La primera consideración que cabe anotar sobre los resultados de las elecciones regionales del domingo 21 de noviembre en Venezuela es que los pueblos sí se equivocan. El pueblo de Venezuela se viene equivocando desde 1998 y es posible que nadie le haya hecho entender ese detalle con suficiente claridad. Es increíble que haya más de mil personas en un país con treinta millones de habitantes capaces de votar por Freddy Bernal, un individuo cuestionado desde al menos 2003, cuando ya se hablaba de que armaba y azuzaba a los colectivos del oeste de Caracas. Pues no solo ha habido mil personas que han votado por Freddy Bernal, sino 136.779 personas según el último escrutinio -hasta ahora- del Consejo Nacional Electoral (CNE). No hay razón política que pueda explicar ese fenómeno; ese fenómeno es apenas explicable desde el punto de vista de la sicología social (y aun con las herramientas de la sicología social resulta bien arduo entenderlo). Táchira es, junto con el Zulia, uno de los estados más castigados de Venezuela por la inoperancia y corrupción gubernamentales.
Para explicar las equivocaciones de millones de venezolanos que siguen votando por candidatos chavistas sobran analistas con las faltriqueras llenas de razones científicas, interesantes, plausibles. Pero no bastan. No bastarán atenuantes ni excusas sencillamente porque el voto es secreto y todo el mundo lo sabe en Venezuela; y si no lo sabe todo el mundo es porque el chavismo ha tratado de hacerle entender otra cosa, pero el chavismo no puede ser tan experto ni tan poderoso como para hacerle creer a todo el pueblo, todo el tiempo durante más de veinte años, que puede adivinar su voto por artes de babalao o por la implantación de un chip en cada papeleta que cae en la urna. Eso es imposible, incluso con el soporte de rusos y cubanos. Además, todo el mundo sabe en Venezuela que el día en que no se hacen trampas en las elecciones es precisamente el día de las votaciones. Se hacen antes y en los más diversos escenarios. Cuando pasan las votaciones y se dan los partes oficiales y los candidatos señalados toman posesión de sus cargos, se retoma el operativo electoral de cara a la próxima elección porque el Estado chavista es eso, una maquinaria estructurada y planificada para mantenerse en el poder el mayor tiempo posible.
Esta ha sido la elección donde se han enfrentado dos minorías, de modo que ahora podría dirimirse cuál sería la mayoría que no fue protagonista el 21N porque anida o tiene su potencial en ese 60% de abstención, ese grueso caudal que ya no cree en nada y da todo por perdido. Juan Guaidó y Leopoldo López son los segundos perdedores de este desencuentro, después de los primeros que son los que han llegado a la zaga de los candidatos del PSUV. Guaidó y López nunca se dieron cuenta de que el descreimiento los arrastrará a ellos también, porque la apatía y la incredulidad lo arrastran todo. Guaidó y López serán reconocidos, eso sí, como legionarios del negacionismo en un terreno distinto al de la pandemia. Mostraron su torpeza desde aquel ballet que ejecutaron juntos una mañana de abril de 2019 frente a La Carlota; allí han debido prenderse las alarmas.
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Un ingeniero caraqueño comenta por WhatsApp que hubiera podido votar cruzado para Miranda, donde le tocaba, pero no, a última hora decidió votar nulo porque no soportó que la oposición se dividiera una vez más; otro amigo, integrante de un grupo de reflexión política, da cuenta de Fuerza Vecinal, donde se han reunido los alcaldes de El Hatillo, Chacao, San Antonio de Los Altos, etcétera. Comenta sobre una flota de patrullas que casualmente estrenó Chacao hace poco, que parecía el brillante despliegue de una misión futurista que protegerá a los inocentes. En cuanto a David Uzcátegui, candidato perdedor en Miranda, de la citada Fuerza Vecinal, un habitante de Santa Eduvigis dice que jamás había visto el despliegue por internet y por la calle de tanta propaganda como la de este ex militante de Primero Justicia que hizo carrera en Baruta. En un mismo poste colgaban tres afiches idénticos del candidato, uno arriba del otro. ¿Será que su imagen por triplicado es más potable? Se sospecha en el este de Caracas que el brazo financiero de Fospuca -la empresa de recolección de basura que está cobrando en dólares lo que nunca se había cobrado en Venezuela por ese concepto- está detrás de Fuerza Vecinal y también el empresario Raúl Gorrín Belisario, flamante propietario de Globovisión, y que al final del camino se halla la aquiescencia o bendición del gobierno madurista.
La oposición ganó solo tres gobernaciones: En Cojedes conJosé Alberto Galíndez; en Nueva Esparta con Morel Rodríguez; y en Zulia con Manuel Rosales. Parece que Freddy Superlano, que protagonizó un incidente bastante desagradable cuando llegó la ayuda humanitaria por el lado de Colombia, está superando a su rival Argenis Chávez en Barinas. Sería el cuarto logro de una oposición dividida que, al menos un poco más unida, hubiese podido hacerse de diez gobernaciones. No será así. Por ejemplo, en Falcón el opositor Eliezer Sirit habría superado fácilmente al chavista Víctor Clark de haber contado con el apoyo de otro opositor, Daniel Barrios. ¿Quiénes son los tres que sí ganaron con seguridad sus gobernaciones? Gente que ya estaba en la brega política y había ocupado funciones estelares en tiempos prechavistas; gente con raíz de Acción Democrática, un partido que por esta o por otra causa sigue vigente. Rómulo Betancourt no hubiese permitido que ganaran Bernal en Táchira o Carmen Meléndez en la Alcaldía de Caracas, algo hubiese hecho el piache de la pipa.
Por lo pronto, he aquí un par de enseñanzas desde este torneo resuelto entre minorías: primero, el valor de la perseverancia, la insistencia en una idea representada en esos tres adecos o exadecos que han vuelto a figurar contra viento y marea. Ese es un mérito frente a la improvisación, por ejemplo, de Tomás Guanipa haciendo el papel de paracaidista en Libertador por muy bien que haya hecho su campaña.
El otro haber del 21N tiene nombre y apellido: Roberto Picón. Salido del Colegio San Ignacio, con experiencia en sistemas electorales, éticamente inobjetable, ha tenido que luchar silenciosamente contra el prejuicio del entreguismo al poder madurista por pasar a formar parte de una institución como el CNE. Ha superado la prueba y también lo hizo el otro representante de la oposición (Enrique Márquez) en el directorio que por fin se liberó de Tibisay Lucena. No ha sido un paso atrás, en absoluto, la incorporación de ambos y su trabajo. Será necesario recordar lo que dijo Picón en una entrevista para este mismo medio: «Si hay cuestionamientos a la legitimidad de Nicolás Maduro, debemos partir de la base de que él es quien está en Miraflores, y desde ahí empezar a trabajar para transformar esa realidad».
Más pragmático e implacable, imposible.
@sdelanuez
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