los mejores cortos animados de 2020, ni siquiera fue considerado por los Oscar.
Antes, sin embargo, ya hubo un sostenido empeño por mostrar a personajes gays en productos seriados de animación en Los Simpson, South Park, Los Caballeros del Zodíaco, Mazinger Z, Bob Esponja, Steven Universe y más recientemente The Bravest Knight. No son los únicos. Incluso en algunos de vieja data, las revelaciones sobre la sexualidad de sus personajes también han llegado, como en Scooby Doo y su personaje Velma.
El cine indie ha sido más proclive a retratar personajes LGTBQ+ sin temor a perder el favor de sus espectadores, sino por el contrario, aproximarse a ellos sin miedo a arder en las piras de Salem. En 2017, el cortometraje In a Heartbeat de Beth David y Esteban Bravo consiguió 2,5 millones de vistas tras sus primeras 24 horas en YouTube. Con un presupuesto de 14 mil dólares levantados a través de Kirkstarter, el film narra el enamoramiento entre dos adolescentes en su instituto. Antes de In a Heartbeat llegaron Papá, mamá, soy gay (2007) de Libia Ramírez, ¿Y ahora luke? (2010) de Alan Nóbrega, y Orgullo flamenco (2011) de Tomer Eshed. Una vez más, no son los únicos films que desde la animación narran historias con personajes LGTBQ+ como protagonistas.
El año pasado, Flee, film sobre un refugiado afgano homosexual dirigido por Jonas Poher Rasmussen y coescrito junto a Amin Nawab consiguió tres nominaciones al Oscar: Mejor documental, mejor film internacional y mejor film animado. Si bien no se llevó a casa ninguna de las tres categorías; sí consiguió antes el Premio Annie a Mejor Film Independiente y el Premio del Jurado al Mejor documental en Sundance.
Aquello que ha sido un largo camino para la animación, también lo ha sido, -aunque quizá más corto-, para el cómic de superhéroes. Como en el cine dorado de Hollywood, el cómic también contó con su agencia censora: la CCA o Cómics Code Authority. Durante casi todo el siglo XX imperó la prohibición de incluir personajes LGTBQ+ en tanto se consideraba al cómic como un producto para el consumo infantil. Una infancia heterosexual que no podía ser sometida a mensajes a contracorriente con la norma. Las constantes referencias a su sexualidad a personajes tan relevantes para la industria como Batman y la Mujer Maravilla han sido sorteadas durante décadas, con mayor empeño en asegurar la heterosexualidad del hombre murciélago que de la poderosa amazona. Cuestionar la sexualidad de un superhéroe consolidado es casi tan temerario como cuestionar la sexualidad de Mickey, Donald o Woody: algo que no pareció ser un grave problema para Bugs Bunny y otros personajes de Looney Tunes (Warner Bros.).
Al igual que en el cine animado y el cine en general, el cómic más indie o las colecciones paralelas de las grandes marcas, dieron la bienvenida a personajes LGTBQ+. Desde The Watchmen, pasando por los Jóvenes Titanes hasta llegar a Doom Patrol hay mucho que contar o al menos enumerar un sinnúmero de intentonas dejando paso a un nutrido grupo de personajes, villanos o heróicos que exploraban la transexualidad. En general, la sexualidad de los superhéroes y supervillanos es la mar de las veces un complejo entramado de sugerencias y posibilidades desarrolladas pero no del todo claramente visibles. Ya casi al cierre del siglo XX, con la llegada de Gregorio De La Vega, alias Extraño (Millenium) y posteriormente Midnighter y Apollo (The Authority) comienza a mostrarse un cambio de actitud frente a las relaciones homosexuales dentro de los personajes del cómic. Un comportamiento que comienza también a ser transversal en las diversas casas editoriales y sus respectivos sellos o sagas.
Cierto es que entre los dos gigantes, DC Cómics a diferencia de Marvel ha consentido que personajes icónicos de su historia como Batichica, Robin (Tim Drake), Constantine o Linterna Verde (Alan Scott) salgan del armario o se revelen como bisexuales. Marvel ha preferido incluir nuevos personajes que representen al colectivo LGTBQ+ que desarrollar tramas que saquen del armario a alguno de sus personajes estelares. En su defensa, durante mucho tiempo, la saga X-Men se ha interpretado como una metáfora sobre la homosexualidad y algunos de los personajes, Deadpool entre ellos, representantes de una sexualidad distinta a la heterosexualidad.
Regresando al beso que ha movido los cimientos de Disney-Pixar y ha dado oxígeno a Lightyear vale decir, que el mismo reedita el estupor, sorpresa, escándalo y fascinación que en su momento generara The Kiss (1896), legendario film de 18 segundos de la casa Edison que registraba una breve escena de la obra The Widow Jones. En la célebre película de William Heise, May Irwin y John Rice se besaban brevemente. Una brevedad que ha supuesto también la eternidad y un día. Aquellos 18 segundos mostraron lo necesario para que la moral más encorsetada alzara su voz en contra. Desde entonces, y ya ha pasado más de un siglo, aquél beso que permitió la construcción de relatos, convenciones, símbolos, leyendas, géneros y escenas inmortales sin los que el cine no sería lo que es hoy da un salto en el tiempo para desnudar una vez más las fisuras sociales que persisten con igual ímpetu.
Da la impresión de que todo lo andado, todo lo conquistado, ha sido más una concesión que el reconocimiento del otro.
*Las fotografías y el video fueron facilitados por el autor, Robert Andrés Gómez, al editor de La Gran Aldea.