En la aldea
15 enero 2025

Catalina Lobo-Guerrero: “Me gustaría regresar para contar otro tipo de historias” (Fotografía por Ricardo Peña/RMTF cortesía de Prodavinci).

Catalina Lobo-Guerrero: “Es un error insistir en que tiene que ser una persona, un héroe, el que va a salvar a Venezuela”

Una periodista que vivió de primera mano el sentir de los venezolanos entre 2012 y 2015, un análisis profesional de la crisis integral que padece Venezuela: “Para una revolución una elección no vale mucho, por eso Maduro, a la media hora de los resultados [en las elecciones legislativas de 2015], ya estaba menospreciando lo ocurrido y Diosdado Cabello, a los días, dijo que entre más trataran de oponérseles, más revolución habría”. Catalina Lobo-Guerrero, en conversación con La Gran Aldea, enfatiza: “Es muy difícil actuar como bloque cuando hay tantos desacuerdos internos (…) el personalismo le ha jugado una muy mala pasada a la oposición”.

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Alejandro Hernández | 18 octubre 2021

Trabajó como corresponsal en Caracas durante años que fueron clave en el acontecer venezolano y se dio cuenta de que dentro de sus libretas de reportera “había una historia más gorda y compleja, que solamente cabía en un libro”. Esa es la base sobre la cual la periodista Catalina Lobo-Guerrero terminó por darle forma a “Los restos de la revolución: Crónica desde las entrañas de una Venezuela herida”, un libro cargado de sus vivencias entre 2012 y 2015, ese período en el cual se produjo el trance entre Hugo Chávez,  con la agudización de su enfermedad y muerte, y Nicolás Maduro. Sostiene que a Maduro todo el mundo lo subestimó, pero actuó más estratégicamente de lo que muchos pensaron y por eso sigue en el poder.

En ese lapso también se aceleró el deslave del modelo impuesto por el chavismo y el país entró en una de las mayores crisis multifactorial de la historia. Los cambios y las desventuras que observó nutren sus páginas, donde refleja a un país roto, profundamente dividido y con una gran desesperanza. “Es como si hubiesen quedado todos en el fondo de esa grieta, sin que, por ahora, haya la posibilidad de tender puentes”.

-En 2013 muchos pensaron que Nicolás Maduro duraría poco en el poder, ¿a qué atribuye que ocho años después, no solo lo conserve, sino que pareciera estar más atornillado a él?

-Creo que hay varias razones por las cuales sigue allí, lo primero que digo en el libro es que a él todo el mundo lo subestimó, tanto en la oposición, como el chavismo. Una vez que se montó actuó más estratégicamente de lo que muchos pensaron, moviéndose rápidamente en varios frentes para consolidarse; si bien no es un liderazgo respetado y tiene una legitimidad cuestionable, sí ha logrado asegurar su lugar en el poder, sacando a otras personas que en algún momento dado pudieron hacerle contrapeso. Un ejemplo importante de esto fue lo sucedido con Rafael Ramírez, que era el presidente del área económica, manejaba Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) y era quien sabía dónde estaban los recursos; pero Maduro lo quitó del camino. Recuerdo la cara de Ramírez en el momento que lo nombran canciller, lo que traducía era una expresión de: “Mierda, me sacaron”. Lo mismo ocurrió con Jorge Giordani a quien hizo renunciar.

“Otros países han logrado pararse después de guerras destructoras, por eso siempre habrá esperanza. (…) no veo todavía la posibilidad de un cambio y no quiero ir a escribir notas tristes y dolorosas”

Catalina Lobo-Guerrero

-Una estrategia muy parecida realizó con la Fuerza Armada.

-Claro, después depuró la Fuerza Armada, dándole a los militares muchas empresas y más influencia, les entregó ministerios clave, les creó un banco, un canal de televisión; todo enfocado en mejorar las condiciones de ellos y sus familias. También potenció a la Guardia Nacional, que Chávez siempre fue reacio a darle más poder y armamento, porque tenía fama de ser muy corrupta; pero Maduro vio ahí una oportunidad y actuó. Otra figura que logra sacar al poco tiempo es Miguel Rodríguez Torres, que era su ministro del Interior; pero se hablaba de un golpe de Estado y había un movimiento extraño con el Sebin, que actuaba como una rueda suelta. No se sabía a qué jugaba este general y ahora es uno de los presos del régimen. Creo que, en parte, Maduro se mantiene en el poder por haber actuado rápido para controlar las áreas estratégicas.

