En la aldea
15 enero 2025

El Béisbol en Venezuela: Ramón Monzant, un zuliano a la conquista de La Gran Carpa (y II Parte)

El gran día llegó el 2 de julio de 1954, cuando fue alineado como pícher abridor para enfrentar a los Piratas de Pittsburgh. Monzant acomodó el pie en la goma del montículo, ejecutó el wind up y a continuación lanzó la pelota que lo convirtió en el quinto venezolano en debutar en La Gran Carpa. Pero no fue hasta el 29 de abril de 1956, en su segunda salida de la temporada, cuando Ramón lanzó el mejor juego de su carrera en Las Grandes Ligas. Ese día el marabino permitió un solo inatrapable y se apuntó la victoria de ocho carreras por una. El zuliano se convirtió en el primer lanzador criollo en lograr un juego completo de un solo hit en Las Mayores.

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Habían transcurrido tan solo dos años desde la llegada de Ramón Monzant a Las Menores, cuando los Gigantes de Nueva York lo llamaron al equipo grande.

Era junio de 1954. El muchacho preparó el equipaje y voló de Minneapolis a la ciudad de los rascacielos. En menos de una hora de haber pisado el Aeropuerto en Nueva York, Monzant conoció a sus nuevos compañeros de equipo, entre los que destacaban Whitey Lockman, Hank Thompsony Willie Mays. El mánager era nada más y nada menos que el polémico miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, Leo Durocher, personificado por el actor Christopher Meloni en la película “42”, que narra la historia de Jackie Robinson. Siete años antes (1947), Durocher era mánager de los Dodgers de Brooklyn, y desde ese puesto defendió la llegada del jugador negro a las Grandes Ligas. Sin embargo, Leo no pudo dar la bienvenida a Mays ni escribir su nombre en la alineación el día del histórico debut. ¿El motivo? Una serie de controversias propias del estilo de Durocher habían llevado al comisionado Happy Chandler a suspenderlo antes del inicio de aquella temporada. El honor de dirigir el debut de Robinson recayó en el mánager interino, Clyde Sukeforth.

Volvamos a 1954. Durocher era ahora el dirigente de Willie Mays y Ramón Monzant. El gran día para el venezolano llegó el 2 de julio, cuando fue alineado como pícher abridor para enfrentar a los Piratas de Pittsburgh. “Estaba muy nervioso”, reconoció luego Ramón. Los Gigantes eran visitantes, así que el criollo escuchó la voz de play ball desde la cueva. Nueva York anotó dos carreras y, luego del tercer out, Monzant salió a la lomita. El primer bateador por Pittsburgh fue el campocorto Gair Allie. Monzant acomodó el pie en la goma del montículo, ejecutó el wind up y a continuación lanzó la pelota que lo convirtió en el quinto venezolano en debutar en La Gran Carpa, siguiendo la senda del Alejandro “Patón” Carrasquel, Jesús “Chucho” Ramos, Alonso “Chico” Carrasquel y Pompeyo Davalillo. Algunos lanzamientos después, Gair Allie se convirtió en el primer guillotinado del venezolano en su paso por Las Grandes Ligas.

La jornada inaugural fue corta para el criollo. El primer inning se fue por la vía rápida del uno-dos-tres. En el segundo, Monzant concedió una base por bolas, pero un doble play terminó con la entrada, por lo que el venezolano no tuvo que enfrentar sino a tres bateadores. El tercer inning se fue también por la vía rápida. Los problemas llegaron en la cuarta entrada. Nueva York había anotado otra carrera y dominaba el encuentro tres por cero. Sin embargo, la batería de los Piratas logró descifrar los envíos del novato y le propinó tres imparables y negoció dos bases por bolas. Esto llevó al mánager Leo Durocher a reemplazarlo con dos outs en la pizarra. Monzant cargó con cuatro carreras limpias, pero terminó sin decisión, ya que su equipo remontó las acciones y ganó el encuentro nueve por cinco.

