Ofrecer pan y circo es una de las tantas estrategias que tiene el poder político para distraer a sus audiencias. El público se concentra en el dedo que apunta al sol y no ven al astro que tienen frente a sus ojos. Una y otra vez la tecnología va afinando los modos de ofrecer al ciudadano común una gratificación asociada a su buena conducta. Al fin y al cabo, una voz domesticada riega la buena nueva que significa hacer caso. Es por ello, que paradójicamente en tiempos de crisis (o de bonanza) mover las emociones hacia el mundo de los sorteos trae tantos o más réditos que cualquier inversión segura.
Negocios, pérdidas y ganancias
Todo lo que signifique azar tiene una relación directa con la dinámica del comercio marítimo. Mucho de la idea del seguro implicaba que un alto porcentaje de riesgo le daba a cada flete (o conjunto de mercancías) una cobertura por una suma que permitía no perder toda la inversión en caso de accidentes, robos, incendios, piratas o destinos fatales. Con el pasar del tiempo y la creciente seguridad de los mares (gracias a la presencia de los barcos de guerra) se ganaba cada vez más como prestatario y en el pasado quedaban las pérdidas totales ante eventos imponderables.
Reyes y gobernantes se fueron dando cuenta que las emociones detrás de los juegos hacían que se ganaran inmensas sumas de dinero y bienes. Para colmo, nada mejor que un barniz de cristianismo para darle al vicio y a las compulsiones un baño de decencia: jugar no era malo, porque le daba a los menos favorecidos algo del dinero sobrante de los más pudientes. Poco a poco, el Estado se aprovechó de promover a los juegos de envite y azar con la excusa de la filantropía, las buenas causas religiosas o el cuidado de los desvalidos. De primera mano servía para obtener recursos frescos e inmediatos; en la práctica lo que se financiaba era a la propia burocracia (que invitaba por medio de su oferta de sano esparcimiento) engordar las arcas de la ayuda social. Un negocio divertido y redondo.
Dinero a la carta
Poniendo el ojo en las actividades clandestinas la corona española ve una oportunidad de oro en el Continente y en sus posesiones ultramarinas al convertir en público lo privado y en legal lo ilegal. Históricamente los naipes se imprimían en función del uso privado, pero con el permiso de la autoridad de turno. Luego, esos poderes se quedaban con parte de las ingentes sumas que permitían producir una baraja perdurable en el tiempo, resistente ante el uso y el abuso natural y ciertamente, cada mazo podía llegar a convertirse en parte de una herencia familiar, cultural o artística.
Paralelo a las cartas, las loterías en la era moderna se vuelven espacios intermedios entre fundaciones de interés social y una caja chica para quien pueda ponerle la mano; financieramente hablando le dan un margen de maniobra a sus directores y cuerpo gerencial inmediato, resolviendo temas de liquidez de las propias oficinas administrativas. En la medida que cualquier facción llegue al poder veremos que no hay partido político en la era moderna que no haya visto a las rifas, sorteos y apuestas como una forma de saldo inmediato en momentos electorales… o simplemente para el mantenimiento de su militancia, simpatizantes, así como la vida personal de los abnegados funcionarios. Al igual que los banqueros genoveses se encargaban de guardar el boleto ganador durante meses y años, así ocurrirá en distintos lugares del mundo frente a la ingenuidad de un público demasiado agotado por el día a día, para reflexionar un segundo sobre los fingimientos detrás del mecanismo.
España tragaperras y gratificación
Durante la época franquista España vivía al margen de muchas realidades, pero sin duda los juegos tradicionales fueron llevados hasta las plataformas audiovisuales con éxito arrollador. El premio gordo nacional y las distintas formas de máquinas traganíqueles hicieron que durante décadas el desaliento se disfrazara de emoción, por medio de sonidos y piezas diseñadas para que el conductismo nos despertara la curiosidad del primate y nos contentara como niños frente a una vidriera repleta de dulces. Mucho se criticó desde el liderazgo político que poco favorecía a una sociedad ese opio nuevo tentando al proletariado; otros dirían que, por el contrario le daban aire fresco a la idea de la esperanza, ya que si hoy no se derrocaba al capitalismo, mañana sí se podría. Siempre andando: sin prisa, pero sin pausa el dinero circulaba y un día malo le daba aire al que podría haber sido peor.