-En ese proceso de desarticular amenazas y posicionarse en el poder, a Maduro sólo hay un personaje que le queda por excluir: Diosdado Cabello.

-Sí, para mí allí es muy difícil saber cómo se mueven las cosas, pero por lo que he leído me doy cuenta de que Cabello ha ido perdiendo poder poco a poco y que ahora hay otras figuras con una notable ascendencia. Ya varias personas me han dicho que debemos prestarles mucha atención a los hermanos Rodríguez, sobre todo a Jorge, porque es quien ha ganado más terreno; y creo que eso se ve, no es un secreto para nadie.

-En el libro habla sobre los restos de la revolución, pero lo que estamos viendo es la ruina de todo un país.

-Los restos tienen una doble connotación, a mí me gustó la idea de “restos” porque es lo que va quedando después de todo un proceso y también porque hablo de los restos del líder original de la revolución. Yo empiezo el libro con la muerte de Chávez y lo que iba a pasar con su propio cuerpo, si lo van a embalsamar o no. Hay también una puesta en escena impresionante con la manipulación de los restos de Simón Bolívar, el tema de los difuntos es algo muy importante, que a mí me impresionó mucho estando allá, por eso es que hablo de restos y no ruinas. Ruinas me parece que es una sentencia muy dura, como de que ya todo se acabó y tal vez no es así.

“Dentro de mis conversaciones con varios historiadores venezolanos, me di cuenta de que eso de ‘ser la cuna de Bolívar’ es, en parte, una carga muy pesada de llevar”

Catalina Lobo-Guerrero

-¿En aquel momento anticipaba la deriva autoritaria que iba a tener Maduro en los tiempos venideros?

-Sería muy atrevido de mi parte ponerme a decir que yo lo veía venir, pero de alguna forma sí tenía la sensación de que con lo que ya había visto era suficiente, por eso me fui de Venezuela en 2015. Para mucha gente mi decisión resultó un poco paradójica, porque en ese momento la oposición había ganado ampliamente las elecciones legislativas, pero yo les decía que aunque, ciertamente, sí había ocurrido ese triunfo, para que haya un ganador se necesita que el perdedor acepte que perdió y reconozca al otro como triunfador. Eso no ocurrió, porque para una revolución una elección no vale mucho, por eso Maduro, a la media hora de los resultados, ya estaba menospreciando lo ocurrido y Diosdado Cabello, a los días, dijo que entre más trataran de oponérseles, más revolución habría. Ante eso era evidente que venía un choque de poderes muy bravo entre la Asamblea Nacional y el resto; y sabía que por ahí vendría, también, la represión. No veía en el horizonte nada muy bueno.

-Una de las metáforas del libro habla de una grieta entre los venezolanos, ¿qué tan profunda cree que está esa grieta hoy, después de dos décadas de chavismo?

-Creo que todo está muy roto, que es un país profundamente dividido. Las dudas que la mayoría de la gente tiene sobre el proceso denegociación en México, refleja la desconfianza que hay no solo hacia el chavismo, sino también con el sector opositor; que ha tenido muchísimas equivocaciones. Hay una orfandad muy fuerte en la sociedad civil, que ya no respeta ni a un lado ni al otro, es como si hubiesen quedado todos en el fondo de esa grieta, sin que, por ahora, haya la posibilidad de tender puentes.

-¿Como logró que lo que estaba viendo y viviendo en la calle no afectara su trabajo como reportera?

-No fue fácil, nunca es fácil. Se suele creer que porque uno es extranjero, tiene una mayor distancia afectiva y no se impacta de la misma manera; pero yo creo que una cosa fundamental para ser periodista, en cualquier lugar del mundo, es la empatía. Me preocuparía mucho si reportar cosas duras no me afectara como ser humano, porque uno no puede perder la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y si hay hechos dolorosos, es normal que tú también te afectes y eso me pasó. Decidí irme de Venezuela porque me sentía molesta y mortificada por todo lo que estaba sucediendo; empecé a sufrir de un insomnio terrible, porque estaba muy cargada por el ambiente tan polarizado, la violencia y la gran desesperanza que veía a diario.

