“No son risueños, ni apacibles, ni transparentes los tiempos que vivimos”
Ernesto Mayz Vallenilla
Un acto de grado es, en la mayoría de las ocasiones, un ritual que ocurre sin mayor trascendencia para el público en general, porque solo es visible para los graduandos y para los familiares y amigos que los acompañan. Impacta en quienes siguen en sus carreras, pues el acto les da esperanza de alcanzar la meta, así como en los profesores, pues les confirma la labor cumplida. Pero el acto de entrega de títulos del 8 de abril de 2022, en el Auditorio de la Universidad Simón Bolívar (USB), adquirió una importancia superior no solo para los involucrados sino para todos, pues lo ocurrido se abrió paso a las redes sociales y a los medios de comunicación, y debe conducir a una verdadera reflexión.
¿Qué pasó?
Para ese día, debido a la pandemia, se reducirían al mínimo los elementos de la ceremonia, pues no se incluiría la imposición de medallas, ni ningún otro elemento que llevará a la interacción entre los participantes. También se indicó que se realizarían tres actos para dividir al grupo, esencialmente por razones de aforo y medidas de bioseguridad. El segundo turno de graduandos, previsto para las 11:00am, empezó su acto con media hora de retraso y con aparente normalidad.
Pero un llamado de atención se hizo sentir. En el discurso de graduación, que debe dar un estudiante de pregrado escogido por sus compañeros, la graduanda en arquitectura Gabriela Álvarez, casi al final de sus breves palabras, señaló:
“‘No hay peor ciego que el que no quiere ver’, dice el dicho, y la realidad está aquí adentro y allá afuera, visible a los ojos de todos. La Universidad está en mengua. Nos enfrentamos a una realidad aplastante, a una institución en decadencia, a una puesta en duda del futuro de nuestra casa de estudios. Por si fuera poco, habría que añadir la falta de ética, liderazgo y misticismo por parte de las autoridades rectorales ante hechos recientes”.
El rector interino, Jorge Stephany; el vicerrector administrativo interino, José Hernández y el vicerrector académico interino, Víctor Theoktisto, se levantaron y salieron del acto. Minutos después retiraron a Gabriela Álvarez del auditorio entre los gritos y aplausos de quienes estábamos presentes.
Los hechos recientes
La Universidad Simón Bolívar no solo enfrenta los mismos problemas que padecemos todos los habitantes del país: la mayoría de las veces no hay agua, la luz y el internet son intermitentes; la infraestructura está en ruinas con pasillos sin iluminación, puertas rotas y baños inservibles. Como ejemplo de esto, hace unos días se inundó el sótano del edificio de Química y Procesos. Además, la USB comparte los problemas de otros centros de estudio, como la paupérrima situación de los sueldos de los profesores y del personal administrativo, el deplorable estado de la Biblioteca que, como consecuencia del daño del aire acondicionado, hizo que la colección haya sido atacada por hongos e insectos; el indigente estado de las unidades de transporte y la imposibilidad de realizar investigaciones.
A esto se suma, sin dejar de mencionar la negativa de llamar a elecciones rectorales por parte de las autoridades interinas, lo sucedido el pasado 28 de marzo, con la destitución de la coordinadora de la carrera de Ingeniería Mecánica, profesora Nathaly Moreno. La destitución fue ordenada por Víctor Theoktisto debido a la negativa de Moreno de aprobar el informe de pasantía de dos estudiantes que no cumplieron con los requisitos para la obtención del título de Ingeniero Mecánico. Este último acontecimiento evidencia no solo la situación actual, sino el proyecto mismo de socavar la excelencia académica y, por tanto, los cimientos de lo que significa la Universidad.
Por encima de los libros mohosos y de la infraestructura casi inservible, este es uno de los atentados más graves a la institucionalidad universitaria; la cual se basa en un acuerdo de autoridad del saber, cuya intención es la formación de un tipo de individuo, pero jamás debe pensarse que esta persona debe estar sometido al interés de un sistema o de una idea. Se trata de formar un ser humano libre, plural, capaz del ejercicio colaborativo de la razón y, como decía Juan Nuño, portador de una “consciencia crítica, revisora del saber y la cultura”. Así que toda imposición transgrede ese acuerdo fundamental.
Autoridad y poder
Dice Hannah Arendt que la universidad es la única institución secular basada todavía en la autoridad, pero ¿de dónde proviene la autoridad en las universidades? Ernesto Mayz Vallenilla, quien fue rector-fundador de la Universidad Simón Bolívar, en una de sus conferencias explica que:
“Auctoritas es aquel fenómeno de adhesión, suscitado por la admiración o el entusiasmo, que provoca respeto y reverencia hacia la persona portadora del saber por parte de quien aprende”
Así, casi en diálogo con Arendt, encontramos que no se trata de un acto de obediencia ciega, sino de una relación de respeto bidireccional, en el que el portador de la autoridad no necesita instrumentos (golpes, amenazas, etc.) para ser respetado y obedecido, sino que, el que obedece lo hace en ejercicio de su libertad.
Es por eso que, cuando la autoridad se desvanece o simplemente no existe, es el poder el que toma su lugar. No debemos olvidar que el poder se apoya en un colectivo que, mientras perdura, lo sostiene. De allí que únicamente se preocupa de su propia permanencia y la libertad individual puede ser vista como un atentado. Para perdurar usa como instrumento de coacción lo que se tenga a la mano, bien puede ser una calificación, una destitución o simplemente retirarse de un acto de grado negándoles el derecho a recibir su título académico a quienes cumplieron ante las leyes y la República con los requisitos para ello.
Consideraciones finales
El discurso de Gabriela Álvarez generó escozor en el poder, un escozor que llevó a posponer el acto de grado hasta las 4:00pm. Álvarez no participó en este acto y recibió su título y medalla más tarde, en forma privada.
Ella fue excluida del ritual del que hablaba al principio. Sin embargo, lo desencadenado por sus palabras solo evidencia y transfigura los ataques que padece la institucionalidad. Como bien dijo Álvarez:
“Nos enfrentamos a una realidad aplastante”.
Pero ella no se dejó aplastar por el peso del poder.