Ha concluido la guerra en el Departamento de Venezuela. La bandera española es bajada del asta; de la Calzada es hecho prisionero y luego liberado a comienzos de 1824, cuando viaja de Puerto Cabello a La Habana. Se entregaba el último jefe realista con sus soldados.
El hombre fuerte consolida su prestigio (1821-1830)
En el mismo año de la Batalla de Carabobo, José Antonio Páez conoce a Bárbara Nieves e inicia una relación amorosa hasta el momento de la muerte de Barbarita, como la llamaban, en 1847. De tal modo que es un año de hechos esenciales en su vida. Ambos acontecimientos marcan una nueva etapa.
En febrero de 1822 el Presidente Bolívar y su Vicepresidente Santander designan autoridades en el Departamento de Venezuela. Nombran a Carlos Soublette Intendente General, el cargo más alto; a José Antonio Páez Comandante General del Departamento de Venezuela (Caracas y Barinas); a José Francisco Bermúdez igual en el Orinoco (Guayana, Margarita, Barcelona y Cumaná), y Lino de Clemente rige en Zulia (Mérida, Trujillo, Coro y Maracaibo). No sorprende que Soublette sea el Intendente, dada su cercanía con Bolívar y su largo historial en el ejército patriota.
Las discrepancias entre el Vicepresidente Santander y el jefe militar del Departamento de Venezuela, el general Páez, inician su ascenso. Ya a Páez le había molestado la designación de Soublette como Intendente, pero todavía más cuando se designó a Juan Escalona para sustituir a Soublette. Era imposible que Escalona pudiera ejercer autoridad sobre Páez, que era el jefe natural y, para colmo su enemigo. No obstante, Páez aceptó a regañadientes.
“La organización de la recaudación fiscal, la eliminación del diezmo que se le exigía a los agricultores entregar a la Iglesia católica, y la paz política alcanzada alrededor de Páez, condujo a que las cifras económicas del primer gobierno del llanero fuesen muy favorables”
En diciembre de 1824 un grupo de hombres armados intenta hacerse del armamento que estaba en Petare. De inmediato, el general Páez interviene y los dispersa, mientras ordena juzgar militarmente a algunos prisioneros, cosa que al Intendente Escalona le pareció impropia, ya que Páez no dio aviso al Intendente ni a la Corte Superior de Justicia, obviando el orden constitucional. Así se lo reclamó Escalona al gobierno en Bogotá y este le dio la razón, ordenándole al poder militar entregar al civil a los imputados, pero cuando esta comunicación llegó, ya Páez había indultado a los del intento de Petare. Primer desencuentro de la cadena.
El Vicepresidente Santander pide autorización del Senado para un Decreto sobre Conspiradores y este lo autoriza, sancionándose el Decreto el 17 de marzo de 1825. Casi de inmediato, la Municipalidad de Caracas le encarga al doctor Alejo Fortique un alegato jurídico reclamando la inconstitucionalidad del Decreto, circunstancia que viene a avivar aún más las diferencias entre el Poder Ejecutivo radicado en Bogotá, y el de la municipalidad caraqueña. Otro desencuentro.
El comandante general Páez convoca el 29 de diciembre de 1825 a la población de Caracas para un alistamiento militar solicitado por el Poder Ejecutivo desde Bogotá, y pocos acuden a la cita, cosa que lo enervó y terminó increpando a la escasa audiencia. De esta circunstancia se valió el Intendente Escalona para solicitar ante el Ejecutivo la investigación de los hechos y sus posteriores sanciones. Esto hace el Ejecutivo ante el Senado y este suspende a Páez de sus funciones, y lo ordena comparecer ante el Poder Legislativo reunido en Bogotá. Páez no acata la orden, mientras tanto es sustituido por el general Escalona, lo que fue tenido por muchos venezolanos como una ofensa a su máximo líder militar y, a partir de entonces, articularon el desconocimiento a la medida tomada, colocándose al margen de la Constitución vigente.