“Si se sigue alimentando esa idea del héroe, Venezuela no va a poder construir su historia de una manera distinta”

Catalina Lobo-Guerrero

-¿En qué momento decide escribir el libro?

-El proceso de escribir el libro fue un momento de catarsis para mí, me sirvió para entender toda esa carga que llevaba encima de forma solitaria. Mientras viví en Caracas no fui capaz de redactar ni una sola línea, tuve que poner tierra de por medio, dejar pasar unos años para poder soltar todo eso y escribir con más calma y sosiego. La idea me surgió estando recién llegada como corresponsal a Venezuela, porque ahí empecé a leer todos los libros que podía sobre lo que estaba ocurriendo en el país; y me fijé que todos estaban muy concentrados en la figura de Chávez, pero me hacía falta un relato más completo que me ayudara a entender por qué el país se había transformado como lo había hecho. Por eso decido ahondar en tratar de comprender los cambios que se habían empezado a dar desde la llegada del Comandante al poder. Al final, sentía que debía tomarme un tiempo y que dentro de mis libretas de reportera había una historia más gorda y compleja, que solamente cabía en un libro. Pensaba que me lo debía a mí misma y que después de irme de allí era mi responsabilidad contar, de una mejor manera, todos esos hechos que consideré históricos y de los que fui testigo.

-¿Cómo influyeron los días de la muerte de Hugo Chávez en la decisión de hacer el libro?

-Cuando Chávez muere, mi gran pregunta era ¿qué va a pasar aquí?, desaparece el gran líder de la revolución, alguien que había dicho, sin ningún tipo de humildad, “el caos o yo”, entonces cómo iba a ser ese caos si él ya no estaba. Esta interrogante se mantuvo muy metida en mi cabeza, por lo que empecé a preguntarle a cada venezolano que me encontraba, que dónde estaba cuando se enteró de la muerte de Hugo Chávez y también que a qué le tenía miedo. Esas dos preguntas fueron guiando una reportería que, en ese instante, no sabía que iba a terminar siendo un libro, pero que sí me hablaba de la sensación de pánico colectivo que hubo en ese momento.

-Luego de la muerte de Chávez, ¿cuál definiría que fue el momento más crucial para la deriva autoritaria que vino después?

-Son varios, pero todavía recuerdo con una mezcla de asombro, temor y mucha confusión, esos días posteriores a la elección entre Henrique Capriles y Nicolás Maduro, porque había una especie de sensación de limbo. Viene la elección, pero ese mismo día, por la tarde, desde el comando de la oposición empiezan a señalar irregularidades, luego llega todo el tema de los resultados, Capriles sale a decir que no los reconoce y la comunidad internacional estaba desconcertada y sin saber qué hacer. Fue un momento muy raro y confuso, donde los votantes de la oposición creyeron que, realmente, habían ganado; hubo mucha euforia y protestas callejeras que dejaron los primeros muertos de la era madurista. Fue una sucesión de eventos muy vertiginosos, pero, finalmente, Maduro termina quedándose en el poder, aunque desde el día uno no es un presidente legítimo. Seguidamente, viene el proceso de fractura al interior de la oposición, por la forma en cómo se manejó ese momento y cómo Henrique Capriles actuó. Mucha gente que lo apoya afirma que hizo lo correcto, pero otros dicen que los traicionó. Al final, el héroe que tenían se cae del pedestal. Esas breves horas posteriores a la elección fueron decisivas para lo que sucedería después.

“Hay una orfandad muy fuerte en la sociedad civil, que ya no respeta ni a un lado ni al otro, es como si hubiesen quedado todos en el fondo de esa grieta, sin que, por ahora, haya la posibilidad de tender puentes”

Catalina Lobo-Guerrero

-¿Qué análisis tiene de la realidad actual de la oposición?