La corrupción de la que tanto hemos conversado generó nuevas formas de mantenimiento de políticos, senadores, asambleístas, diputados y demás fauna cameral o bicameral. Eso permitió ponerle el cascabel al gato, al menos de la boca para afuera al dinero del albur. Supervisar todas las fases de un juego no es difícil, lo difícil es no caer en tentación, ya que ante cantidades exponenciales de riqueza creciendo frente a los burócratas de turno, pocos podían decirle que no a los pequeños extravíos de unas sumas exorbitantes. Mientras más ojos observaran al proceso, mejor… y si se automatizaban diversos pasos, la mano con maña podría resultar inocua.
La lotería y el Gamer de hoy
En términos de psicología cognitiva internet ha llevado a niveles insospechados el tema de lograr atención de personas frente a juegos en línea. Los esquemas de apuestas junto al espacio de las criptomonedas han hecho que adolescentes y adultos jóvenes comenzaran a invertir tiempo y dedicación para lograr pequeñas sumas (que en entornos de miseria o de economías de corral) representan tener a raya a la pobreza, para no caer en la indigencia. Si bien es cierto que el mundo Gamer conecta otros temas relacionados con la autoestima, la autovaloración y la propia creatividad de mundos imaginarios, es esa subcultura donde se construyen formas de autofinanciamiento que le han dado al mundo cripto más de un ejemplo de utilidad práctica: códigos, claves, seudónimos, billeteras virtuales, validación entre pares, homologación e intercambio de valores y por supuesto el Metaverso, que parafraseando a Ernest Cline, autor de Ready Player One: “Sería el lugar donde el pobre podrá ser lo que sea, porque en la vida real solo puede ser un cero a la izquierda”.
China y el juego
Muchos ciudadanos chinos que en las últimas tres décadas sufrían en carne propia la política de salir a Occidente con dinero, pero regresar sin un centavo a casa cayeron en variantes de la depresión post ludopatía. Para ellos, era parada obligatoria algún casino o casa de juego legal o ilegal para deshacerse de ese efectivo “imperialista”.
En sociedades a caballo entre lo delincuencial y lo revolucionario nada mejor que darle desarrollo a sectores libres de impuestos y construcciones como casinos, hipódromos, plataformas multiapuesta y juegos de alcance nacional en formato audiovisual; inyectarle presencia mediática a estos divertimentos es tan viable como imperativo.
El azar televisivo, prebendas y gratificaciones
En Venezuela la política de la redistribución del ingreso económico y el populismo político funcionan con un debate demagógico y una práctica de falsa bondad igualitarista. Así las cosas, los Aló Presidente respondían a la lógica de un programa de TV de finales de los años ‘90, producido por el Canal Niños Cantores del Zulia. Se trataba de Bombolones, con el Padre Gustavo Ocando Yamarte. A cada llamada telefónica se movían media docena de globos de Bingo con peticiones sociales, educativas, de salud y hasta de preguntas espirituales. Al menos, se daba el chance de llevarse algún premio para la casa y si no el espectador lograba ver cómo otros ganaban algo totalmente real. Ellos, los perdedores lo harían si no hoy, tal vez mañana. El Aló Presidente llevaría ese modelo hasta franquiciarlo a gobernaciones y alcaldías nacionales; incluso lo vimos en el Ecuador de Rafael Correa o la Bolivia de Evo Morales. Hasta las emisiones semanales de Andrés Manuel López Obrador en México, nos echa en cara que el formato sigue vivo y coleando.
Algo queda muy claro: no importa el modelo político, el azar y el control social van de la mano… y nada más humano y criollo que esperar cruzando los dedos hasta que “salga mi número”.
@ortegabrothers