¿Sentarse en Miraflores para decir qué?, ¿de qué se trata escuchar o ser escuchado?, ¿es la escucha un sentido ejercido por un sistema totalitario?, ¿qué se puede esperar y quién cobra el “encuentro”?
“Nicolás Maduro recibió este martes en el Palacio de Miraflores a representantes de diversas organizaciones de la sociedad civil, agrupados en la coalición denominada ‘Foro Cívico’”, la verdad, nada sorprendente.
“En la comunicación, de tres páginas, los sectores de la sociedad civil que se reunieron con Maduro le expresan su ‘sentimiento de estima y consideración’ y le presentan un análisis del contexto político y social del país”, lo reseña con precisión la página de Monitoreamos.
Hacemos la invitación a nuestros gentiles lectores de tomarse un tiempo para revisar el contenido de la carta enviada a Maduro y el contexto en el que se produce este “encuentro”, y en nombre de quién se hace. Menos mal que la sociedad civil es bien amplia, no todos estamos en esa minúscula “representación”. En lo particular, respiro al leer:
“Provea y otras ONG que han documentado los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, no participaron en la reunión con Maduro”.
Documentar crímenes de lesa humanidad debe implicar una clara consciencia sobre la naturaleza criminal y totalitaria del régimen, no es solo una categoría vacía. Se puede definir de ese modo luego de un largo y serio proceso de interpretación. Como la realidad no deja de sorprenderme, trato de encontrar razón a la sin razón, orientación en lo que parece un sinsentido, orden en el caos. Vuelvo a Hannah Arendt, porque su precisión me parece una útil compañía, me reencuentro con la noción fundamental en estos tiempos:
“El totalitarismo como una forma moderna de tiranía, es decir, como un gobierno ilegal en el que el poder es manejado por un solo hombre. Poder arbitrario, irrestringido por la ley, manejado en interés del gobernante y hostil a los intereses de los gobernados, por un lado; el temor como principio de la acción, es decir, el temor del dominador al pueblo y el temor del pueblo al dominador…”.
¿Se puede dialogar con un sujeto, individuo o sistema interesado solo en la dominación haciendo uso de todo mecanismo arbitrario de coacción?, ¿se puede decir que ese diálogo es un acto real o es solo una parodia, una ficción? No es fácil entender la genuflexión que muestran algunos sectores de la sociedad civil y gremial, una demostración más de la brecha que separa la élite a la que pertenecen y la realidad vivida por el país, por la gente común, trabajadora, estudiante, comunidades, desplazados, etc. Mientras pienso y escribo, me sorprende la decisión de algunos, un minúsculo grupo de la sociedad civil cree que se puede dialogar con el poder establecido. No solo se atreven acudir sin consultar a sus bases (soy profesora universitaria y alguien acudió en mi nombre sin plantearlo).
Es inquietante, no sorprendente, la reunión entre los funcionarios del régimen y los funcionarios -no necesariamente líderes- de algunas organizaciones no gubernamentales. ¡Todavía no se ha entendido la verdadera naturaleza de un régimen como este!, de modo que me permito citar un fragmento muy claro de “Los Orígenes del Totalitarismo” de Hannah Arendt, según el cual se dibujan los mecanismos de la dominación totalitaria:
“El totalitarismo busca no la dominación despótica sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos. El poder total solo puede ser logrado y salvaguardado en un mundo de reflejos condicionados, de marionetas sin el más ligero rasgo de espontaneidad. Precisamente porque los recursos del hombre son tan grandes que puede ser completamente dominado solo cuando se convierte en un espécimen de la especie animal hombre”.
La naturaleza de la dominación es uno de los elementos esenciales de estos sistemas, porque si no se tiene clara la ética revolucionaria, los principios del sometimiento, que no son necesariamente despóticos en todo tiempo y lugar, se peca al relativizar su mal. Los sistemas totalitarios no pueden ser intransigentes siempre, la dominación más efectiva es la que se hace con mano derecha e izquierda, soltando, atrayendo y volviendo a tensar la cuerda. Para hacer eso hay que saber jugar, el sistema lo sabe, ¿lo lleva a sus máximas consecuencias quienes se acercan al poder pensando que ellos pueden poner límites a la tiranía? A estas alturas ya nadie es inocente. Mucha sangre y sufrimiento ha corrido por este país.
Continúa Arendt: “sino un sistema en el que los hombres sean superfluos…”; la nimiedad humana no produce compromisos de parte de quien somete. No se honra la palabra ni se dice la verdad, la negociación es un juego para ganar tiempo, a lanzar dulces y esperar el momento de tensar la cuerda.
En los sistemas totalitarios siempre es bueno trazar una línea del tiempo, nada es casual, la práctica obedece a una razón: mantenerse en el poder y actuar en consecuencia. Es por ello que no quiero dejar de hacer una articulación de algunos hechos esenciales, sus desafíos y las trampas que suponen.
Los universitarios tienen “aumento salarial”
Días antes del encuentro en Miraflores, exclaman sorprendidos en la Universidad: ‘¡Pagaron nuevo salario a los universitarios!’ Salario insuficiente, pero con un aumento significativo. Si el sistema quiere lavarse la cara debe producir algunos cambios, no puede quedarse en la dominación despótica, está obligado a estirar la cuerda sin cambios significativos ni rectificaciones, solo movimientos necesarios que permitan enroques de posiciones en los distintos actores sociales, económicos y políticos.
El régimen unilateralmente decide aumentar el salario de los “trabajadores universitarios” (término que he venido desarrollando en artículos anteriores), pero la voz de algunas personas del gremio ucevista dice: “Esto es el resultado de la presión unificada de la universidad a nivel nacional”. ¿Qué presión?, ¿qué protesta? Estamos en una calle fría a punta de plomo y represión. Se trata de un “aumento salarial” a conveniencia, unilateral, sin respetar ningún acuerdo pasado, sin acta convenio, sin derechos progresivos, si eso lo originó la presión, estamos muy mal. Sorprende cómo siguen pensando, algunos universitarios, que el régimen actúa bajo presión y no bajo una determinada lógica.
Para el régimen somos sujetos “superfluos”, manipulables, triviales. Nos llevó al límite de la experiencia, al pagar el equivalente a 0,30 centavos de dólar diario (para ser generoso), la consecuencia ha sido: profesores enfermos, desplazados, pobres, obligados a vivir de las dadivas y una vez que nos humilló al extremo, aprueba un aumento salarial miserable, pero “producto de la presión” -ironía incluida.
Los dos acontecimientos reseñados, son seguidos de un grito de rebeldía, una voz que fue capaz de gritar: “El rey está desnudo”. Dos días después, la joven graduando de arquitectura, Gabriela Álvarez, en un acto de valentía acordada pronuncia pausadamente, en un discurso concertado:
“… nos enfrentamos a una realidad aplastante, a una institución en decadencia, a una puesta en duda del futuro de nuestra casa de estudios. Por si fuera poco, habría que añadir la falta de ética, liderazgo y misticismo por parte de nuestras autoridades rectorales ante hechos recientes…”.
Nuestros jóvenes no se rinden ante el poder, las comunidades siguen la vida y resisten según sus posibilidades, los forzados a desplazarse, a migrar, lo hacen como acto de rebeldía y no resignación; mientras que una élite ciega es capaz de decir que el país es escéptico, cerrado, bajo la decisión arrogante de dar la espalda a la realidad y al país.
*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita