Los últimos días se ha propagado, como un virus o una nueva variante, una percepción que trata de imponer la idea que todo “se arregló”. Que contamos con perspectivas positivas y que debemos alejarnos de planteamientos políticos que solo profundizan un problema y que la mejor solución para salir adelante es dejar que aquellos que han destruido Venezuela, y han hecho lo que les ha dado la gana, lo sigan haciendo. Como si el esquema de la destrucción del país fuera producto de un conflicto político y no de un sistema destructor del desarrollo, los derechos, y la democracia.
Venimos de una situación crítica. No le decimos Emergencia Humanitaria Compleja de gratis: sin tener un conflicto armado o un desastre natural, una inmensa parte de la población no tiene garantizado ni siquiera el alimento, mucho menos su bienestar. Quienes la causaron, son precisamente quienes nos quieren normalizar esta realidad.
Es verdad que llegamos al punto en el cual la calidad de vida es una hipótesis y el futuro es un lujo que las mayorías no pueden darse. Estábamos tan mal, y empeoramos tanto, que perdimos la perspectiva.
Se debe ser bien mezquino para criticar a una población para la cual, desde hace rato, lo básico es un lujo; que se complicó el comer, que se empobreció sin darse cuenta, donde la supervivencia económica marca la dinámica de las necesidades. La supervivencia económica sigue siendo un reto aún en un país que empieza a tener algunos indicios de mejora en sueldos por la dolarización. Pero aunque a esa dolarización se accede más que antes, la precariedad y la supervivencia siguen marcando la pauta para las grandes mayorías del país.
El quehacer depende de algo más que algunos dólares rodando. Si bien el país se redujo a estas pequeñas expresiones de importación llamadas bodegones, a consorcios pequeños, pero impresionantemente dominantes de quienes tienen favores y privilegios del régimen y dinámicas que giren alrededor de “enchufados” que mueven los pocos recursos que tienes nuestra economía. Los problemas que tenemos necesitan algo más que una mini economía generando dinero, mal distribuido, pero llegando a solventar necesidades que ayer se cubrían con mucha más dificultad.
La necesidad que sufrimos, no puede encerrarnos en una burbuja llena de anaqueles, pero carente de universidades que promuevan oportunidades. Burbujas de pequeñas mejoras salariales en dólares, pero sin derechos. Vivimos en una burbuja donde se intercambian libertades por un poco más de ingreso, sin medios para generar opinión, sin jóvenes que puedan surgir, sin movilidad social que permita que el país no sólo tenga perspectivas positivas para el que ya tiene dinero, sino derechos y oportunidades para todos.
Son quienes más lo necesitan los que más tomarán las aperturas que genere este sistema, y no se les puede culpar ni juzgar. Pero los liderazgos políticos hoy quieren normalizar esta perspectiva limitada a solamente darte un poco de movilidad en tu dinero. Esa no es la solución que hoy necesitamos. Por culpa de este contexto ausente de poder de decisión no podemos dejar que se imponga la necesidad inmediata sobre las soluciones reales que esperamos los venezolanos.
Quien hoy plantee que la vía para arreglar el país es normalizar esta realidad trastornada, parece omitir la enorme desigualdad y el desarrollo real que necesita un país. Por más dólares que estén circulando, sin derechos, libertad, educación y desarrollo, nunca se podrá transformar la sociedad.
Simplemente se rindieron algunos, incapaces de hacer resistencia, incapaces de planear alternativas y soluciones, simplemente se rindieron. Son empresarios que hoy reducidos y controlados, por la desesperación son guiados al secuestrador buscando beneficios. Son dirigentes políticos, que perdieron al dirigido y cansados de la persecución hoy quieren normalizar esta oligarquía formada, y este sistema de beneficios y privilegios que solo se muestra “un poco más libre” luego de haber acabado con todo lo que no representara sus intereses. Son más de 20 años de mucho odio y destrucción que pesan sobre los hombros de quienes no derrotaron, solo se rindieron tras no tener el éxito esperado al plantarse en la acera de enfrente y consideran que hoy la tarea es muy dura.
Es el mismo virus que hace que el régimen se nos olvide, que causaron esto, que nos trajeron hasta acá y solo pensemos en criticarnos entre nosotros. El virus hace que planteemos la coexistencia solo porque nos vemos lejos de hacer planteamientos ante los abusos. Es el virus que nos hace marcar posiciones acomodaticias con agendas y cálculos personales. Es el mismo virus que necesita hacer política para plantear lo anormal de esta supuesta normalidad.
Venezuela mejoró… para el que tiene dinero. Para todos los demás, que deben surgir, encontrar oportunidades y desarrollarse, siguen siendo otros países los que le brindan esas posibilidades que este país dejo de darlas.
Para los que aquí seguimos, el debate está que la situación que se nos hizo tan difícil, que empezamos a ver con buenos ojos las cositas que nos pusieron la pecera tibia, y nos aferramos a ellas con tal de no morir hervidos mientras seguía subiendo la temperatura. Pero bajo ninguna circunstancia se puede perder el foco, y mucho menos perder la aspiración a lo que podemos ser.
Aplaudo que, aunque a la oposición la redujeron y cercaron lo más que pudieron, mantiene vigente la bandera en defensa de los derechos y libertades, para que no se usara más la corrupción potenciando el terrorismo de Estado, para que la institucionalidad no se siga utilizando en beneficio de la corrupción. Aplaudo que hoy siga existiendo una Asamblea Nacional que, sin hemiciclo, perseguidos, extorsionados y encarcelados, plantea que sí existe una acera de enfrente. Aplaudo que existan hoy personas que no solo buscan en el país un buen sueldo, sino desarrollo real, organizándose, creciendo y articulándose.
Acompañemos todas esas iniciativas que hoy plantean que esto no está bien y que desde la exigencia de derechos, libertades y el desarrollo, podemos alcanzar algo completamente distinto a la normalización de la necesidad y del control social. Que la política no sea una transacción y que los problemas sean algo más que la necesidad económica. Venezuela se va a arreglar porque todos en esta situación no nos rendimos y acercaremos el país a lo que realmente vemos como normal. Ese país verdaderamente normal es un país libre y democrático, y lo alcanzaremos a través de la articulación entre nosotros, la sociedad, los partidos, los gremios, de todas las fuerzas que exijan y no normalicen.
Ni la peor crisis de la historia hará que elijamos masivamente a Barrabás, a cambio de pan y circo.
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