En Alemania, el pasado domingo, cuando ya las proyecciones sobre los votos escrutados mostraban cuál había sido el resultado de las elecciones, hubo una mesa redonda entre los jefes de los partidos. Los alemanes llaman a ese tipo de reuniones Elefantenrunde, la rueda de los elefantes, por el símil obvio de que allí solo se sientan los más grandes, aquellos que han alcanzado a tener representación en el Parlamento, lo cual se logra con por lo menos el 5% de los votos.
Fue una auténtica clase de política. Las intervenciones se destacaron no solo por el respeto y la tolerancia de cada uno hacia sus colegas, también por el contenido de los discursos. Ya sin elecciones por delante ni votos que cuidar, los líderes partidistas expusieron de manera sucinta, sincera y, por encima de todo, clara, sus principales visiones políticas. Declararon abiertamente a qué estarían dispuestos y a qué no, y el porqué de cada posición respecto al gobierno que surja de las posibles alianzas. Sin guabineo y sin cálculos, un mensaje directo, nítido, que todos y cada uno de sus militantes y adversarios puede entender.
Lo dicho por la representante de los verdes, Annalena Baerbock, es un buen ejemplo de lo ocurrido. Abrió su intervención afirmando sin ambages que se habían equivocado en su campaña electoral y por eso, aunque crecieron alrededor de seis puntos porcentuales, no alcanzaron las metas esperadas. “Yo soy la responsable”, aseguró. Luego pasó a destacar, que no obstante eso, tenían una mayor responsabilidad para con el pueblo alemán. Resaltó que los verdes son poco menos que imprescindibles para formar un gobierno estable, reflejo de lo expresado en las urnas. Prometió finalmente que, en ese gobierno de coalición, harían valer sus puntos vista y programas. No habló ni cinco minutos.
Ojalá los dirigentes de la oposición venezolana hayan visto ese debate postelectoral y, quiera Dios que hayan aprendido algo del mismo. Aprender, en términos pedagógicos, significa cambiar de conducta, a eso me refiero. Y Venezuela necesita de manera urgente que los líderes opositores cambien de conducta. En contraste con los líderes alemanes, los venezolanos tienen un discurso contradictorio en lo formal (es oscuro, sinuoso, no se sabe qué es lo que se proponen hacer) y en lo material (sus conductas suelen ser contrarias a sus decires).
Es una suerte de malformación congénita de los partidos opositores. Tomemos el ejemplo de PJ (todos son iguales en este tipo de distorsiones, se pueden cambiar las siglas y no pasa nada, pero cito a este partido aprovechando una declaración pública de uno de sus dirigentes fundamentales, Juan Pablo Guanipa) La versión escrita tiene un título, “Yo tengo esperanza”, que evoca el mítico “Yo tengo un sueño”, del gran Martin Luther King, aunque, dicho sea de paso, el Dr. King tenía además un plan muy bueno y tan claro que lo entendían hasta los niños.
Dice el dirigente que este año, además de las negociaciones en México, está condicionado por “un evento electoral regional para el cual, lo decimos con responsabilidad, no tenemos condiciones. He sido y seguiré siendo un creyente y defensor de la unidad. Por eso respeto la decisión de la mayoría de los factores de la Plataforma Unitaria de presentarse a ese evento. Sin embargo, mi decisión personal, por convicción y coherencia, es no postularme a cargo público alguno”.
La primera pregunta que cualquier lector sensato se puede hacer es: ¿Y él no es un dirigente fundamental de un partido que es un factor de la Plataforma Unitaria? Luego, ¿ese partido va o no va a participar en las elecciones? Pareciera que sí porque hasta un hermano suyo es candidato. Siendo así, ¿cómo se permite una declaración (que nadie le estaba pidiendo, además) que atenta contra el voto de los candidatos de su partido y de la Plataforma Unitaria?, ¿cómo puede estar con la unidad, como afirma, si en la misma carta en le dispara una carga de artillería?
La respuesta es simple: es la cultura política de los dirigentes de la oposición. Es típico de la élite que conforman “deslindarse” o dar declaraciones a título personal, contrarias a las de su organización, como si la militancia política no tuviera reglas. Eso no se vale. Cuando se milita en un partido, la posición individual se expone internamente y, si no es aceptada por la mayoría, una vez tomada la decisión por el ente estatutario llamado a hacerlo, hay que apoyarla. Quien se “deslinda” públicamente a partir de ese momento, se va o se le echa. Así de simple.
Pero eso no ocurre en la oposición. Cualquier dirigente, incluyendo al autor de la declaración queda excusado porque el partido mismo se comporta de esa manera. Para muestra un botón: PJ está en el gobierno de Guaidó pero a cada rato “se deslinda” de él. No se sabe entonces cuál es su estatus, si es o no parte del gobierno. No hay definiciones, no hay declaraciones expresas, claras, honestas sobre lo que se tiene como propósito o pauta. Así la acción política (del dirigente, del partido, de la Plataforma Unitaria, del Gobierno interino, la que sea) se difumina entre tantos enredos y dobleces.
Para los venezolanos en general, ellos no se entienden entre sí, ni se explican ni reconocen sus errores. ¿Cómo van entonces a crear y ejecutar el plan de articular y movilizar la vasta mayoría no chavista? Ese es el plan que deben pactar y que Venezuela les pide a gritos. Por la esperanza no se preocupen, que esa viene de nación.