En la aldea
03 enero 2025

Venezolanofobia, o los inmigrantes de mi vida

Un vecino chileno, un electricista uruguayo, el ecuatoriano del quiosco de periódicos, el haitiano vendedor de helados, el librero argentino, la costurera colombiana, el albañil ecuatoriano, el carpintero trinitario. La autora habla de algo que es cercano a todos los venezolanos, transversal a generaciones completas que, desde la era democrática en particular, el país fue receptor de migrantes de Latinoamérica; gente trabajadora y emprendedora, que vieron en Venezuela un destino seguro y confiable para establecer negocio y familia. ¿Por qué el maltrato y la xenofobia a los migrantes venezolanos en el Continente?

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Sonia Chocrón | 10 febrero 2022

Tengo para mí que desde siempre Venezuela ha sido receptora -como una generosa y vieja matrona- de los hijos ajenos que a ella han acudido en busca de protección y hogar. (Sí: suena a la canción de “la gallina busca / el maíz y el trigo / para sus pollitos / y les presta abrigo…). De mis años escolares recuerdo a mi profesora de Biología, una uruguaya excelsa, de pelo muy negro y elegancia natural, que me marcó por su sobriedad y el peso de su sola presencia con autoridad innata. Tenía un tic en el brazo derecho -que encogía hacia adelante o hacia atrás como quien maneja la palanca de un carro sincrónico. Otro profesor, el de deportes, de quien todas las niñas estábamos enamoradas porque era guapísimo, fornido por todas partes, y nos enseñaba a jugar basquetbol y voleibol con respeto y dulzura al mismo tiempo; su piel bronceada como una panela de papelón y su pelo largo y enrulado, y que nos repetía con su chilenísimo acento: ustedes no pueden quitarle la vista al contrario, pó; porque lo que tienen es que “pescare la pelota, pó”.

Durante mis años universitarios en mi alma mater, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), imposible olvidar a todos los sacerdotes-profesores que venían de la madre patria y estaban repartidos en las más diversas áreas. En especial, el Padre del Rey, que sabiéndome judía, siempre me daba la bendición al verme, cosa que yo agradecía (y él lo sabía) porque las bendiciones me dan alivio. O el propio director de la Escuela de Comunicación Social, el mexicanoCarlos López Gómez, con el casco de motorizado encaramado sobre su testa cana y su moto intrépida, llamándome, el muy chilango, “chaparrita de oro”. Y a mi querido compañero de clase, Francisco (Pancho) Celedón, refugiado político de Chile y hoy de regreso en su tierra, asesor de los presidentes chilenos más emblemáticos de la democracia.

Fue por esos tiempos de la carrera cuando la lectura se nos hizo rutina y comenzamos a frecuentar la Librería Lectura y confiábamos a pie juntillas en las sugerencias de Walter Rodríguez, nuestro argentino librero. Ni qué decir del cercano Víctor García, también del Cono Sur, refugiado en Venezuela del terror natal.

“Bebé venezolano muere por disparos de la Guardia Costera de Trinidad y Tobago”

Diario El Impulso, 7 de enero de 2022

Ya en el mercado laboral imposible pasar por alto a todos los cubanos que habían hecho hogar en los canales de televisión venezolana, como el inolvidable y amabilísimo Arquímedes Rivero, “El zar de las telenovelas”, con quien no pocas veces conversé, coincidí, y a quien aprecié; o el argentino Manolo Muñoz Rico de quien no pocas veces diferí, me hizo rabiar y hasta me escondí en algún pasillo para evitarlo; pero en especial, intacto en mi memoria, alguien que fue clave para el resto de mis pasos en la televisión: un semiólogo de Córdoba, Argentina, (que cuando hablaba prolongaba las vocales con un cantito de ritmo juguetón), Don Oscar Moraña, jefe del Departamento de Semiología de RCTV (Sí, ya para entonces, años ‘80, en Radio Caracas Televisión tenían un departamento de semiología).

Moraña fue mi mentor, fue mi amigo, fue mi maestro. Un caballero, un genio: un hombre que no solo era sabio sino amigo de sabios, se carteaba nada más y nada menos que con Umberto Eco y Christian Metz. Y me enseñó casi todo lo que sé sobre cómo escribir para la TV. Ni qué hablar del ilustradísimo Luis Yslas, editor de uno de mis libros de poesía. Peruano discreto, laborioso, sereno. En fin.

