En la aldea
26 diciembre 2024

Todo cambio pasa por descubrir la mentira, la verdad nos hace libres

“Estamos en el reino de la mentira, para librarnos de ella es necesario jugar otro juego, salirnos del guion”. ¿Qué hace posible la mentira? El poder. El bodegón existe, eso es verdad, está ahí. Dudamos que sea un signo de crecimiento económico. No es verdad ni el bienestar ni el progreso que se anuncia. La economía de bodegones le sirve a la autora de excusa para hablar de la mentira que se vive en el país. Mientras, en las zonas populares, “ya no hay líderes comunitarios sino jefes que vigilan y entregan cajas CLAP para mitigar el hambre que produjeron”.

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Mirla Pérez | 20 enero 2022

Vivir en la mentira produce una realidad ficcional. El artífice elabora constructos seudoreales que seducen a quienes desprevenidos transitan esa “realidad”. Veamos de cerca estas construcciones. Me centraré en un elemento que viene ganando relevancia: la economía de bodegones.

El boom generado en Venezuela por esta práctica económica es una ficción, pero quienes tienen el poder están interesados en dar notoriedad a esta mentira porque les permite la manipulación de la ilusión. Los datos reales no dan para sostener a estos regímenes, si se recurre a la verdad tendrían que reconocer la profunda crisis que atravesamos como país y dimitir. La pregunta sobre ¿qué hace posible la mentira?, va teniendo una respuesta rápida: el poder.

Si la base del sistema es la mentira, ¿por qué la verdad es la gran amenaza? No solo porque es su contrario, sino porque implica la vida vivida de hombres y mujeres reales, en circunstancias igualmente reales. Porque implica reconocer que lo que ocurre corresponde con la percepción de lo vivido, roza nuestra piel, lo escuchamos, lo vemos, lo sentimos, lo padecemos. La verdad está ahí. El hambre se vive, duele, debilita, mata. Nuestra gente lo ha venido sintiendo por años.

“Ante el ‘progreso de los bodegones’ de Maduro, los venezolanos se preguntan a diario: ‘¿Cómo se puede pensar en progreso cuando no hay luz?’”

El bodegón existe, eso es verdad, está ahí. Dudamos que sea un signo de crecimiento económico. Ante la afirmación: “El país da señal de mejoría económica, hay más dólares, hay más comercio, la gente come mejor…”. No es verdad ni el bienestar ni el progreso que se anuncia o declara. ¿De qué país estamos hablando?, ¿en quién piensan como el sujeto de esa riqueza?

La economía de bodegones me sirve de excusa para hablar de la mentira. El poder de los que mandan en Venezuela empieza desde el momento en que sus ficciones son creídas. Es ahí donde toman importancia los temas, los tópicos, las prácticas comunes, sean estas económicas, culturales, sociales, educativas, de servicio, etc. Cuando logran esclavizar en nombre de la libertad, ¿de qué está hecha esa ficción?

Si no dudamos de la “verdad” del régimen, estaremos presos en sus mentiras. Solo la verdad nos libera. Cuando seamos capaces de transitar un camino completamente fuera del señalado por ellos, podremos empezar a ganar la libertad. Cuando seamos disonantes y desobedientes, le habremos gritado en su cara que no le creemos.

“Ni para los negocios domésticos dan los servicios públicos, ni bodegones, ni bodegas, ni ventas de hielo. ¿Desde dónde se puede pensar el bienestar o desarrollo? La mentira se convierte, así, en la fortaleza del tirano”

Les propongo que leamos atentamente la interpretación que sobre la mentira hace Václav Havel, va a fondo, aunque lo ha escrito en condiciones distintas a las nuestras, se cruza con nuestra realidad, o mejor, las dos realidades comparten una misma naturaleza.

Václav habla de postotalitarismo, prefiero hablar de totalitarismo como ejercicio pleno del sometimiento, dominación en plena ejecución, colonización de todos los aspectos de la vida del sujeto. Leamos atentamente:

El sistema postotalitario con sus pretensiones toca al individuo casi a cada paso. Obviamente lo toca con los guantes de la ideología. De ahí que en él la vida esté atravesada de una red de hipocresías y de mentiras: al poder de la burocracia se le llama poder del pueblo; a la clase obrera se la esclaviza en nombre de la clase obrera; la humillación total del hombre se contrabandea como su definitiva liberación; al aislamiento de las informaciones se le llama divulgación; a la manipulación autoritaria se la llama control público del poder y a la arbitrariedad, aplicación del orden jurídico; a la asfixia de la cultura se la llama desarrollo; a la práctica cada vez más difundida de la política imperialista se la difunde como la forma más alta de democracia; a la prohibición de un pensamiento independiente, como la concepción más científica del mundo; a la ocupación como ayuda fraterna. El poder es prisionero de sus propias mentiras y, por tanto, tiene que estar diciendo continuamente falsedades”. (Tomado de El poder de los que no tienen poder).

