En la aldea
04 febrero 2025

“Historias del calcio”, los textos sobre el fútbol italiano de Enric González

Un corresponsal que cumpliendo una pauta creó una manera distinta de escribir sobre fútbol en Italia. Un periodista con mirada amplia, aguda y también cargada de humor, Enric González y sus “Historias del calcio”; y cómo no seducir a los amantes de este deporte con una argumentación así: “El movimiento de la nube de centrocampistas (Pizarro, De Rossi, Perrotta, Mancini, Taddei, Totti) se basa en el código del prestidigitador (…) los futbolistas no son más rápidos que el balón”.

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Oscar Medina | 06 mayo 2022

Claro que existen muchos y muy buenos libros sobre el fútbol. También los debe haber muy malos. No los he leído todos y no pienso hacerlo, pero están, por ejemplo, los cuentos del argentino Roberto Fontanarrosa, los libros del mexicano Juan Villoro -“Dios es redondo” y “Balón dividido”-, el “Boquitas” de Martín Caparrós, o “Salvajes y sentimentales” la recopilación de textos del español Javier Marías. Pero no creo que haya otro como “Historias del calcio”, de Enric González.

Un periodista catalán que nació en Barcelona en 1959. Fue corresponsal del diario El País en Londres, París, Nueva York y Washington antes de que lo mandaran a Italia en el año 2003. El trabajo de Enric González no era escribir sobre fútbol, pero si estás en Italia de corresponsal tarde o temprano vas a tener que ocuparte de algo relacionado al calcio. Prácticamente recién llegado a Roma, el jefe de la sección de deportes del diario –Santi Segurola– le propuso escribir unas notas sobre fútbol y González aceptó. El primer artículo lo dictó por teléfono porque no pudo conectarse a internet. Y unos minutos más tarde se enteró de que lo que estaba haciendo era una columna que se llamaría “Historias del calcio”.

González pasó cuatro años escribiendo esos textos los domingos al final de la tarde, después de los partidos, estuviera donde estuviera, para ser publicados cada lunes en el diario. Y este libro, editado en 2007 por RBA, recoge esas breves crónicas que hablan de fútbol, hablan de Italia, de política, de personajes que parecen inventados, de la gloria y la desgracia, de lo hermoso y lo feo, de literatura y de la forma apasionada y delirante en la que los italianos se relacionan con el fútbol. Lo primero que hay que tener claro es que Enric González es un gran narrador. Se puede decir -a riesgo de caer en una cursilería típica- que tiene la magia de Ronaldinho y la efectividad de Francesco Totti en el manejo de la palabra y las ideas: no hay un regate en vano, nunca aburre, todo funciona en estas notas que siempre emocionan y resultan interesantes aunque hayan pasado tantos años.

“Lo primero que hay que tener claro es que Enric González es un gran narrador (…) un gran observador, un tipo que ve lo que ocurre en la cancha pero también más allá”

Y eso también es así porque es un gran observador, un tipo que ve lo que ocurre en la cancha pero también más allá y esa habilidad es lo que le permite conectar con asuntos curiosos, establecer contextos, rescatar historias remotas y trascender al comentario común que haría cualquier periodista deportivo. Lo que hacía cada domingo González era intentar captar el espíritu del campeonato italiano en el momento con una mirada amplia, aguda y también cargada de humor, ampliando el horizonte por encima de la tabla de posiciones y las estadísticas.

Y no se limitaba a los grandes: Juventus, Inter, Milan, Roma, que aunque grandes también pasaron -y pasan todavía- por malos momentos; González habla -por ejemplo- del fascismo en los estadios italianos, en particular del fascismo enraizado en la Lazio, los desmanes del público y de jugadores como Paolo Di Canio que saludaba a la afición con el brazo en alto; de las pifias del Inter al vender a Roberto Carlos y a Andrea Pirlo; del poder pernicioso de Luciano Moggi, uno de los protagonistas fundamentales del gran escándalo por el manejo de los árbitros y otros pequeños escándalos previos en su paso como ejecutivo de la Roma, el Nápoles, el Torino, la Lazio y la Juventus; de la curiosa historia del humilde Chievo que pudo crecer gracias al empeño de un cura; del humor de Totti; de cuando a Marco Materazzi lo apodaban “Matrix” por su tendencia a las patadas voladoras contra los rivales; de Berlusconi -por supuesto- y de jugadores ya hoy casi olvidados por el resto del mundo y que merecen algún episodio en una serie de Netflix.

Me estoy quedando corto en la descripción. Leamos un poco al autor para entendernos mejor. Así describe González el funcionamiento de un equipo:

El técnico Luciano Spalletti no se asemeja en nada a Julio Cortázar. Su fútbol, sin embargo, luce las hechuras de Rayuela. Para Spalletti, el balón es como La Maga de Rayuela: un elemento imprescindible, porque lo inspira todo, pero no siempre visible. El movimiento de la nube de centrocampistas (Pizarro, De Rossi, Perrotta, Mancini, Taddei, Totti) se basa en el código del prestidigitador. Los dedos nunca son más rápidos que la vista, y los futbolistas no son más rápidos que el balón. Pero es hermoso creerlo. El truco consiste en desviar la atención: cuando la pelota está aún ahí atrás, entre los pies de Pizarro, el espectador ya mira hacia delante, hacia esos tipos que se cruzan en carreras diagonales, tratando de adivinar la carambola. La defensa contraria, como el espectador, se distrae por un segundo. Por eso el balón parece llegar de ninguna parte al lugar menos previsto. A veces falta sustancia. A veces no pasa nada. Pero todo pasa muy rápido. Eso es la Roma”.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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