En la aldea
26 diciembre 2024

La invasión a Ucrania y el ocaso de Occidente tal como lo conocimos

¿Un hecho como el de la invasión de Ucrania puede marcar el antes y el después de nuestros tiempos?, ¿por qué se ha permitido el avance de actores que han violado con toda impunidad las normas fijadas entre los Estados e imponer sus intereses alrededor del mundo?, ¿la pandemia de la COVID-19 y sus efectos en las economías han acelerado el proceso de debilitamiento de las democracias de Occidente?, ¿cómo equilibrar los intereses económicos de Occidente frente a Rusia y China, sabiendo que estos son Estados que dan prioridad a la proyección de poder por encima de la convivencia mundial?

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Es una cuestión de tiempo, pero la dinámica mundial confirma que estamos ante un proceso de cambio sistémico en el que se consolida el posicionamiento de actores en una nueva Balanza de Poder. O un nuevo Balance de Poder, como se dice hoy en día.

Rusia y China incursionan cada vez con más fuerza al tablero del orden mundial en lo que se evidencia como la total extinción del mundo Bipolar en el que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban el dominio del mundo que conocimos durante el orden post Segunda Guerra Mundial. En el futuro, los académicos probablemente describan este ocaso como uno ocurrido en dos tiempos, el primero con el fin de la Unión Soviética, cuyo hito fue la caída del Muro de Berlín y el segundo, este que presenciamos, que incluye el período de 30 años de supremacía unipolar estadounidense y cuyo hito está aún por definirse, y que puede ser desde el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York hasta alguno más reciente, como esta incursión de Rusia en Ucrania

En consecuencia, así como la muerte de Francisco Fernando de Habsburgo desató la Primera Guerra Mundial, o la invasión de Polonia por parte de Hitler la Segunda Guerra Mundial, un hecho como el de la invasión de Ucrania puede marcar el antes y el después de nuestros tiempos y definir el ocaso de Occidente tal como lo conocimos.

“El deterioro del soft power Occidental queda en evidencia y el resultado es un mundo más caótico que se dirige hacia un Nuevo Orden Mundial en el que, a la larga, nuestros valores y nuestra cultura están amenazados”

Y es que Occidente dejó en claro desde el principio que no iba a ir a la guerra por Ucrania, como lo hizo por Polonia en 1939. O en el 2014, cuando Rusia invadió la península de Crimea mientras el mundo fallaba en coordinar una respuesta conjunta y contundente. Acciones de este tipo permiten el avance de estos actores que en los últimos veinte años han podido violar con toda impunidad, y con cada vez mayor frecuencia, las normas fijadas entre los Estados e imponer sus intereses tanto en sus países como alrededor del mundo.

Así pues, el nuevo Balance de Poder Mundial parece dibujarse con la presencia de una Rusia ambiciosa y resentida que pretende recuperar los espacios perdidos de la era soviética e incluso zarista, y una China también ambiciosa, y decidida a salir de su zona de influencia regional para conquistar el mundo con las mismas herramientas que utilizó Occidente: poderío económico y militar. Frente a ellos, un Occidente en crisis, sin liderazgo claro, sin capacidad decisoria real producto en parte del debilitamiento de las democracias debido al agotamiento del modelo del Estado de Bienestar y las consecuencias de la Globalización. La pandemia de la COVID-19 y sus efectos en las economías del mundo parecen haber acelerado el proceso.

“Las declaraciones, presiones internacionales, resoluciones e incluso las sanciones que hemos escuchado en los últimos tiempos han fracasado en todos los casos en los que se han aplicado”

Ante este escenario, el Sistema Internacional también resulta inoperante porque su estructura fue creada como parte de la arquitectura institucional mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, nada podemos esperar del Consejo de Seguridad de la ONU, o del Consejo de Derechos Humanos. También por ello, vemos al frente democrático de lo que conocemos como el “mundo libre” (término que se usaba en contraposición a las dictaduras comunistas bajo la égida de la URSS) desafiado por una coalición de Estados que rechazan tanto la democracia como los estándares de un orden basado en normas y en el derecho internacional. Estos Estados dan prioridad a la proyección de poder por encima de la convivencia mundial, con la excusa de que se trata de “razones de interés nacional”, tal como Rusia lo hace en Bielorrusia y Ucrania, o como China lo ha hecho en Hong Kong, y como aspira a hacerlo (o está ya haciendo) en Taiwán.

El caso de la actual invasión a Ucrania es un claro ejemplo. Jugando con medias verdades, Vladímir Putin ha declarado que Ucrania es parte integral e histórica de Rusia y una invención de la Unión Soviética. Y si bien es cierto que ambos países tienen un origen común en la Rus de Kiev, entidad que surge en la Edad Media en lo que hoy conocemos como Ucrania, esta afirmación obvia las múltiples invasiones de las que fue objeto este territorio a través de los siglos por parte de los distintos Imperios vecinos, y la decisión de Ucrania de declararse un Estado independiente una vez desintegrada la URSS. Putin tampoco invoca las verdaderas razones de fondo, sean estas geoestratégicas, económicas o políticas, pero que impulsan en definitiva a que él dé este paso bélico una vez que Ucrania declara su intención de adherirse a la OTAN.

“El nuevo Balance de Poder Mundial parece dibujarse con la presencia de una Rusia ambiciosa y resentida que pretende recuperar los espacios perdidos de la era soviética e incluso zarista”

Ahora bien, si es razonable y pragmática la voluntad de evitar lo que sería el primer conflicto directo entre poderes nucleares, Occidente todavía no ha encontrado una alternativa al uso de la fuerza como mecanismo de control de los Estados Forajidos. Las declaraciones, presiones internacionales, resoluciones e incluso las sanciones que hemos escuchado en los últimos tiempos han fracasado en todos los casos en los que se han aplicado, siendo Venezuela y Corea del Norte los ejemplos más destacados. Nada hace pensar que un nuevo paquete de sanciones económicas y financieras vaya a tener un efecto distinto en el caso de Rusia. Tampoco sabemos si podrán efectivamente ser puestas en práctica dada la gran interdependencia económica y financiera tanto de las empresas europeas como de las estadounidenses con el mercado ruso. A su vez, la fuerza de Rusia y China, países en auge que compiten por la hegemonía dentro del nuevo Balance de Poder, no solo neutraliza el daño material que Occidente puede provocarles a través del entramado de intereses económicos globales, sino que puede mitigar el impacto de las sanciones a través de canales alternativos de intercambios comerciales y financieros, como ha sucedido en el caso de Venezuela gracias al apoyo internacional de Rusia, China e Irán.

El deterioro del soft power Occidental queda en evidencia y el resultado es un mundo más caótico que se dirige hacia un Nuevo Orden Mundial en el que, a la larga, nuestros valores y nuestra cultura están amenazados.

*Internacionalista UCV, ex Embajadora designada ante la Confederación Suiza y a cargo de los temas de la ONU en Ginebra. Defensora de Derechos Humanos.

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