-Siento que es muy fácil ponerse a juzgar estando afuera y decir que a la oposición le ha faltado estrategia, visión, cohesión y estructura; porque creo que tampoco les ha tocado fácil: tienen muchos factores en contra y muy poco poder. Además, está el tema de los partidos, ahí existen muchas diferencias entre ellos, liderazgos complicados, problemas de ego entre otros problemas más. Es muy difícil actuar como bloque cuando hay tantos desacuerdos internos; también les ha faltado construir un proyecto que no dependa de una sola persona, el personalismo le ha jugado una muy mala pasada a la oposición. Es un error insistir en que tiene que ser una persona, un héroe, el que va a salvar la patria; en su momento fue Capriles, luego Leopoldo y después Guaidó.

-¿A qué atribuye esa fascinación que tenemos por el personalismo?

-Esta necesidad de que sea una sola persona la que encarne la posibilidad de cambio y transformación política, juega en contra de la misma oposición. Deben construir un ideal de liderazgo más colectivo, porque si se insiste en poner una sola figura será muy difícil, y ya ha quedado demostrado, una y otra vez. Son como modas pasajeras, que cuando terminan dejan a la gente huérfana. No se necesita que surja un nuevo héroe, se necesita que haya un trabajo en conjunto, donde no toda la responsabilidad recaiga en un solo individuo, porque esa es una receta para el fracaso. Me parece que nadie debería tener esa responsabilidad.

“Decidí irme de Venezuela porque me sentía molesta y mortificada por todo lo que estaba sucediendo; empecé a sufrir de un insomnio terrible, porque estaba muy cargada por el ambiente tan polarizado, la violencia y la gran desesperanza”

Catalina Lobo-Guerrero

-Esa idea de liderazgo colectivo debería impulsarse desde los partidos y es lo menos que ocurre.

-Hay partidos de partidos, algunos que han sido más personalistas, siento que Voluntad Popular está muy pegado a la cintura de su gran líder, Primero Justicia no lo veo tanto así. Por otro lado, María Corina Machado montó su propio movimiento, donde ella es la figura protagónica. Esa idea de tener tantos caciques y pocos indios ha impedido construir una alternativa más sólida. Yo desconfío, profundamente, de la gente que tiene demasiado afán de pasar a la historia, que quiere ser protagonista de la historia. Si tú te pones como propósito de vida ser el salvador de patria, ser un héroe, no sirves; porque allí tu motivación es tu propio ego, es trascender tú, pasar a la historia tú, querer ser reconocido por los libros que se escribirán y las conmemoraciones que se harán en tu nombre. Pensar así es de mentes pequeñas, en Venezuela hace falta pensar más en lo colectivo y dejar de lado esas ganas de trascendencia.

-¿Por qué cree que a la oposición le ha costado tanto pensar y construir una propuesta colectiva y unificada?

-Es como si no lograsen ver lo que sucede cuando la ambición personal de un hombre es tan desbordada y como él termina arrastrando a todo un país. No sé por qué no lo pueden ver, pero ahí hay una señal de alerta clarísima. Dentro de mis conversaciones con varios historiadores venezolanos, me di cuenta de que eso de “ser la cuna de Bolívar” es, en parte, una carga muy pesada de llevar; y si se sigue alimentando esa idea del héroe, Venezuela no va a poder construir su historia de una manera distinta.

-¿Hace cuánto no va a Venezuela y qué extraña de nuestra querida Caracas?

-Me fui a finales de diciembre del 2015 y no he vuelto desde entonces. Pienso mucho en Venezuela; y aunque físicamente no he estado allí, sí lo he estado mental y afectivamente. Siento mucho cariño y gratitud por Venezuela, por mis amigos venezolanos que me acogieron, porque siempre fueron generosos y me abrieron las puertas de sus casas, de sus familias y de su país. Lo único que tengo es una gran nostalgia, me gustaría regresar para contar otro tipo de historias. Otros países han logrado pararse después de guerras destructoras, por eso siempre habrá esperanza. También me ha dado miedo volver, porque como no veo todavía la posibilidad de un cambio y no quiero ir a escribir notas tristes y dolorosas, no quiero seguir narrando eso. Estoy esperando otro momento, sí me gustaría regresar, pero en otro momento, ojalá.

*La fotografía es cortesía y fue facilitada por la entrevistada, Catalina Lobo-Guerrero, al editor de La Gran Aldea.

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