Si te preguntara cuál es tu propósito en la vida, ¿cuál sería tu respuesta? Cierra los ojos y piénsalo un momento. El propósito puede tener que ver con una meta específica o con una razón de ser. Así, la meta de unos puede ser dejarle a sus hijos más de lo que ellos mismos recibieron (padres); o darle a su comunidad unas condiciones de vida consistentes con los valores que esta ve como necesarios (políticos); o viajar y conocer el mundo y su historia (individuo); o ganar una serie de campeonatos (deportista). Tal vez la meta es comprender más y poder llegar a tener respuestas (pensador).
Lo cierto es que para más del 90% de los venezolanos su propósito está más relacionado con poder comprar comida, conseguir un medicamento, tapar los huecos de su precario techo, o escaparse de la delincuencia; es decir, la mera sobrevivencia. Ante esta realidad, es importante compararnos con un entorno más amplio, porque en ese entorno más allá de las fronteras, la supervivencia se superó hace ya bastante tiempo. Esta pregunta nos pone, a los venezolanos, en contexto ante la vida y mirando más allá de lo inmediato, a preguntarnos: ¿En estos momentos en qué estamos dispuestos a esforzarnos y en qué estamos dispuestos a transigir? Como sociedad, ¿cuál sería la respuesta?
La vida es aspiracional. Todos queremos más y, en esto, el ser ambicioso no solo es normal, sino también es sano, salvo que la ambición nos saque de los parámetros de conductas aceptables en una sociedad. Esos parámetros de lo aceptable han encontrado una guía, en la historia del mundo occidental, en los diez mandamientos de la religión católica, aun cuando uno no sea católico, o tan siquiera creyente. En forma alguna quiero inferir que esta sea la única guía, pero es una de las más importantes. El no robarás es uno de esos mandamientos. Sin embargo, nuestra sociedad venezolana ha aceptado convivir con esos que roban desde hace mucho. No me refiero solamente a los boliburgueses de ahora, los cuales afortunadamente gozan de condena social generalizada, sino también a los enchufados de antes, los de 1930 hasta 1990. La concepción común que teníamos era: Si no me roban a mí directamente, pero le roban al Estado, pues eso no es conmigo. Y de esos vientos vinieron estos lodazales. Los patrones de conducta del ser humano normalmente están regidos por leyes y requieren de sistemas judiciales autónomos, pero no pueden prescindir de una sociedad que juzgue, exija un juicio y sancione a quienes infringen dichas normas.
Pero regresando a lo aspiracional, te pregunto: ¿A qué aspiras en la vida?, ¿en los próximos cinco o veinte años? Nuevamente te invito a cerrar los ojos y reflexionar.
Es indudable que esas aspiraciones serán más difíciles de conseguir si tu entorno no te acompaña. Ni la aspiración de poder comprar más comida, ni la de dejarle más a tus hijos, ni la de viajar más se podrán dar si la economía no crece y te posibilita mayores niveles de participación. Entonces, aún las aspiraciones individuales pasan por la necesidad de la aspiración colectiva de un mejor entorno. ¿Y cómo hacer para lograr ese entorno mejor? La inserción en la construcción de un mejor ambiente puede realizarse desde muchos puntos de entrada, pero todos coinciden en el participar en la vida política de nuestra sociedad. Aquí cobra significado la etimología de la palabra idiota, que refería a aquel que no se preocupa por los asuntos públicos.
Ejercer la política
En este caso, la política no la refiero como el hacer vida en los partidos políticos con el objetivo de competir mediante elecciones por puestos en la administración pública, no. Refiero la política más bien desde la definición del escritor y político británico Sir Bernard Crick, quien la relaciona con un sistema social que produce un gobierno donde impera la tolerancia y la diversidad, dando pie a la crítica pública, la cual ejercida de manera efectiva conduce al mayor nivel de libertad. Crick decía que el mayor peligro para la política es creer en la voluntad general. La voluntad general, según Crick, no es la suma de las voluntades individuales, puesto que estas, por naturaleza, pueden ser divergentes y contrapuestas. La política, conducida desde la ética, armoniza y saca provecho de las divergencias. Lo contrario a la política es el totalitarismo, dado que este busca la subordinación del individuo, cosa que coincide con la conducta del régimen venezolano.
De acuerdo con esta concepción de Crick, ejercer la política es expresarnos como ciudadanos. En los países que gozan de mayores niveles de libertad esto se puede ejercitar mediante la existencia de medios de comunicación no censurados. Los medios de comunicación masivos van creando confianza sobre el hecho de que su información pueda ser confirmada y sus opinadores creíbles y equilibrados. Estos medios son el tejido para saber qué pasa y el poder analizar y juzgar. La censura equivale al desplazarnos hacia la oscuridad en la cual la ignorancia, los rumores y la desinformación no nos permiten formarnos una impresión realista de las cosas, distorsionando nuestra capacidad para juzgar. En nuestro entorno particular hay palabras prohibidas cuya ausencia imposibilita caracterizar nuestra realidad. Por ejemplo, la palabra “dictadura” está proscrita en las emisoras radiales venezolanas, situación de la cual soy testigo de ocasión. Asimismo, la tropelía de la cual fueron objeto los accionistas del diario El Nacional, poniendo de manifiesto la ausencia de un sistema judicial imparcial, es posiblemente uno de los ejemplos más grotescos de la censura.