La Cosiata (30 de abril de 1826)
La Municipalidad de Valencia, reunida el 30 de abril de 1826, argumentando que el pueblo había caído en un disgusto supremo como consecuencia de la separación del general Páez de sus funciones, y que esta circunstancia estaba por crear una crisis nacional, acuerda restituirle el mando al general. Este acepta el 3 de mayo por medio de una proclama, y el 5 de mayo la Municipalidad de Caracas reconoce la restitución del general Páez, sumándose a lo propuesto por la de Valencia. Estos hechos, que el pueblo denominó como “La Cosiata”, aludiendo a una obra de teatro que entonces se presentaba en Valencia en la que un actor declinaba el vocablo “cosa”, fueron de suma importancia, ya que en la práctica significaban el desconocimiento del Poder Ejecutivo, radicado en Bogotá, y del texto constitucional.
El 14 de mayo de 1826 el general Páez jura ante la Municipalidad de Valencia cumplir las leyes y hacerlas cumplir, así como “no obedecer las nuevas órdenes del Gobierno de Bogotá”. El 29 de mayo en sesión solemne de la Municipalidad de Caracas juran ante José Antonio Páez, ahora Jefe Civil y Militar, las nuevas autoridades del Departamento de Venezuela. El general Santiago Mariño, segundo Jefe Militar; el doctor Cristóbal Mendoza, Intendente; el doctor Suárez Aguado, Provisor y Vicario capitular, y el doctor Francisco Javier Yanes, presidente de la Corte Superior de Justicia.
La autonomía del Departamento de Venezuela siguió manifestándose y una Asamblea Popular reunida el 5 de noviembre de 1826 en la Iglesia de San Francisco, en Caracas, solicita mediante voto popular que se instaure: “El sistema Popular Representativo Federal, como se halla establecido en los Estados Unidos de la América del Norte, en cuanto sea compatible con las costumbres, climas y particulares circunstancias de los pueblos que forman la República de Colombia”.
Se pide la remisión del Acta al Libertador, a quien invocan como mediador de la solicitud. Luego, a petición de Páez, se reúne otra Asamblea Popular el 7 de noviembre donde se asume una posición más radical en contra del Gobierno de Bogotá. Luego, el 10 de noviembre se reúne otra Asamblea Popular en Valencia, y el 13 del mismo mes, Páez señala por decreto la constitución de los colegios electorales el 10 de diciembre, y para el 10 de enero de 1827 la fecha de integración del Congreso Constituyente. Estas posiciones del general Páez tuvieron resistencia, y muchos temían que se avanzara rápidamente hacia una Guerra Civil.
Santander se queja ante Simón Bolívar del desconocimiento de la Constitución por parte de Páez y le ruega que intervenga. El Presidente Bolívar envía de avanzada a O’Leary a parlamentar con Páez para buscar una conciliación y, después de 10 días de conversaciones, en las que O’Leary intentaba que Páez se acogiera a lo dispuesto por Santander, con base en la Constitución vigente, el llanero le dijo que: “Esperaba que el Presidente no me forzaría a ser su enemigo y a destruir a Colombia con una guerra civil” (O’Leary, 1981:64-65). Como vemos, ya Bolívar sabrá a lo que se enfrenta al iniciar viaje a finales de 1826, buscando poner orden en casa.
“El año 1838 será de elecciones para el período constitucional 1839-1843, y la candidatura del general Páez no tendrá oposición, de modo que obtuvo 212 votos de los 222 existentes”
El 11 de diciembre de 1826 Bolívar le escribe a Páez una carta sutil y amenazante a la vez. ¿Buscaba ablandar al personaje que iba a domeñar? Le dice: “Contra mí el general Castillo se perdió; contra mí el general Piar se perdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra mí el general Riva Agüero se perdió y contra mí se perdió el general Torre Tagle. Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles, y vea Ud. Hasta dónde se han elevado los generales Sucre, Santander y Santa Cruz” (Bolívar, 1950: 505).
Mientras estas tensiones van en aumento, no sólo en relación con Páez en Venezuela sino en Bogotá con los seguidores de Santander y su oposición a la Constitución de Bolivia, el Libertador logra que el Congreso de Panamá tenga lugar, aunque muy lejos de la importancia que hubiera querido que tuviera. Asistieron los delegados y deliberaron, pero nada de mayor importancia para el futuro se desprendió del encuentro, más allá de cumplir con el sueño integracionista bolivariano. En verdad, el clima de descomposición de Colombia iba en aumento, mientras en Perú la unanimidad hacia Bolívar se resquebrajaba y Sucre en Bolivia batallaba con varias quimeras.