Hay días en los que me pregunto si ¿es que acaso Venezuela solo recibió durante años a la flor y nata de la intelectualidad de los países en crisis, o de los países abducidos por crueles dictaduras, o de aquellos países hundidos en la ruina?, ¿no recibimos nunca otra inmigración que fuera pobre, desesperada, olvidada hasta de Dios, víctimas del destino y de la vileza de sus circunstancias?, ¿nunca llegó a Venezuela otra inmigración que fuera lega, en condiciones miserables, incluso alguna con malas mañas? Imagino que sí. De esto y de aquello se cuecen habas en todas partes.

“No hay que ser muy avezado para reconocer desde lejos el riesgo de exaltar los prejuicios, avivar y propagar la impredecible y resbaladiza llama de la xenofobia”

Y sin embargo, salvo error u omisión, no recuerdo en Venezuela manifestación alguna que exigiera la expulsión de todos nuestros inquilinos foráneos.

Todo esto lo traigo a colación sabiendo que en la vida de todos, y de todos los venezolanos, han pasado inmigrantes que han sido figuras clave no digo ya para la historia propia de Venezuela -que por supuesto- sino huella indeleble en la biografía particular del ciudadano común. Un vecino chileno, un electricista uruguayo, el ecuatoriano del quiosco de periódicos. El haitiano vendedor de helados a las puertas de las escuelas, la costurera colombiana, el albañil ecuatoriano, el carpintero trinitario.

Todo esto lo traigo a colación por las manifestaciones odiosas de venezolanófobos en distintas partes del mundo, pero más dolorosamente aún en la propia América Latina, desde donde durante décadas, Venezuela recibió también inmigrantes, exiliados de todo tipo, de los buenos y de los menos buenos. Traigo esto a colación porque desde hace unos meses me disgustan las noticias de acoso, vilipendio, humillación, a venezolanos que han huido de esta desgracia endógena llamada chavismo y Cía.

Leo titulares así: “Manifestantes en Chile queman campamentos de migrantes venezolanos”. “El detonante de esta ola de indignación ciudadana fue la agresión sufrida por dos agentes de Carabineros a manos de cuatro ciudadanos venezolanos durante un control policial realizado el martes 25 de enero, 2022”. Dice el diario El Comercio.

Sin embargo, hay antecedentes muy anteriores, de 2019, por ejemplo: Bogotá, 1 dic. (Reuters) – “Daniels Herrera permaneció en silencio la semana pasada durante su largo camino a casa desde el trabajo en la capital colombiana, Bogotá, luego de las violentas protestas, temeroso de que su acento venezolano lo delatara”. En esa ocasión, fueron deportados más de 50 venezolanos que participaron en los disturbios.

Esta medida llevó a la gente a creer que los venezolanos fueron quienes causaron todos los problemas”, aseguró Ronald Rodríguez, director del Observatorio sobre Venezuela en la Universidad de Rosario en Bogotá.

Perú regresó en junio a cientos de emigrantes venezolanos con antecedentes penales y en septiembre se difundieron rumores en las redes sociales que los acusaban de intentar secuestrar a niños. El ministro del Interior de Perú dijo que no eran ciertos y advirtió contra la xenofobia”.

Los ataques xenofóbicos contra los migrantes venezolanos en Perú siguen en aumento”. El Nacional, 1 de febrero de 2022.

Y al menos, un titular que aliviana, del 3 de febrero de 2022, del Diario Las Américas: “Se implementará el Plan Regional de Respuesta para Refugiados y Migrantes Venezolanos y se abogará por un ‘diálogo de alto nivel’ entre Chile y Naciones Unidas”. Ojalá.

Mucho me temo que algunos sectores políticos de esta Latinoamérica nuestra, con una ayudita de ciertos medios de comunicación y alguna parte de la ciudadanía, podrían estar instrumentalizando la migración venezolana para propagar la idea de un enemigo común, vaya uno a saber con qué fin. No pongo en duda la posibilidad de que exista algún grupo de venezolanos infiltrados por la propia tiranía endógena para desestabilizar otros gobiernos, tendencias políticas, candidatos de la región.

Pero agreguemos para completar el titular más reciente: “Bebé venezolano muere por disparos de la Guardia Costera de Trinidad y Tobago”, 7 de enero de 2022, Diario El Impulso.

No hay que ser muy avezado para reconocer desde lejos el riesgo de exaltar los prejuicios, avivar y propagar la impredecible y resbaladiza llama de la xenofobia.

Peligro. Peligro.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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