“En 1956, luego de lanzar con el Magallanes 151 entradas y ocho juegos completos, Monzant inició la campaña con el equipo grande de Nueva York”

Esa temporada el venezolano participó en cinco encuentros más, todos como relevista, antes de ser bajado de nuevo a Las Menores. Apartando el juego del debut, Monzant lanzó en total cuatro entradas adicionales y no permitió carreras limpias. Con respecto a su descenso, el mismo criollo explicó que los Gigantes estaban preparándose para la postemporada y necesitaban un cupo en el roster para reforzar la profundidad de la batería, por lo que decidieron enviarlo de vuelta a Minneapolis. Dos meses y medio después Nueva York disputó la Serie Mundial en la que barrió a los Indios de Cleveland en cuatro encuentros.

En Venezuela, en la campaña 54-55, Monzant realizó de nuevo un trabajo intenso con los Turcos: participó en 22 encuentros, abrió 20 y cubrió la ruta completa en 11 de ellos para acumular ese año 153 entradas lanzadas. En el norte, Ramón inició la temporada 1955 en Minneapolis, pero dos meses después los Gigantes lo subieron de nuevo a Las Mayores. En esta oportunidad permaneció arriba el resto de la temporada en la que abrió 12 de los 28 desafíos en los que participó, con 94,2 entradas lanzadas, 54 abanicados y una efectividad de 3.99.

En 1956, luego de lanzar con el Magallanes 151 entradas y ocho juegos completos, Monzant inició la campaña con el equipo grande de Nueva York. Fue ese año, el 29 de abril, en su segunda salida de la temporada, cuando Ramón lanzó el mejor juego de su carrera en Las Grandes Ligas. Se trataba del segundo encuentro de una doble jornada contra Filadelfia. Ese día el marabino transitó la ruta completa y permitió un solo inatrapable. El autor del batazo fue el cuarto de la alineación de los Phillies, Del Ennis, que impulsó a Richie Ashburn, quien a su vez se había embasado por error del primera base, Gail Harris. Todo eso sucedió en la propia primera entrada. A partir de ahí Ramón fue intraficable y se apuntó la victoria de ocho carreras por una -la única anotación de Filadelfia fue sucia-. Con esta actuación el marabino se convirtió en el primer lanzador criollo en lograr un juego completo de un solo hit en Las Mayores.

“En el torneo 57-58 en Venezuela, en 19 juegos con Oriente, 11 cubriendo la ruta completa, Monzant acumuló 134 innings en la lomita”

No obstante, aquella temporada terminó temprano para el paisano. La carga de trabajo empezó a pasar factura, y con apenas un mes de labor y cuatro apariciones en la lomita, una serie de molestias atacaron el hombro de Monzant. En la siguiente zafra en Venezuela, la 56-57, el criollo participó en cuatro juegos con su nuevo equipo, Oriente, divisa que sustituyó al Magallanes en la Liga. En uno de esos encuentros Ramón cubrió las nueve entradas. Esto tuvo consecuencias. El venezolano no regresó a La Gran Carpa sino hasta junio de 1957, cuando parecía recuperado del hombro. Sin embargo, en el torneo 57-58 en Venezuela, el del Zulia volvió a lanzar una cantidad apreciable de entradas sumando trabajo a un brazo que ya había dado suficientes signos de alerta. En 19 juegos con Oriente, 11 cubriendo la ruta completa, Monzant acumuló 134 innings en la lomita.

En 1958 los Gigantes se mudaron a San Francisco y Ramón vivió su primera temporada completa en Las Mayores. Ese año lanzó 150.2 innings y abanicó a 94 rivales en 43 juegos, 16 aperturas y cuatro rutas completas, una de ellas considerada por Monzant como la mejor de su carrera; incluso, por encima de aquel juego de un hit de 1956. Se trata del desafío del 25 de abril de 1958, cuando el venezolano logró blanquear y limitar a cuatro imparables a los Cachorros de Chicago, además de ponchar en tres ocasiones al miembro del prestigioso Club de los 500 cuadrangulares y del Salón de la Fama de Cooperstown, Ernie Banks. El aire del pacífico parecía sentarle bien al compatriota.

