El conocimiento se transforma, por el aprendizaje que nos deja, intentar entender el comportamiento y las necesidades del ser humano y adoptar maneras más amables de vivir el día a día. La ingeniería, como otras tantas profesiones, se orienta a la conceptualización, el diseño, la construcción, la operación y el mantenimiento de obras, cuya razón de ser es la prestación de un servicio destinado al bien común.
Los caminos de antaño surgieron desde sendas para el traslado a pie o a lomo de animales, acortando las distancias. Desde allí con la invención de la rueda fueron apareciendo las carretas, los ferrocarriles, los vehículos automotores y otro tanto de medios de transporte. Esos caminos fueron adoptando características diversas, a partir del diseño que buscaba crear una infraestructura de servicio de transporte, acorde con lo que se vislumbraba como prioridad y por lo que se ve era el vehículo automotor y en especial el vehículo particular el de mayor preponderancia; al menos así se aprecia en gran parte de la red de vías de Venezuela. Sin juzgar la pertinencia o no de ese modelo en donde mover al vehículo es la prioridad, lo cierto es que tenemos una trama de carreteras y autopistas que discurre por todo el territorio nacional, interconectando regiones, que permite incluso la conexión internacional con Colombia y Brasil.
La realidad de los compromisos con los ciudadanos a nivel mundial, hacia la preservación del entorno, cada vez demanda más atención a las formas sobre dónde y cómo nos movemos; así, algunas ciudades se convirtieron en referencia, por calles en las que predomina el medio más antiguo de desplazarse, el recurso más natural y a la mano, el de caminar.
Virando la mirada a lo local, en busca de las ciudades y la cotidianidad de sus habitantes, los profesionales estamos trabajando en propuestas para un proceso de transformación sobre la base de un nuevo modelo de gestión. De allí el esfuerzo por propiciar los cambios en las políticas públicas, para pasar del transporte tradicional a un sistema integrado de movilidad y accesibilidad: planear, diseñar y operar sistemas viales, de tal manera que las demoras inducidas a los usuarios sean mínimas, aumentando el rendimiento y la seguridad de las vías existentes, modificando conscientemente su estructura física. Los planes de circulación deben procurar alternativas para una operación del tránsito menos congestionada, garantizando la humanización del espacio y su reapropiación, la disminución de los tiempos de viaje promedio, la prioridad al transporte público, la seguridad vial y el cumplimiento del marco regulatorio y sancionatorio.
Ese modelo transformador de movilidad y accesibilidad sostenible supone, entre otras cosas, la conservación de la infraestructura de servicio existente y la construcción de obras necesarias, para incentivar el uso de otros modos de transporte, siempre y cuando se ofrezcan previamente opciones para que sea atractivo dejar el vehículo propio. En tanto se logran alternativas de movilidad con las tendencias del progreso, es bueno saber que la concepción del diseño de vías urbanas cambió, dado que el municipio en una idea de conjunto con el territorio de ciudad; se orienta a evitar dispersión de actividades y servicios, procurar el control racional del consumo del suelo y facilitar la mezcla de usos y diversidad, con lo que se intenta evitar los traslados forzados.
Ahora bien, ingenieros, urbanistas, arquitectos, funcionarios públicos y ciudadanos en general, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de participar en políticas públicas inclusivas, que apunten a mejorar las calles que ya están en funcionamiento, así como diseñar y construir más y mejores calles en las ciudades. Así también, la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones de profesionales en principios de diseño como son inclusión, seguridad, sustentabilidad y resiliencia. Vale entonces abordar el concepto de calles compartidas, entendidas como aquellas en las que se puede compartir la sección entre peatones y vehículos que se desplazan a baja velocidad, donde la diferenciación entre el espacio para unos u otros se hace mediante dispositivos o mobiliario urbano. Con esta visión, algunas calles existentes pueden intervenirse para cambiar su vocación mediante el rediseño, tal como hemos apreciado con la incorporación de ciclocanales, donde ciclistas comparten pista con vehículos automotores, o aceras donde peatones comparten espacio con los ciclistas; así como otras actuaciones de urbanismo táctico con intervenciones temporales de reparto del espacio en una calle, que sirven como piloto para conocer el impacto en los diferentes usuarios de la vía, evaluar su factibilidad por un tiempo prolongado, y si generan beneficios a peatones, ciclistas y automóviles.
Para avanzar hacia calles más humanas el compromiso pendiente es propiciar un mayor nivel de desarrollo institucional; retomar el deber ser de acometer obras con base en proyectos y estudios previos; trabajar para acabar con la inequidad en el uso de la infraestructura; fortalecer las políticas públicas en materia de movilidad y accesibilidad; así como generar información sólida y periódica sobre las variables del tránsito que son indispensables en los procesos de toma de decisión.