Víctor Davalillo había explotado en la pelota local. En la temporada 61-62 Vitico ganó diez juegos, ponchó a 90 contrincantes con una efectividad de 2.46, y al bate empujó veinte carreras y dejó un promedio astronómico de .406. Todo esto en una zafra de 50 juegos. Para tener una idea de lo que fue aquel año extraordinario para el muchacho de Cabimas, basta con nombrar al japonés Shohei Ohtani, quien hoy tiene al mundo de la pelota de rodillas al exhibir números de tal magnitud como lanzador y bateador. Sí, se trata de fenómenos.
La siguiente temporada en Venezuela (1962-1963) Davalillo conquistó su primera corona de bateo. El muchacho de 23 años venía de jugar en el norte con su nuevo equipo Triple A, el Jacksonville Suns, filial de los Indios de Cleveland. La temporada anterior en la Liga Internacional con los Jersey City Jerseys (1961), Vitico había comenzado a ocupar el jardín central con cierta regularidad. Luego, a principios de la temporada 1962 con Jacksonville, el jardinero central del equipo, Duke Carmel, se lesionó y Davalillo fue utilizado en la posición de manera regular. Cuando Carmel se recuperó, el venezolano estaba bateando para .480 así que Duke perdió la silla. Ese año Víctor fue el jardinero con más apariciones en el terreno con 148 juegos. “Al principio tenía problemas con las líneas sobre la cabeza, algunas me pasaban, otras caían al frente, tú sabes, no tenía el timing”, confesó Vitico al periodista Ramón Corro. Davalillo no abandonó del todo la lomita, pero su trabajo como lanzador se vio reducido a tan solo dieciocho entradas en seis encuentros, mientras que al bate conectó para .346 en 578 turnos con 69 impulsadas. Su destino como jugador de posición estaba marcado. Así que de vuelta a Venezuela el Caracas se adaptó al nuevo rol del prospecto que pasó a los jardines y vio poca acción desde la lomita. En el plato no dejó de producir y con un promedio de .400 se quedó con el título de bateo.
Si bien este fue el primer título de Davalillo en Venezuela, la verdad es que debió haber sido el segundo. El año anterior Vitico conectó para .406 en 138 turnos legales y 149 apariciones al plato, nueve menos que la requerida para optar al título de bateo. Al sumar esos nueve turnos como fallidos, el promedio de Davalillo quedaba en .380, suficiente para obtener la corona ante el rival más cercano en el departamento, el integrante de su mismo equipo, el norteamericano Tony Curry, quien había culminado la campaña con promedio de .346. Y así sucedió, Víctor fue declarado campeón bate de la temporada. Sin embargo, un aficionado levantó una protesta pública alegando que era incorrecto haber asignado esos nueve turnos al de Cabimas. Por algún motivo aquella protesta publicada por el diario La República levantó vuelo a tal punto que se tomó la decisión de consultar a los encargados de estas cosas en las Grandes Ligas. La respuesta fue que para aquel momento la regla de añadir turnos fallidos para llegar al mínimo requerido había sido eliminada y, por lo tanto, Vitico no era elegible para el título. Pues bien, tres meses después de haber coronado a Davalillo, y cual show de Miss Universo, al criollo le quitaron la joya para colocarla en la cabeza de Tony Curry.
Al regresar a los Estados Unidos en 1963 Vitico logró cumplir el sueño de todo pelotero: jugar en la Gran Carpa. Desde el final de la zafra 1962, Cleveland había tomado la decisión de subir al venezolano a Las Mayores. Luego de un buen desempeño en el Spring Training, Davalillo debuta con el equipo grande el 9 de abril ante los Mellizos de Minnesota. Ese día fue además el primer bateador del encuentro. Cleveland era visitante en el Estadio Metropolitano y el venezolano estaba alineado como primer bate. Vitico salió al plato a enfrentar al experimentado lanzador cubano Camilo Pascual. La voz de play ball se escuchó y Davalillo se convirtió en el noveno venezolano en debutar en la Gran Carpa. Ese día el de Cabimas falló en cuatro turnos. El día siguiente, de nuevo en Minnesota, el muchacho repitió como primer bate y en la sexta entrada, ante el ganador de 16 guantes de oro y miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, Jim Kaat, conectó su primer imparable como bigleaguer. Esa temporada Víctor conectó 108 inatrapables para un promedio de .298.
