La política en tiempos de oscuridad es una expresión reveladora, desafiante, es un tema difícil de abordar porque nos ubica en el medio de dos posibilidades, lo insoluble y lo retador. En todo caso, hay que atender el punto de partida, porque el peligro es la absoluta individualidad, aislamiento y ensimismamiento que implique el desencuentro absoluto con el otro y con la vida pública.
Esta sería la base de lo insoluble, “la retirada a la vida privada”. Unos de los elementos inquietantes de la historia de los totalitarismos es la capacidad que tienen estos regímenes para inhabilitar al sujeto, para encerrar a las personas en la resolución de sus problemas individualmente, negando lo público y privilegiando lo íntimo, lo incomunicable. ¿Qué ocurriría si la cultura en la cual se pretende implementar un sistema de esta naturaleza tiene como práctica fundamental la relación o la convivencia?, ¿qué sucedería si el sujeto del que hablamos es un homo convivalis? Hallazgo socio-antropológico de Alejandro Moreno.
En la medida que interpretamos el fenómeno totalitario nos acercamos a algunos interesantes encuentros y desencuentros, uno de ellos lo ubica Hannah Arendt, quien “considera un error fatal pensar que se puede salvar lo propiamente humano en tiempos de oscuridad salvándose cada cual a través de la calidez de relaciones interpersonales. Esta forma de retirada en la vida privada, dice, no sólo no tiene nada que ver con el mundo, sino que es, además, inhumana”.
Desde la experiencia arendtiana encontramos la vida privada y la interrelación como un constructo producido desde el individuo. La interacción como retraimiento, encierro en la vida íntima del individuo que se aíslan del mundo y se abre tan solo a otro individuo. En uno de los tantos modos posibles de dominación, la única alternativa que queda abierta es la de salvarse aislándose del mundo. A esto Arendt lo llama salida “inhumana”, porque va en contra de la condición humana, el encuentro en la pluralidad.
En este sentido su interpretación va por el siguiente camino: “Sólo seguiría siendo humana si al mismo tiempo la persona no perdiera de vista al mundo, es decir, si la realidad siguiera siendo objeto de diálogo. Por tanto, lo propiamente humano se pierde en una intimidad que ignora al mundo, sólo puede conservarse cuando uno considera a su prójimo digno de disfrutar con él del mundo, de la naturaleza y del cosmos”.
Son unas afirmaciones polémicas, pero interesantes, los caminos de la resistencia se abren de modo diferenciado, al parecer la cultura tiene mucho que ver. Si la resistencia es la vida privada, separa a la persona del mundo y eso limita la posibilidad de ser poder.
Ahora, ¿qué tal si nos encontramos con una cultura donde los límites entre lo público y lo privado es borroso, indeterminado, frágil?, ¿puede el vivir con, estar totalmente fuera de lo individual, externo al ámbito privado, lugar de lo relacional que fusiona lo público y lo privado? El homo convivalis fusiona ambos horizontes, en las comunidades populares la vida discurre en la calle, la puerta de la casa es el umbral que se atraviesa para vivir plenamente la pluralidad.
Lo público no es solo objeto de diálogo, es el diálogo mismo, es la relación que se hace trama mediata e inmediata. En el encuentro en la calle tenemos la vida de la persona, de la familia, de la comunidad, del país, de quienes se fueron y de quienes se quedaron. Para el venezolano popular es impensable e invivible una “intimidad que ignore el mundo”.
Este dato es interesante, ojalá los políticos lo tuvieran en cuenta, se dieran la oportunidad de comprender un acontecimiento humano totalmente externo al que ellos vienen pensado y conceptuando con categorías externas. Se darían cuenta que sus odres viejos no pueden contener este vino nuevo. Que las categorías hay que repensarlas, el desafío es interpretar a fondo una realidad por siglos incomprendida, me refiero al mundo-de-vida popular venezolano, a la gran mayoría que por A o por B, siempre terminamos siendo los principales responsables de esta tragedia sociopolítica.
Mucha tela que cortar con este tema, desde el Centro de Investigaciones Populares lo hemos venido trabajando hace ya mucho tiempo, los invito a que lo exploren, interroguen y vean qué posibilidades novedosas se abren fuera de lo convencional, y fuera de las comodidades que proporcionan la seguridad de tener respuestas “inequívocas” desde sus percepciones. ¿Qué tal la apertura a la otredad?
En Venezuela se produce una política que no actúa con el otro ni se plantea el poder con él; en este sentido, hay reflexión política no acción que procure desplazar la dominación y hacerse poder en la acción con el otro. Tomaré como ejemplo las elecciones inmediatamente pasadas del 21N, la mayoría decidió no votar, ¿se interpretó este hecho o simplemente se juzgó?
¿Convendría una acción capaz de crear nuevas estructuras o centrarse en las ya existentes pero no consideradas por el poder que hace “oposición” a la dominación? Estas palabras de Arendt son claves para decir cuánto quiero significar en este eterno desencuentro entre élite y pueblo, “las personas hablan y actúan, no las unas para las otras o las unas contra las otras, sino las unas con las otras”.
Nuestra autora lo señala como un hecho, pero en realidad en Venezuela es un proyecto utópico. Si se hiciera política desde ahí ya se hubieran conseguido caminos de salida, porque la acción estaría soportada en la realidad que viven los distintos sectores del país. Actuar con, implica escucha, acompañamiento, inserción, disposición a producir un camino que descoloque las verdades que ya no tienen sentido en un sistema totalitario.
La oscuridad está puesta por el sistema, el modo cómo opera está claro, lo tenemos bastante estudiado. Sin embargo, merece la pena mencionar las estrategias que van utilizando para desmontar lo poco que va quedando como referencia opositora. El concepto mismo de oposición resulta vacío de significado, porque en un sistema totalitario el propósito es eliminar toda posibilidad de ser parte de la vida pública, es la negación absoluta de la política.
En democracia el gobierno y la oposición existen en igualdad de condiciones, son necesarios, el poder se fundamenta en la diferencia y el equilibrio que se desprende de esa relación. Se trata de la política como lugar de la pluralidad. En los sistemas totalitarios, en las dictaduras, tal pluralidad no tiene sentido, se crean imposturas que le sostengan.
Ante eso es necesario reconocer la verdad y luego actuar en consecuencia. Odres nuevos para vino nuevo, de otro modo seguiremos en círculos sin poder llegar a la vía de escape. La filosofía de Arendt va colocando elementos interesantes para poder hacer hermenéutica de nuestro aquí y ahora, algo esencial es situarnos en “el milagro del comienzo”, en el nacer, en las infinitas posibilidades que tenemos de emprender nuevos caminos.
Es interesante tener en cuenta que la muerte nos iguala y eso es el chavismo, mientras que el nacimiento nos distingue, reafirma nuestra singularidad, nuestra pluralidad, posibilidad abierta a la resistencia más radical frente a este sistema. Voy dejando estas ideas que están muy lejos de ser un recetario o un manual de procedimientos. Me hago preguntas y los invito a que me acompañen a formularlas y responderlas.
No hemos transitado las múltiples y diversas posibilidades que nos pueden llevar a la libertad, estamos dando vueltas sobre el mismo eje sin ser capaces de escuchar. Da indignación ver a una gran cantidad de políticos repetir los mismos argumentos que vienen dando hace ya veinte años. Se regodean en la mentira que el régimen magistralmente plantea como verdad.
El desafío es la acción y la política, negadas por el sistema.
*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita