Se acabó el evento electoral en Venezuela, uno cuya campaña fue muy colorida. Aclaro, no digo esto porque haya sido emocionante ni tampoco porque haya sido una “fiesta electoral”, pues ocurrió todo lo contrario, como era de esperarse. Fue colorida porque esta vez los candidatos del PSUV (de Maduro, pues) decidieron que no habría rojo en sus pendones, ni flyers, ni ropa. Decidieron ser “verde Copei” como Georgette Topalián en Baruta; azul claro como los “independientes con Lacava” en Carabobo; o multicolor como Omar Prieto en el Zulia.
Desde luego que aquello de usar cualquier cosa menos el rojo-rojito, esconder los ojos del cada vez más olvidado Hugo Chávez, o no hablar de revolución socialista, fue parte de la estrategia de los candidatos del régimen venezolano. Su campaña se dirigió ya no a los más pobres, sino a aquellos que, con negocios legales o no (poco importa esto para el chavomadurismo), pueden comprar en bodegones, ir a los casinos, subir al Humboldt o vacacionar de vez en cuando en Morrocoy, a ver si se encuentran al cantante Zion junto a sus amigos boliburgueses.
El régimen venezolano, que ha sabido adaptarse a las circunstancias (resiliencia, como describe Paola Bautista de Alemán), sabe muy bien que hay muchas personas a las que les importa la libertad, pero la económica. Si pueden hacer dinero no es relevante la democracia, donde además seguro habría contraloría y el lavado de dinero sería castigado. “¡Imaginen ese horror!” debe pensar más de uno. No es la mayoría, claro está.
En Venezuela, tal como reflejan estudios, encuestas (aunque hoy no las queramos mucho) y la misma votación de este domingo 21N, la mayoría de la gente quiere un cambio. Un cambio real, es decir, que quienes tienen 22 años en el poder se vayan. Quieren entonces, sepan su definición ontológica o no, libertad, pues saben que solo con ella podrán vivir mejor, sin miedo, y que su voto elija de verdad. El problema de esto último es que Maduro tiene como objetivo la permanencia eterna en el poder, como todo tirano, por lo tanto su maquinaria “cívico-militar” está orientada a mantener quietos a quienes busquen democratizar al país, sea con los CLAP, con el Sistema Patria (que por cierto usaron para controlar votos el 21N), con los miembros del Consejo Comunal como vigilantes, con la represión que ha quitado tantas vidas, o con la cárcel política para los disidentes.
La oposición leal
El régimen nunca ha “jugado” en un solo tablero, para ellos realmente están “todas las opciones sobre la mesa” y así lo han demostrado. Por esa razón esconder su verdadera identidad (chavistas, socialistas, centralistas y profundamente corruptos) fue solo uno de los movimientos, pero no el principal. Gran parte de su estrategia, que va muchísimo más allá del proceso electoral como tal, fue profundizar la división opositora. Lo visto durante la lamentable campaña electoral (con sus honrosas excepciones), dejan ver que si no les salió como quisieron, se acercaron mucho.
Las regionales/municipales iban a servir para profundizar las pugnas dentro de la oposición real, es decir, la que quiere obtener el poder. Sería así porque unos acudirían a ellas y otros no. Lo sabía Maduro y lo sabíamos todos. Era “un tiro al piso”, por eso entregaron la tarjeta de la MUD (esa y solo esa), permitieron dos rectores “de nosotros” (nunca antes mejor usadas las comillas) y habilitaron a algunos dirigentes, incluso con peso importante como fue el caso de Tomás Guanipa.
Pero la jugada maestra fue crear más candidatos que, encima de la franela del PSUV, se pusieran una que se pareciera a la de un opositor. Ya tenían a los miembros de “la mesita” liderados por el gran amigo de José Luis Rodríguez Zapatero, Timoteo Zambrano, junto a Henri Falcón, así como a los llamados “alacranes” encabezados por José Brito y Luis Parra, hoy huérfanos económicos, pues su padrino Alex Saab está cantando como Pavarotti en los Estados Unidos. Les faltaba unos que tal vez fueran más potables tanto para el este de Caracas como para la comunidad internacional, y en el ego insaciable y peligroso de un sujeto como David Uzcátegui y sus tres mosqueteros (Gustavo Duque, Darwin González y Elías Sayegh), encontraron la pieza que les faltaba; la bautizaron “Fuerza Vecinal”. Al final, la idea era que esa tarjeta quedara primero que la de la MUD, para posicionar a esta “oposición” incluso a nivel internacional (no olviden la negociación en México). Por eso no permitieron que los votos de la MUD se sumaran a los de Uzcátegui, una violación de la ley con intención política, así los rectores lo hayan disfrazado.
Los errores
Lo descrito hasta ahora era algo conocido mucho antes de iniciar la campaña electoral; no hice un análisis extraordinario sino una descripción de lo que fue la oprobiosa política venezolana durante al menos los últimos seis meses. Es por ello que las acciones de los integrantes de la Unidad -o lo que queda de ella- son reprochables, y no ahora con resultados en la mano, sino desde el inicio, como hicimos muchos.
Cuando tomaron la decisión de participar en las regionales/municipales, la gran mayoría usó como argumento que “debíamos organizarnos como oposición y fortalecer la Unidad”, y que “debíamos reconectar con la gente”. Puntos válidos, sean compartidos o no, pero ¿la campaña sirvió para eso?, ¿se lograron los objetivos? Veamos uno por uno:
¿Qué tan organizados quedaron los dirigentes políticos democráticos en Venezuela? Pareciera que poco, más allá de la aparición de jóvenes que usaron estos meses para darse a conocer. De fortalecer la Unidad ni se diga. Horas antes de ver abierto el primer centro electoral, todavía estaban dirigentes, periodistas y opinadores, diciéndoles a los que ellos llaman “abstencionistas” que eran poco menos que unos delincuentes por no ir a votar.
En cuanto a los partidos se refiere, peor todavía. Salvo Un Nuevo Tiempo, hoy reducido a un partido regional pero siendo el más grande ganador de la oposición; tanto Acción Democrática (la mitad del partido sigue expropiada por el chavismo y su ficha, Bernabé Gutiérrez), como Voluntad Popular que tuvo a varios candidatos cuando era obvio que ni Leopoldo López ni Juan Guaidó apoyaban la decisión; y Primero Justicia que hoy está dividido entre el ala de Henrique Capriles y la de Juan Pablo Guanipa, no parecen haber logrado una fortaleza en sus estructuras. Esto, tomando en cuenta que hay partidos que no participaron como Encuentro Ciudadano y La Causa R.
¿La campaña logró reconectar con la gente? Depende del lugar, claro está. Seguramente Manuel Rosales en el Zulia conquistó algo más en este sentido. Sin embargo, en líneas generales pareciera que no lo lograron y la altísima abstención da cuenta de ello. Han pasado apenas horas desde el evento electoral y un análisis profundo necesita más tiempo, pero ante esta situación, creo, hay una palabra que puede definir todo muy bien: Subestimación.
La inmensa mayoría de los candidatos basaron sus campañas en movilizaciones musicales, promesas irrealizables (tomando en cuenta la realidad actual de alcaldías y gobernaciones), y jurar que son algo diferente a quienes están hoy en el poder. En este punto debo citar a Rafael Uzcátegui, coordinador general de Provea: “Ser ‘antichavista’ dejó de ser suficiente para estimular la participación electoral de la gente”. Y así pasó, no bastó con decir que Maduro era malo (como si solo fuese “malo” y no un tirano).
Tal vez si no hubiesen subestimado a la gente y realmente hubiesen usado la campaña para hablar de la defensa de los Derechos Humanos y la necesidad urgente de volver a la democracia, los ciudadanos habrían creído más y apoyado más. Es contrafáctico decirlo ahora, pero lo que suceda de aquí en adelante podría confirmar tal aseveración.
Durante la campaña sucedieron dos situaciones fundamentales en la lucha por la democracia en Venezuela: La extradición de Alex Saab y el inicio formal en el ‘Caso Venezuela 1’ de la investigación por crímenes de lesa humanidad en la Corte Penal Internacional (CPI), anunciada por el fiscal Karim Khan en frente de Nicolás Maduro y su séquito. ¿Hablaron los candidatos de eso? Pareciera que no, y si lo hicieron, fue poco.
“No les importa eso a las personas”, seguramente era el pensar. Creo que se equivocan. El primero se trata de la persona que se hizo millonaria mientras a ellos, a los ciudadanos, les daban bolsas con leche que no era leche y harina que no era harina, ¿no les importaría eso?, ¿qué tal decirles cuánta comida podría haber en cada barrio con el dinero que Maduro le dio a Alex Saab para hacer negocios con los alimentos? Y sobre la CPI, ¡imagínense ustedes! Van a investigar a los policías y jefes de policías que fueron a los barrios a ejecutar extrajudicialmente a miles de jóvenes. ¿No era un tema para hablar en cada barrio que sufrió una visita de ese grupo de exterminio que en cinco años ha sido responsable de al menos 18.000 muertes?
No hicieron nada de eso, pero sí asumieron que en Miranda, por ejemplo, una persona como Carlos Ocariz que con errores, es un demócrata a carta cabal, podría realmente concretar una candidatura unitaria con David Uzcátegui. Les pareció estratégico pensar que dos proyectos políticos tan distintos podrían ser uno solo. Fue ese el error de origen en un estado tan importante. El segundo error fue, luego, la renuncia de Ocariz cuando estaba muy claro que en Miranda iban a poner cualquier cantidad de obstáculos, incluso usando al -nada renovado- Consejo Nacional Electoral (CNE).
Esa decisión, que en efecto mostró mucha grandeza humana, no lo fue así desde el realismo político; dejó desnudo a Andrés Schloeter en Sucre y a los candidatos a concejales en Chacao, por mencionar dos ejemplos. Porque sí, cuando se negocia con gente sin palabra, pasan esas cosas. Uzcátegui no retiró a Rosiris Toro de Sucre, puesta ahí solo para dividir dañando la candidatura de un trabajador social como “Chola”, y tampoco apoyó abiertamente a Tomás Guanipa en Caracas.