Davalillo pudo haber optado ese año al premio Novato del Año. Si hubiese alcanzado o no la distinción es algo que nunca sabremos. El 12 de junio, cuando Vitico mantenía un promedio al bate sobre .300 con cinco cuadrangulares y 21 remolcadas, el lanzador Hank Aguirre lo golpeó con un envío y le fracturó el brazo. Davalillo perdió dos meses y medio de acción. No obstante, el muchacho de Cabimas fue incorporado en la selección de novatos todos estrellas de la temporada, junto a otros debutantes como Pete Rose y Al Weiss.
El siguiente año (1964) Luis Aparicio alcanzó su sexto Guante de Oro en las Grandes Ligas, y el primero con los Orioles de Baltimore. Bueno, lo de Luisito ya se estaba convirtiendo en rutina, pero ese año sucedió algo que marcó un hito para nuestro país: Víctor Davalillo, en su segundo año en Las Mayores, se convirtió en el segundo criollo en conquistar un Guante de Oro en la Gran Carpa. Por supuesto que fue también la primera vez que dos venezolanos ganaban el premio el mismo año, hecho que no se repitió sino hasta 1979 cuando David Concepción y Jesús Marcano Trillo hicieron lo propio con los Rojos de Cincinnati y los Filis de Filadelfia. Víctor Davalillo se convirtió además en el único criollo en los jardines en ganar el Guante de Oro hasta que Bob Abreu lo consiguiera en 2005, es decir, 41 años después.
En 1965 Vitico logra otro hito para Venezuela en la Gran Carpa al romper la barrera de los .300 como bateador. Ese año el de Cabimas conectó para .301, y se convirtió, además, en el tercer criollo en ser convocado a un juego de estrellas, uniéndose al club conformado hasta entonces por el “Chico” Carrasquel, que asistió en cuatro oportunidades, tres de ellas como abridor, y por Luis Aparicio, que fue seleccionado para el evento en trece ocasiones, ocho como abridor. En ese juego de estrellas Víctor Davalillo jugó junto a nombres de la talla de Juan Marichal, Sandy Koufax, Willie Mays, Hank Aaron, Ernie Banks, Willie Stargell, Roberto Clemente, Frank Robinson, Billy Williams, Bob Gibson, Don Drysdale y Joe Torre. Puro desconocido… Esa fue quizá la campaña más resaltante de Vitico en el norte, afirmación que refrenda el puesto 21 que alcanzó en la votación al jugador más valioso.
Mientras tanto, en Venezuela Davalillo no hizo sino regar imparables con el Caracas hasta 1976, cuando luego de 19 campañas con los Leones la directiva decidió cambiarlo a los Tigres de Aragua junto a nada más y nada menos que César Tovar. Por ellos los melenudos recibieron 100 mil bolívares y el jugador Ángel Vargas. Imaginen el impacto de aquello en la fanaticada caraquista. La noticia estremeció a la capital. Es cierto que ambos peloteros tenían 36 años, lo que suponía que se encontraban en el proceso de declive de sus condiciones; no son muchos los jugadores que llegan a esa edad activos. Pero estos dos eran especiales. En el caso de Vitico, luego de una carrera en la que en la mayoría de los años había conectado sobre .300, la temporada anterior a la transacción su promedio había bajado de forma repentina a un discreto .246. Los turnos al bate también habían disminuido. ¿Asustó esto a la directiva?, ¿renovar la plantilla fue la prioridad? Quizá. En el Caracas había unos muchachos que empezaban a conquistar los jardines, unos tales Antonio Armas, Novato del Año en la zafra 72-73, y Wilibaldo Quintana, Novato del Año en la campaña 74-75. Y hay que ser justos con la directiva capitalina: si bien el pelotero que recibieron los Leones en la transacción con el Aragua pasó sin pena ni gloria por el equipo, estos dos muchachos sí que jugaron un papel fundamental en los campeonatos que conquistó el Caracas en los años siguientes.
Lo cierto es que la noticia resultó una especie de huracán para Davalillo, algo que nunca había cruzado por su cabeza. Pero así son los negocios, y el de Cabimas hizo maletas y partió con su familia a Maracay. Con su nuevo equipo Vitico demostró que aún era cuando le quedaba gasolina. Los siguientes seis años Davalillo conectó para .274, .287, .336, .339, .263 y .413, respectivamente. Si usted sacó la cuenta, el promedio de .413 lo registró con 42 años en la temporada 1981-1982. Sin embargo, la vida es inexorable y tarde o temprano el tiempo te alcanza.
Pero debemos parar aquí y continuar la historia en la próxima entrega, que será la última sobre esta leyenda. Y no porque de él no haya más que contar. De Víctor Davalillo se pueden escribir, como ya se ha escrito, libros repletos de páginas.