La creación y la participación en organizaciones no gubernamentales que sirvan de contrapeso haciendo seguimiento, auditoría o contraloría a actividades o funciones públicas también es una forma de participación política. Transparencia Venezuela es un ejemplo de este tipo de organizaciones; de las que se deben privilegiar en toda sociedad.
La lista de vías para ingresar en la política también incluye a los gremios empresariales como mecanismos de debate, crítica ilustrada y construcción de consensos sobre políticas públicas. Así mismo, la existencia de sindicatos de trabajadores libres, cuando estos se agrupan fuera de las empresas individuales. No obstante, tal vez entre las organizaciones más importantes de toda sociedad se encuentran las academias conformadas por cuerpos colegiados, dado que su estructura está basada en el mérito y el reconocimiento de sus miembros. La existencia, actividad y visibilidad de este tipo de organizaciones da vida a la diversidad y a las libertades en una sociedad, aun cuando esa sociedad se vea limitada por un gobierno autoritario. Es así como el ciudadano puede influir en su entorno colectivo. De estas organizaciones suelen surgir individuos destacados, referentes que toda sociedad necesita como guía para entenderse a sí misma y definirse, posibilitando el llegar a consensos sobre sus propósitos y aspiraciones comunes.
Defender la libertad
Hay ejemplos internacionales de este tipo de referentes, personas como Mohamed El-Erian, economista y empresario americano de origen egipcio, quien ha influido significativamente en las políticas de la economía americana a lo largo de los últimos quince años, desde la empresa privada. Más aún, El-Erian ha sido nombrado entre las 500 personas más influyentes del planeta. Otro es Elon Musk, promotor de la automotriz Tesla, quien ha contribuido en reinventar la industria automotriz mundial, así como la espacial, y manifiesta querer llevar al ser humano a convertirse en una especie multiplanetaria. En Venezuela tenemos pocos de estos referentes locales, guardando las escalas, y su ausencia se traduce en una sociedad huérfana y necesitada.
Para Ayn Rand, filósofa y escritora de origen ruso, la política, como actividad, debe estar ejercida por el ciudadano en función de sus necesidades y, por ende, este debe luchar contra el intervencionismo estatal y en defensa de sus derechos individuales. Lo que propone Rand es la lucha del empresario contra el intervencionismo subyugante del Estado, dado que el empresario es el único cuyo esfuerzo verdaderamente crea riqueza. Y justamente lo que necesita Venezuela es generación de riqueza y libertad.
Para poder generar cambios hay que expresarse. En ese sentido, la activista americana Carrie Chapman Catt, a quien se le atribuye una participación trascendental en la aprobación de la enmienda constitucional de EE.UU. que otorgó a las mujeres el derecho al voto en 1920, sostenía que “ninguna ley escrita es más fuerte que la costumbre popular apoyada por la opinión pública”.
Por su parte, Francis Fukuyama en su libro Los orígenes del orden político, establece que una definición fundamental de la libertad humana es la habilidad de las personas para gobernarse a sí mismas; esto es evitar la subordinación a personas que juzgan como menos valiosas. El liderazgo político emerge, inicialmente, porque los miembros de una comunidad admiran a un individuo cuyo coraje, sabiduría, o su habilidad para dirimir disputas de manera justa es superior a los demás. De esta manera, si la política es la lucha por el liderazgo, también es una historia de los seguidores y la disposición de una gran masa de personas en concederles a los líderes un estatus más alto que el que se asignan a sí mismos, por ende, subordinándose a estos líderes. En una comunidad cohesionada, por lo tanto exitosa, esta subordinación es voluntaria y genera la aceptación del derecho del líder a gobernar, generándose así su legitimidad.
En un mundo de personas electas a importantísimos cargos de representación pública que lucen confundidos, como un Donald Trump buscando hacer trampas al sistema electoral americano; un Boris Johnson privilegiando pingües de fiestas privadas al imperio de la ley debe simbolizar el cargo que él mismo ostenta en Inglaterra; un Pedro Castillo en Perú, absolutamente incapaz de estructurar un gabinete de Gobierno; o un Nicolás Maduro pretendiendo someter al ciudadano venezolano, siguiendo la conducta del chino Xi Jinping, como meros ejemplos; la herramienta fundamental para influir en un cambio del entorno es alzar la voz y esto se hace más necesario cuando el entorno es de dictadura.
Según Pericles, abogado, magistrado, general, político y orador de la antigua Atenas, “la libertad es la segura posesión solo de aquellos que tienen el coraje suficiente para defenderla”.
@jpolalquiaga