Monzant regresó a casa para la campaña 58-59 y lanzó doce juegos completos con Oriente en los que sumó 136 entradas -esto es, en apenas tres meses, casi el mismo número que las lanzadas en los seis meses en Las Mayores-. Demasiados golpes a la puerta del desastre. Las molestias en el hombro de Monzant reaparecieron y, como consecuencia, en 1959 el lanzador no vio actividad en el béisbol de los Estados Unidos.

“En 1958 Ramón vivió su primera temporada completa en Las Mayores. Ese año lanzó 150.2 innings y abanicó a 94 rivales en 43 juegos, 16 aperturas y cuatro rutas completas”

En Venezuela Ramón volvió a la acción en la 59-60 y participó en solo siete encuentros con Oriente, uno de ellos de nueve entradas, del que salió sin sospechar que sería el último juego de su carrera en el que recorrería la ruta entera. De regreso en La Gran Carpa, el 25 de abril de 1960, Ramón salió a relevar en el octavo inning en un juego contra los Cardenales de San Luis. El criollo lanzó el inning completo en el que pochó a un bateador y permitió un jonrón de Carl Sawatski. Al terminar la entrada, el venezolano cruzó por última vez la raya de cal de un estadio de Las Mayores. Monzant fue bajado al equipo Triple A, y cuando el brazo parecía responder de nuevo, se fracturó una pierna al deslizarse en una jugada en la segunda almohadilla. Ese año Ramón se fue de los Estados Unidos para no volver.

En Venezuela el marabino vio acción en dos campañas más, la 60-61 y la 61-62, siempre con el equipo Oriente. Sin embargo, su despliegue era limitado. Y así llegó el momento amargo. Con tan solo 29 años la estrella colgó los ganchos y dijo adiós a la pelota.

La historia de Ramón Monzant forma parte de una larga lista de lanzadores cuya carrera se vio truncada por lo que era común en aquellos años: lanzar hasta morir. Hoy vivimos un béisbol distinto, donde la tecnología y la experiencia permiten cuidar y alargar la vida útil de un pelotero. Pongamos un ejemplo reciente de lo que hablamos. Hace una semana, el 13 de abril de 2022, Clayton Kershaw de los Dodgers de Los Ángeles estaba lanzando un juego perfecto en siete entradas completas cuando el mánager Dave Roberts lo sacó del encuentro. Sí, Kershaw se encontraba a seis outs de completar una hazaña que sólo ha ocurrido 23 veces en más de 100 años de historia. Y lo que hace este pasaje aún más impresionante es que el lanzador dijo que estaba de acuerdo con la decisión. ¿El motivo? La pretemporada había sido corta por el paro patronal y su brazo podía lesionarse. “No culpen al mánager. Culpen al paro patronal, y cúlpenme a mí por no haber tocado ni una pelota durante el receso”. Esas fueron las palabras de Kershaw.

“La historia de Ramón Monzant forma parte de una larga lista de lanzadores cuya carrera se vio truncada por lo que era común en aquellos años: lanzar hasta morir”

Si en la época de Monzant un mánager intentaba algo similar, el equipo completo lo cargaba y lo echaba del estadio. Por no hablar del mismo lanzador, al que solo podrían haber sacado trayendo a todo el ejército de los Estados Unidos. Así que, sin remordimientos. Al menos el mismísimo Monzant no los tenía. En más de una ocasión la estrella del Magallanes y de Oriente mostró orgullo de haber pertenecido a una casta que si la dejaban, lanzaba juegos completos cinco días seguidos. Junto al Trinidad “Carrao” Bracho y Emilio Cueche, Monzant conformó el trío de lanzadores más dominantes de la pelota criolla en la década de los ‘50. Tanto Bracho como Cueche jugaron durante años en Las Menores en los Estados Unidos, pero solo Monzant hizo el grado. Eso sí, los tres, como ases del montículo criollo, comparten espacio en el Salón de la Fama del Béisbol Venezolano.

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