Bolívar en Caracas a poner orden (12 de enero de 1827)
En medio de flores, arcos de triunfo, coronas de laurel, bambalinas y guirnaldas, entraron juntos a Caracas El Libertador y Páez, el 12 de enero. Bolívar designó a Páez con un cargo que no figuraba en la Constitución vigente: Jefe Supremo, reconociendo así su liderazgo y colocándose al margen de la carta magna, provocando el desagrado máximo del Congreso reunido en Bogotá y del “hombre de las leyes”, el general Francisco José de Paula Santander.
Bolívar permaneció seis meses en Caracas poniendo orden en distintas ramas y consolidando con su actitud el poder de Páez, mientras en Bogotá la oposición a la Constitución de Bolivia y al propio Libertador iban en aumento. Como vemos, sofocaba la rebelión venezolana, pero al hacerlo ofendía a los constitucionalistas neogranadinos. Lograba detener la separación inmediata de Venezuela de Colombia, pero en su fuero interno comprendía que había colocado un paño caliente sobre una derrota cantada. Partió de La Guaira el 4 de julio de 1827 rumbo a Cartagena para luego subir a Bogotá por el río Magdalena: vía que recorrió infinidad de veces a lo largo de su vida. Fue la última vez que estuvo en su país natal.
La Asamblea de Valencia designa a Páez para que consagre la separación de Colombia y convoque un Congreso Constituyente (13 de enero de 1830).
Antes de la fecha enunciada tuvieron lugar las asambleas que convocó Bolívar en agosto de 1829, instándolas a manifestarse en cuanto a la Constitución que querían: pues casi todas se expresaron a favor de la separación de Colombia y en contra de Bolívar. De modo que no fue Páez el que se propuso esta tarea solo, como cierta historiografía tendenciosa señala. Es cierto que Páez buscaba la separación, pero también lo es que la mayoría así lo quería.
El acta de la Municipalidad de Valencia el 29 de noviembre de 1829, serenamente recogía la voluntad del Cabildo: “Venezuela no debe continuar unida a la Nueva Granada y Quito, porque las leyes que convienen a esos territorios no son a propósito para este, enteramente distinto por costumbres, clima y producciones, y porque en la grande extensión pierden la fuerza y energía” (Gil Fortoul, 1930: 653).
El 13 de enero el general Páez asume el mando de acuerdo con el dictamen de la Asamblea de Valencia y convoca a un Congreso Constituyente, así como a un Gabinete Ejecutivo. El Congreso se instala en la Casa de La Estrella en Valencia, el 6 de mayo de 1830, e inicia deliberaciones. El 13 de mayo el Departamento del sur de Colombia se separa y declara el estado independiente de Ecuador, al mando del venezolano Juan José Flores. Estas noticias las va recibiendo Bolívar en su viaje hacia la costa caribeña, derrotado y enfermo.
Entre tanto, el Congreso Constituyente de Valencia continúa en su tarea y la concluye el 22 de septiembre de 1830, cuando se sanciona la nueva Constitución Nacional. Entonces, se restaura la República de Venezuela, aquella que fue fundada el 5 de julio de 1811 y que se subsumió como Departamento de la República de Colombia el 17 de diciembre de 1819.
Para entonces, la experiencia constitucional se fundamentaba en las cartas magnas de 1811 (Caracas), 1819 (Angostura) y 1821 (Cúcuta). Las deliberaciones del Congreso Constituyente no condujeron a una vuelta al Federalismo de 1811, pero tampoco al Centralismo de 1819. Se redactó una Constitución que tenía de ambas improntas. Luego, el 24 de marzo de 1831, sobre la base del texto constitucional, va a ser elegido José Antonio Páez Presidente de la República.
Mientras se perfeccionaba el texto constitucional, el Congreso Constituyente, presidido por el doctor Miguel Peña, sancionó un Reglamento el 10 de julio mediante el cual el Poder Ejecutivo Provisional recaía sobre la figura del general Páez, con la denominación de Presidente del Estado de Venezuela, a su vez, Diego Bautista Urbaneja era designado Vicepresidente. Así, venía a perfeccionarse un mando de facto que detentaba Páez desde 1829, cuando la separación de Venezuela de la República de Colombia ya era un hecho de fuerza jurídica, aunque ya hemos visto como a partir de 1826, con los acontecimientos de La Cosiata, la participación de Venezuela en el proyecto grancolombiano estaba seriamente resentida.
