En medio del conflicto entre Rusia y Ucrania este 10 de marzo tendrán un encuentro estratégico los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Colombia, Iván Duque. Según la Casa de Nariño, “la reunión bilateral será una oportunidad para reafirmar la alianza estratégica con Estados Unidos, en el marco de la conmemoración de los 200 años de relaciones diplomáticas positivas, y para analizar los problemas regionales y globales, así como temas de interés mutuo; incluida la invasión militar no provocada e injustificada de Rusia a Ucrania, y la promoción de la democracia, la seguridad y la prosperidad en el hemisferio”.
Este encuentro no puede verse de forma aislada, en especial frente al variopinto escenario político de América Latina en el marco de la escalada bélica en Europa. En los últimos años Estados Unidos ha perdido posiciones en la región mientras Rusia ha buscado la forma de consolidar alianzas, algunas más político-ideológicas y otras esencialmente comerciales, pero coaliciones al fin que tienen peso en la coyuntura actual.
Colombia ha sido un aliado estratégico de Washington y en esta línea ha servido para hacer frente al régimen de Nicolás Maduro desde que impuso su ilegítimo segundo período en el poder, lo que ha tenido costos importantes para ambas naciones pero que, en especial en el ámbito político, ha mellado a la administración de Duque. Con las elecciones presidenciales de Colombia previstas para mayo es clave este encuentro con Biden y lo que trascienda sobre la situación con Venezuela.
Venezuela es uno de los aliados más abiertos de Rusia en la región y que mantiene una permanente confrontación con Estados Unidos desde los tiempos de Hugo Chávez. Aun así, ha trascendido que Washington buscó las vías para conversar con la administración de Maduro para limitar su apoyo a Moscú (según versiones de Reuters y The New York Times), sin que el tema petrolero quede fuera de la escena.
La reacción de Nicolás Maduro de dar su apoyo a Vladímir Putin en medio del conflicto ha sido consistente con sus discursos previos, aunque no por eso se ha limitado a la hora de exponer sus aspiraciones de aprovechar las circunstancias: “Ahí está el petróleo de Venezuela que es seguro para el que quiera producir y comprarlo, sea un inversionista que venga del Asia, Europa o de Estados Unidos”.
Maduro, que congeló las negociaciones con la oposición desde octubre pasado, esperaba que en ese marco Estados Unidos flexibilizara las sanciones que dificultan y encarecen buena parte de las operaciones petroleras y financieras de su Gobierno. Tiene rato tanteando ese terreno e, incluso, expresó oficialmente “su disposición a favor del restablecimiento y regularización de las relaciones diplomáticas entre nuestros países (Estados Unidos y Venezuela), a partir del mutuo reconocimiento como Estados soberanos y gobiernos legítimos, y mediante un diálogo franco y constructivo” a propósito de la decisión de Joe Biden de extender por un año más el decreto que considera a Venezuela como una amenaza para EE.UU.
Lo cierto es que el mundo vive momentos críticos y muchos se reacomodan según sus intereses propios. Vale destacar el caso de Alberto Fernández, presidente de Argentina, quien ante la escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania pidió una solución pacífica y abandonar la ruta bélica, sin cuadrarse radicalmente a favor de Putin aun con el creciente intercambio comercial entre Rusia y Argentina y que, justo a inicios de febrero, el propio Fernández le ofreció a Moscú que su país podría funcionar como la “puerta de entrada” de Rusia a América Latina. Habrá que ver lo que hacen todos, pero en especial Washington, Bogotá y, por qué no, Caracas.