Los números
Como era de esperarse, la abstención fue muy alta. La participación alcanzó apenas el 41%, de acuerdo a lo anunciado por el CNE, y tan solo tres estados no serán ocupados por militantes del PSUV: Cojedes (José Alberto Galíndez con +10 puntos de ventaja) y Zulia (Manuel Rosales con +20 puntos de ventaja) por la MUD, y Nueva Esparta (Morel Rodríguez A. con +3 puntos de ventaja) por Fuerza Vecinal.
A la hora de escribir este artículo, tanto en Barinas como en Apure se están disputando las Gobernaciones con diferencias mínimas entre los candidatos. Tendremos que esperar al conteo total para saber qué ocurrirá en esos estados.
Muchas de las encuestas, de las que hablaremos próximamente, daban ganadores a Henri Falcón en Lara, José Manuel Olivares en Vargas, David Uzcátegui en Miranda e incluso, algunas, a Antonio Ecarri en Libertador. Volvieron a fallar, suponiendo que fueron hechas para medir realmente la intención de los votos y no como métodos de propaganda.
Ya en redes se lee la excusa común de cada elección, “la abstención”. Habrá que evaluar cada caso, como dice el manual, más siendo una elección regional; sin embargo, quisiera sumar un elemento a tener en cuenta, alejado del simplismo de achacar responsabilidades a la ciudadanía: ¿No será que los candidatos no levantaron el ánimo de la gente? Tal vez aquella práctica dañina de “votar con el pañuelo en la mano” se acabó. Tal vez el venezolano ya no cae en esos chantajes. Espero que los que deben analizar estos resultados, tengan eso en cuenta.
Otro número que no debemos perder de vista, es que Súmate documentó más de 140 denuncias de irregularidades, sin contar con las acciones de los grupos paramilitares llamados colectivos en distintas partes del país, donde incluso hubo una persona fallecida a inicios de este domingo 21N, más otra, también asesinada por una camioneta que embistió a un grupo de personas en La Cañada de Urdaneta, ambos casos en el estado Zulia.
Lo que viene
De los errores hay que aprender. Un Perogrullo que después de 22 años debe ser repetido, lamentablemente. Errores comunicacionales, errores estratégicos, errores tácticos y, sobre todo, el error de no entender la naturaleza del régimen al que se enfrenta.
La tiranía venezolana, que bien puede ser comparada con algunos regímenes de naturaleza similar en la historia, ha usado herramientas del siglo XX y del siglo XI, por lo tanto, para lograr democratizar el país se debe también usar herramientas ya estudiadas en cientos de transiciones, como otras novedosas que puedan hacer frente a las formas en las que actúa Nicolás Maduro, otrora obrero hoy devenido en un capitalista, pero de esos que vigila bien quiénes manejan dichos capitales.
Para que todo ello se dé, lo primero que debe ocurrir es, en efecto, la aceptación de los muchos errores cometidos, tanto los de Juan Guaidó y el Gobierno interino; como el de los padres de la decisión de acudir al evento electoral del 21N, pues la responsabilidad de los ocurrido es de ellos, no de la gente que no votó, ni de los dirigentes que no participaron.
Hoy es más necesario que nunca, que nadie use la “bomba de humo” para no asumir errores, y reaparezca en un año para un eventual Referéndum Revocatorio, o en dos, para las presidenciales. No vale borrarse esta vez. La gente ve todo, por eso no los convencieron con caminatas “incansables”.
Aspiro, como ciudadano, a que esta vez realmente comience a ver caras nuevas en el liderazgo opositor, porque no vale pedir una reorganización de la Unidad si la aspiración es seguir estando al frente después de dos décadas.
Démosle la oportunidad a Roberto Patiño, Andrés Schloeter, Gabriel Santana, Evelyn Pinto, Ángel Subero y tantos más. Tal vez ellos sepan cómo manejar mejor lo que está ocurriendo dentro de Venezuela y fuera de ella, porque solo votando no lograremos nada, pero solo esperando a que caigan más testaferros y la CPI avance, a pesar de lo importante que es, tampoco.
Si no es todo eso junto, no ocurrirá nada que le quite el banquito en el que se sostiene a Nicolás Maduro, porque si no es así, con ayuda interna dentro de la estructura, no se podrá, y si se sigue haciendo lo que ellos quieren que hagamos, no habrá incentivo alguno para que aparezca alguien que dé ese paso.
Ya pasó -por suerte- el 21 de noviembre, espero hayan escuchado ese silencio atronador de la gente que hoy se levantó temprano a ver cómo sobrevivir, porque no tienen tiempo de leer los dimes y diretes de una dirigencia que no ha entendido nada. Espero decidan trabajar juntos, toda la oposición real que es la gran mayoría, por lo que en el fondo quiere y necesita casi todo el país: Democracia.
*Politólogo de la Universidad Central de Venezuela.
*La fotografía fue facilitada por el autor, Walter Molina Galdi, al editor de La Gran Aldea.