Presidente de la República (1831-1835)
El general José Antonio Páez es elegido Presidente por el Congreso de la República el 24 de marzo de 1831, dentro de los parámetros fijados por la Constitución Nacional de 1830. La capital de la República pasa de Valencia a Caracas, con lo que muchos autores interpretan que la asesoría del doctor Miguel Peña a Páez deja de ejercer su influjo. No cabe la menor duda acerca del peso del doctor Peña en el ánimo de Páez, peso que provenía de su autoridad jurídica y de su conocimiento del mundo civil, ámbito que le era menos familiar a Páez, naturalmente. Sin embargo, sería exagerado señalar que su influencia fue tan determinante como para desplazar las cavilaciones del propio caudillo llanero, que sin duda las tenía. Así como tampoco los consejos de Soublette fueron acogidos en su totalidad por este. No hay que olvidar que Páez, a sus 42 años se acercaba a la madurez, y ya contaba con tiempo de entrenamiento en los asuntos del poder.
Según el censo oficial de 1825, en Venezuela vivían 659.000 personas, lo que hacía evidente que uno de los problemas centrales que enfrentaba la República era el de la despoblación. Por ello, el gobierno de Páez promovió la iniciativa de ofrecerles facilidades a los canarios que quisieran radicarse en el país, pero esto no trajo grandes contingentes migratorios como para cambiar el panorama nacional en lo inmediato. Años después, en 1837, una Ley General de Inmigración abriría puertas para inmigrantes de otras nacionalidades. Llegaron entre 1832 y 1859 algunos franceses, alemanes, portugueses e italianos, además de los canarios y españoles de otras regiones. Este flujo migratorio se detuvo en 1859, por efecto de la Guerra Federal, para renovarse varios años después.
El gobierno elimina los derechos de exportación, logrando un incremento inmediato en los rubros que para entonces se cultivaban en Venezuela. El tabaco, que fue cultivo principal durante el período colonial, desde hace años venía descendiendo en importancia, al punto que las exportaciones eran mínimas para la fecha. Algo similar ocurrió con el algodón, que durante La Colonia llegó a exportarse en significativas cantidades (25.000 quintales en 1803), y ya para entonces su cultivo era muy reducido. El añil, que era el tinte natural conocido en el mundo, se cultivó en Venezuela con énfasis hasta que hacia 1830 fue desplazado en sus funciones por el prusiato de hierro, que hacía sus veces.
“El escrutinio de los votos tuvo lugar el 26 de enero de 1839 en el Congreso Nacional, y el 1o de febrero asumía la [segunda] Presidencia de la República, a los 49 años de edad, el general José Antonio Páez”
Así como el cacao había sido el fruto príncipe del siglo XVIII, el café comenzó a despuntar como el principal producto a partir de 1830, ya que entre 1810 y esta fecha no experimentó ningún crecimiento. Las cifras son elocuentes: en 1836, 127.000 sacos, el doble de los 60.000 que produjo en los veinte años anteriores; en 1840, cerca de 200.000 sacos; en 1848, por encima de los 300.000 sacos. Como vemos, el crecimiento fue de alrededor del 500% en menos de veinte años. La más alta producción se alcanza en 1915, cuando en el país se produjeron 1.373.000 sacos de café, pero ya entonces el petróleo comenzaba a explotarse en Venezuela.
En lo político, Páez enfrentará los delitos de un famoso bandido que actuaba en nombre del Rey de España: Dionisio Cisneros, hasta que mediante las artes de la negociación logra pacificarlo en 1831. El Gobierno hace esfuerzos internacionales para restablecer el comercio que, dado el cambio que trajo la Independencia, se resintió severamente. A su vez, Santos Michelena, representante de Venezuela, y Lino de Pombo, representante de Nueva Granada, avanzaron en 1833 hacia la redacción de un Tratado que estableciera los límites entre Colombia y Venezuela, pero el texto nunca entró en vigencia, ya que el Congreso de la República de Venezuela no lo sancionó, lamentablemente.
En 1834 el Congreso de la República aprueba la llamada Ley del 10 de abril de 1834, que favorece la relación entre los particulares en el momento de fijar intereses por préstamos. Esta ley, de corte liberal, trajo, según unos autores, un repunte de la economía, y según otros, todo lo contrario. En verdad, al dejar en manos de los particulares la fijación de los intereses, estos bajaron, y se produjo una recuperación de los cultivos. Esta Ley, junto con la organización de la recaudación fiscal, la eliminación del diezmo que se le exigía a los agricultores entregar a la Iglesia católica, y la paz política alcanzada alrededor de Páez, condujo a que las cifras económicas del primer gobierno del llanero fuesen muy favorables.