No hay, ni puede haber, un tópico que se escape a la dominación. La mano invisible de la ideología es un guante de terciopelo, sutil e implacable. Lanza la idea, le da estructura, recorre todos los ámbitos de la vida, no es necesario ser creída ni seguida, está ahí. En distintos momentos, tocando a todas las personas y estructuras. La ideología se declara, se libera como objeto punzante que tendrá una mano que lo hinque, habrá un aparato que lo haga viable.

Pensemos en el “poder popular”, la gran consigna, institución que abre cauce a la nomenclatura, da relevancia a la burocracia, quita poder real a la fuente de poder: el pueblo. Lo desnaturaliza y lo hace instrumento para desplazarlo y eliminarlo. Se necesita un hombre “nuevo”, un pueblo de hombres “nuevos”, de hombres ideologizados, obedientes, ciegos, sin cultura sin identidad. Se lo han propuesto, no significa que lo hayan logrado ni aquí ni allá.

“La mentira es la norma, no solo es contenido, es el sentido de cuanto se piensa y se practica (…) ¿se consultó, en algún momento, la pertinencia del aparato comunal?”

La relación imperial es vital para estos regímenes, es realmente su fuente de poder, el pueblo ha sido desplazado por el imperio; en el caso venezolano, el imperio cubano, fundamentalmente, pero eso no se dice, su omisión es ya una mentira. La democracia en este marco es una impostura, es la exaltación del vínculo imperial. Se hace fuerte la relación colonia-metrópoli en detrimento del real poder popular. ¿Tendremos conciencia de lo que esto significa? Entre otras cosas, las decisiones sobre política interna o política internacional dependen, esencialmente, de la metrópoli. Bajo esta relación, ¿puede plantearse una salida o entrega del poder? La línea de obediencia está clara.

En ese juego de la hipocresía y la mentira, la ocupación se convierte, para el régimen, en ayuda mutua. ¿Mutua?, ¿hay reciprocidad en los mecanismos que obligan a unos a aceptar la imposición del otro?, ¿se consultó, en algún momento, la pertinencia del aparato comunal? Desde esta lógica han venido ocupando las comunidades, limitando cada vez más las posibilidades de autodeterminarse en libertad, ya no hay líderes comunitarios sino jefes que vigilan y entregan cajas CLAP para mitigar el hambre que produjeron.

La mentira es la norma, no solo es contenido, es el sentido de cuanto se piensa y se practica. La alocución “presidencial” de Nicolás Maduro, deja clara cada palabra acá pronunciada: “Venezuela alcanzó una mejoría sustancial con la disminución de la pobreza general de 18.4% a 17.7%”. Ni el punto de partida, ni el de llegada son reales. Una ficción que produce muerte y desplazamiento forzoso por hambre. Cerramos el año 2021 con más de seis millones (6.000.000) de desplazados. Se dice rápido.

“Cerramos el año 2021 con más de seis millones (6.000.000) de desplazados. Se dice rápido”

Maduro continúa diciendo: “Propongo un nuevo sistema 2022-2030 de transición al Socialismo, basado en la práctica, en la verdad y en nuestros sueños”. Lanza de frente su perpetuidad, ocho años más, que los construirá con base en la “verdad” de la mentira de cada dato que ofrece, por ejemplo “95% de vacunados”. Sólo desde la impostura, la amoralidad, puede crear la base del poder.

Mientras que la mentira tiene su reino en el Palacio Federal Legislativo, la verdad de los venezolanos lo obliga a huir del país, por un lado; y por el otro, se reinventan con las pequeñas cosas, con los pequeños negocios que le permiten sobrevivir. Ante el “progreso de los bodegones” de Maduro, los venezolanos se preguntan a diario: “¿Cómo se puede pensar en progreso cuando no hay luz? Por lo menos, las personas que venden hielo, que venden helados, que venden tetas, que venden paletas, esos tienen pérdida, porque imagínate tú, ocho horas sin luz…”. Ni para los negocios domésticos dan los servicios públicos, ni bodegones, ni bodegas, ni ventas de hielo. ¿Desde dónde se puede pensar el bienestar o desarrollo? La mentira se convierte, así, en la fortaleza del tirano.

El tirano es tal, cuando la base de su poder no está en el reconocimiento popular sino en la fuerza que infringe para mantenerse ahí. Dicho desde Michel Foucault, el tirano griego “era aquel que, tras haber conocido diversas aventuras y haber llegado a la cúspide del poder, se sentía simplemente amenazado con perderlo”. Por eso Maduro se adelanta y lanza una temporalidad sin soporte 2022-2030.

El propósito del sistema y de los que mandan es la consolidación del socialismo, los acompaña la certeza de que se pueden mantener en el poder sin que implique bienestar para la población; sin que la libertad, la verdad y la justicia tengan lugar. Estamos en el reino de la mentira, para librarnos de ella es necesario jugar otro juego, salirnos del guion, gritar el “rey está desnudo”. ¿Cómo se hace? Una de las tantas formas será: reconociendo nuestro poder. Poder real. El poder de la mayoría, el poder de los que no tenemos poder.

*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.

@mirlamargarita

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