Hace unas semanas atrás, el profesor Ramón Piñango le concedió una muy buena entrevista a Soledad Morillo, la cual fue publicada por este espacio, La Gran Aldea. La titularon como “La algarabía de la felicidad”. Uno de los temas abordados fue la educación. Piñango afirmó de manera tajante:
“Tenemos una severa crisis en educación. Eso hace que las élites estén frente al enorme desafío de avanzar y progresar para salir de este desastre, a pesar de la escasez de recursos cada vez mayor. El reto es difícil; se trata de imaginar, crear, inventar. Ya repetir las experiencias del pasado no basta. Son tremendamente insuficientes. Tenemos que plantearnos y lograr metas muchísimo más elevadas. Estamos en una situación realmente lamentable. Lo sabemos. Pero hay que evitar una trampa, la de creer que con la experiencia basta. Necesitamos experiencia, sin duda, pero también preparación y, sobre todo, creatividad”.
La educación no es un tema nuevo en Venezuela. En el pasado hubo iniciativas innovadoras como la llevada adelante por Luis Alberto Machado, quien estuvo a la cabeza de un ministerio enfocado en el desarrollo de la inteligencia. Eso fue durante el comienzo de los ‘80. El mismísimo Edward de Bono mencionó el trabajo de Machado en algunos de sus libros. Lástima que vino de manera algo tardía, la “Venezuela Saudita” se había disuelto, y comenzaba un ciclo muy duro de inestabilidad política, social y económica. Más adelante la educación también fue centro de propuestas políticas, pero la realidad de la cita es incuestionable. Es un aspecto de la vida nacional que no supimos afrontar.
Estamos por comenzar un nuevo año escolar y es momento propicio para reflexionar un poco sobre el estado de la educación en Venezuela, en especial la básica. Después de una cantidad importante de meses sin actividad es ahora cuando vamos a palpar, de manera más precisa, la situación del sistema educativo. ¿Cómo será el estado de la infraestructura?, ¿cuántos planteles podrán comenzar sus actividades?, ¿cuántos profesores quedarán? Son algunas de las inquietudes que están en el aire. Es oportuno aclarar que lo que veremos va a ser una profundización de un proceso de deterioro que lleva años gestándose.
La crisis educativa, así como la alimentaria es dispar y exacerba las desigualdades existentes. La población más pobre es la que se ve más afectada. Por otra parte, esa crisis abarca a todos los niveles de la educación venezolana, desde preescolar hasta las universidades, cada uno con un drama y un proceso de destrucción particular.
Hay urgencia, es un tema relevante e importante, pero pareciera que la sociedad no le presta atención debida a este problema. Quizás porque sus consecuencias no son palpables en el corto plazo y por ello nos damos el costoso lujo de postergar el reclamo, la discusión. Al igual que la desnutrición, lo responsable es una intervención lo más pronto posible, para así evitar un deterioro aún mayor. Es probable que como en otros asuntos de la vida nacional, esto sea inviable sin un cambio político, pero por lo menos podemos concientizar acerca de la crisis a quienes todavía no la ven, y discutir sobre propuestas para la mejora de tan importante elemento de la vida de un país.
¿Qué mejorar primero?, ¿la educación básica, la superior, o todas al mismo tiempo?, ¿qué es más conveniente subsidiar la oferta o a la demanda a través de vouchers?, ¿cómo podemos mejorar el salario de los maestros y profesores?, ¿cómo será financiado dicho aumento?, ¿es momento de llevar adelante un cambio profundo en el pensum educativo?, ¿qué tanto énfasis debemos hacer en la educación técnica?
Ojalá se abra un debate amplio. Esto depende de nosotros, de ti que estás leyendo estas líneas. Entre todos podremos alcanzar esa masa crítica, no solo para enfrentar el problema educativo, sino tantos otros que existen y avanzan con su talante destructor.
@HenkelGarcia