Con todo y el éxito alcanzado por el héroe de la Independencia, el candidato que respaldó para las elecciones de 1835, el general Carlos Soublette, perdió frente al doctor José María Vargas. No obstante, Páez se retiró a su hacienda y entregó pacíficamente el poder, haciendo honor a la palabra empeñada cuando juró sobre la Constitución de 1830.
El republicano pone orden (1835-1836)
Muy pronto el presidente José María Vargas entra en diatriba con el Congreso Nacional y renuncia. El Congreso no acepta, pero la renuncia de Vargas fue interpretada por sus adversarios como una muestra de debilidad. Así fue como se estructuró una conjura en su contra que se denominó “La Revolución de las Reformas”, integrada por Santiago Mariño, Diego Ibarra, Luis Perú de Lacroix, Pedro Briceño Méndez, José Tadeo Monagas, Estanislao Rendón, Andrés Level de Goda y Pedro Carujo.
Esta asonada se expresó el 8 de julio en Caracas, cuando Carujo penetró en casa del doctor Vargas para detenerlo y se produjo un intercambio de palabras que la historia ha recogido insistentemente. Dijo Carujo: “Doctor Vargas: el mundo es de los valientes”; y Vargas le respondió: “El mundo es del hombre justo”. Después de la detención del Presidente y del Vicepresidente Andrés Narvarte, fueron embarcados ambos con rumbo a Saint Thomas, en la misma tarde del día fatídico.
Al no más conocerse la asonada, acompañada de un texto de nueve puntos en el que los conjurados querían el mando de las Fuerzas Armadas para el general Mariño, el entonces Jefe de esas mismas fuerzas, designado por Vargas para tal efecto: José Antonio Páez, se puso en marcha para dominar la situación y restablecer el hilo constitucional. Páez entra triunfante a Caracas el 28 de julio de 1835, y el 20 de agosto está de nuevo Vargas en la Presidencia de la República. El movimiento insurreccional, sin embargo, no terminó de ser derrotado sino el 1o de marzo de 1836, en Puerto Cabello.
Lo que debía hacerse con los derrotados fue la piedra de tranca entre Vargas y Páez. El primero, y sus seguidores, exigían que sobre ellos cayera todo el peso de la ley, mientras Páez abogaba por la clemencia y el indulto. La estrategia conciliadora le había servido en el pasado a Páez en distintas circunstancias, pero Vargas exigía castigos ejemplares que no fueron alcanzados, y renunció otra vez. A Vargas le fue aceptada la renuncia el 24 de abril de 1836.
Ahora vienen las presidencias interinas de Narvarte y Carreño y la primera presidencia de Carlos Soublette (1837-1839). El año 1838 será de elecciones para el período constitucional 1839-1843, y la candidatura del general Páez no tendrá oposición, de modo que obtuvo 212 votos de los 222 existentes.
Segunda Presidencia del general José Antonio Páez (1839-1843)
El escrutinio de los votos tuvo lugar el 26 de enero de 1839 en el Congreso Nacional, y el 1o de febrero asumía la Presidencia de la República, a los 49 años de edad, el general José Antonio Páez. Continuaba de Vicepresidente el general Soublette, y se designaba a Diego Bautista Urbaneja en la cartera de Interior y Justicia; en Hacienda y Relaciones Exteriores al coronel Guillermo Smith; y en Guerra y Marina al general Rafael Urdaneta.
Alrededor del periódico semanal El Venezolano, fundado por Antonio Leocadio Guzmán e impreso por primera vez el 24 de agosto de 1840, se reunía un grupo de venezolanos con voluntad para la vida pública: Tomás Sanabria, Jacinto Gutiérrez Coll, Tomás Lander y el propio Guzmán, entre otros, llegaron a redactar un programa de trabajo para la Nación. Como vemos, la aparición del periódico y el lanzamiento del programa constituyeron un acontecimiento político de gran importancia, así como una manifestación significativa de oposición al Gobierno. El sacudimiento político que trajo la aparición del periódico incitó al general Páez, quien se había hecho sustituir temporalmente por Soublette, a encargarse de nuevo de la Presidencia de la República, en septiembre de 1840.
Para la elección del Vicepresidente de la República comenzaron a escucharse distintos nombres. El período del general Soublette concluía y se oían los nombres de Santos Michelena, Diego Bautista Urbaneja, Francisco Aranda, entre otros. Desde El Venezolano, Guzmán apoyaba la candidatura de Urbaneja, pero salió electo Michelena, quizás precisamente por ello. El 29 de enero de 1841 asumió Michelena, mientras el general Páez nombraba a Soublette, hombre de su absoluta confianza, Secretario de Guerra y Marina. Ya para esta fecha los dos grandes partidos políticos del siglo XIX estaban delineados en sus características y figuras principales. Los Conservadores gobernaban, y los Liberales hacían oposición.
Por otra parte, regresaron al país Agustín Codazzi, Rafael María Baralt y Ramón Díaz, de París; ciudad en la que se habían publicado sendos trabajos encargados por el gobierno de Páez a estos autores. Resumen de la geografía de Venezuela de Codazzi y Resumen de la Historia de Venezuela de Baralt con la colaboración de Díaz, fueron dos aportes fundamentales para el mejor conocimiento del país.
Fue en junio cuando Robert H. Schomburgk, comisionado de la corona de Inglaterra para la fijación de límites en Guayana, rindió su primer informe, y en agosto de 1841 el segundo, y fijó la bandera inglesa en Barima, Amacuro y Cuyuní, con lo que desconocía territorios que pertenecían a Venezuela y se los atribuía a la Guayana Inglesa. Estos informes de Schomburgk, entregados entre 1841 y 1843, fueron la base documental que presentó Inglaterra ante el Tribunal Arbitral de París en 1898 y 1899, tribunal que instituyó el despojo por parte de Inglaterra de territorios venezolanos.
El Congreso de la República decreta el 30 de abril de 1842 los “Honores correspondientes al Libertador”, allí se ordena el traslado de sus restos de Santa Marta, Nueva Granada, a Caracas, y que sean depositados en la Santa Iglesia Metropolitana (la Catedral de Caracas). Estos honores a Bolívar por parte del gobierno de Páez venían a desmentir la animadversión que le atribuían sus adversarios. Por otra parte, era un desagravio a su memoria, ya que era cierto que Páez y sus seguidores se habían opuesto al plan integracionista de Bolívar y lo habían dejado solo en el proyecto utópico de sus últimos años. De modo que esta fue, pues, la oportunidad de honrar su memoria y de quedar en paz, cada quien, con su conciencia.
El 13 de diciembre de 1842 llegaron los restos de El Libertador al Puerto de La Guaira, pero fueron desembarcados con los honores correspondientes el 15. Provenían de la apoteosis que se le prodigó en Santa Marta, y comenzaba la que se tenía prevista en Caracas. El 16 llegaron a la capital, después de los honores rendidos por el doctor José María Vargas en La Guaira. Los actos solemnes tuvieron lugar el 17, coincidiendo con el día de su muerte. Los restos fueron devotamente depositados en la Catedral de Caracas. Años después, cuando Antonio Guzmán Blanco creó el Panteón Nacional, fueron trasladados hasta este destino definitivo. Entonces, en diciembre de 1842, el general Páez pronunció estas palabras: “Ayer ha recibido Venezuela los restos mortales de su Grande Hijo, y los ha recibido en triunfo y duelo: aplaudiendo su vuelta al suelo natal, ha llorado también sobre su sepulcro. Ya hemos asistido al funeral; allí hemos cumplido con Bolívar muerto. Yo invito ahora a ustedes a que saludemos a Bolívar restituido a la patria con todas sus glorias, con todos sus grandes hechos, con la memoria de sus inmortales servicios” (Arráiz Lucca, 2007: 40).
En paralelo a la programación de los actos del traslado de los restos de El Libertador a Caracas, la oposición liberal asoma concordar con las candidaturas a la Presidencia de la República de Santos Michelena y Diego Bautista Urbaneja para el período 1843-1847, pero el general Páez piensa distinto y respalda la del general Soublette, que se impone sin resistencia. El poder del partido Conservador es de grandes proporciones.
*Continuará el domingo 10 de octubre de 2021.
Bibliografía:
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