Desde hace tiempo, seguramente en paralelo con su nacimiento, las redes sociales son una especie de polígono de tiro donde se dispara desde la cintura y sin ninguna consideración de nada, o se es la diana de los dardos envenenados, el blanco de las balas virtuales.
Cualquiera con un teclado en las manos se siente con derecho de lanzar piedras a otro, a quien seguramente no conoce ni conocerá, cuya vida en verdad no le interesa y no le afecta, pero eso es lo de menos, se trata de soltar la piedra y mejor si no es una, por eso promueven lapidaciones en manada, para que el objetivo quede reducido, humillado, burlado hasta donde sea posible. Si bien es cierto que no son ni remotamente la mayoría, ni en las redes ni en la vida real, son muy escandalosos y sus mensajes atraen seguidores. Nada que sorprenda, ese comportamiento solo se ha hecho más evidente y público, pero no es nuevo, y creo que no es aventurado admitir que todos hemos caído en eso alguna vez.
No pocas noticias dan cuenta de personas, jóvenes y adultos, que han llegado a atentar contra sus vidas, afectadas emocionalmente, luego de un ataque masivo por las redes sociales. No todo el mundo tiene la fortaleza emocional para soportar el acoso inclemente que se desata por Twitter, Instagram o Facebook.
En los últimos días ha habido casos particularmente llamativos, linchamientos que sobre todo dejan al descubierto de qué están hechos quienes participan del bullying.
El futbolista de la selección Vinotinto,Mikel Villanueva, como sabemos, cometió un error que le costó una derrota a Venezuela ante Chile. Un pase que terminó en gol. Por supuesto que era de esperarse que llovieran las críticas producto de la frustración por perder, a lo que nadie tiene derecho es a los ataques personales, no solo al autor de la mala jugada, sino a su esposa, la periodista Meche Celta Arroyo, y su bebé. No voy a reproducir las ofensas y calumnias que fueron capaces de escribir, en especial sujetos de sexo masculino, contra una mujer y su nena de meses de nacida. Lo peor es ver cuántos se sumaron a esta conducta.
El nacimiento de Mérida, la segunda hija de Juan Guaidó y Fabiana Rosales fue otro evento que activó a los odiadores de las redes sociales. Aprovecharon el anuncio de la llegada de la niña para descargar el malestar que sienten hacia el interinato de la peor manera, con ofensas hacia la madre y la recién nacida. Hubo burlas a su nombre y los peores disparos fueron hacia Fabiana Rosales, con todo tipo de insultos, incluidas insinuaciones sobre su reputación. Una vez más no vale la pena citar lo leído, ahí quedaron los hilos escritos por sus autores. Esta vez hubo mujeres y hombres, tal vez es más adecuado llamarles “elementos de ambos sexos”, que se aplicaron a volcar los repertorios de los peores adjetivos en sus mensajes. Había muchas bendiciones y parabienes, eso es cierto, es posible que más que las agresiones, pero los buenos deseos y las palabras respetuosas no preocupan, en cambio ver ese despliegue de agravios hacia, de nuevo, una mujer, sí. No se trata de alabarla, de enviarle buenos deseos o palabras bonitas, si detestan a Juan Guaidó y tienen algo qué decirle, háganlo con argumentos, formulen todas las críticas que en muchas de ellas seguro tienen razón, pero ese esmero y tiempo que destinaron a ofender a su esposa e hija, no sólo era innecesario, fue una brutalidad, en su acepción de la Real Academia: “Acción torpe, grosera y cruel”. ¿Es necesario eso, no pueden seguir de largo si alguien no les gusta?
El periodista deportivo Fernando Petrocelli publicó un tuit lamentable, no hay dudas, donde hacía referencia a los cánticos de las barras bravas y proponía modificar una letra que un seguidor le recordó, se canta en Argentina a las esposas de los futbolistas, para molestarlos. No quisiera desviarme y opinar sobre esos cánticos en pleno siglo XXI, porque entiendo que según “la cultura futbolística”, insultar a las esposas o madres es algo “aceptable” en un estadio. Lo cierto es que Petrocelli no estaba en un estadio, escribió una variación del cántico dedicado a Antonella (Messi) y lo publicó. Al poco tiempo, ante las respuestas de muchos seguidores que no vieron con agrado la idea, lo borró y a las horas publicó una disculpa y manifestó estar consciente del error de haber hecho esa publicación. Borrar el tuit no fue suficiente, ni para la “justicia” ordinaria, a cargo de Tarek William Saab, ni a los ojos de la “justicia” de las redes, el Fiscal de la ANC abrió una investigación y solicitó una orden de aprehensión para el periodista que vive en Argentina. Él se equivocó, pero no para ir preso. Hemos visto otros casos, como esos que antes mencioné, y no se ha hecho ninguna diligencia judicial.
Algunos, incluido el acusador acosador del Ministerio Público, parece que se indignaron porque la ofendida fue la señora Messi, no porque en verdad les moleste que se ofenda a mujeres.
Sobran los ejemplos que demuestran el maltrato que sufren las venezolanas, desde las que se ven obligadas a traer a sus hijos al mundo en la calle o en hospitales sin la dotación adecuada, hasta las que no han encontrado justicia para sus denuncias de maltrato. No son pocos los feminicidios que siguen impunes, la cantidad de denuncias de agresión que se desestiman.
Muchos de los “críticos” de Petrocelli a las horas estaban lanzando improperios hacia la esposa de Villanueva, tal vez pensarán que “es la cultura del fútbol”.
A veces parece una competencia para ver quién puede decir la frase más hiriente, quién inventa la peor calumnia, para satisfacer a sus jaurías y lograr más “likes” y retuiteos de esas cosas que escriben. Si se les habla de misoginia y machismo, se ponen peores, pero eso es, ambas conductas, por cierto, son unisex.
Otra historia que activó comentarios despiadados fue el naufragio de la lancha en La Tortuga. Una tragedia en la que hasta el momento, una madre de dos niños perdió la vida por causa de la deshidratación, una mujer que fue encontrada con sus dos pequeños, a quienes alimentó de sus pechos durante varios días, salvándoles la vida. Con ellos estaba una joven, la nana de los niños, por fortuna, con vida también. Permanecen desaparecidas cinco personas, incluido el padre de la familia. Hubo una sucesión de hechos que terminaron mal, qué duda cabe, lo que no es necesario es hacer juicios y abundar en adjetivos para acusar a unas personas que no sabemos si están con vida. En el momento en que ninguno había aparecido, se leyeron sentencias cargadas de antipatía, sin detenerse a pensar que los familiares estarían buscando información en las redes y tuvieron que encontrarse con eso que escribieron. Hay como una incapacidad de ponerse en el lugar del otro mezclado con goce en lastimar, que no debe ser sano, en especial para los ejecutores.
La primera actriz Elba Escobar cerró hace algunos años su cuenta de Twitter luego de recibir una andanada de ofensas que no estuvo dispuesta a tolerar. Un trato inmerecido desde todo punto de vista, un linchamiento virtual que es para lamentar porque Elba Escobar siempre tiene mensajes positivos, enriquecedores, divertidos, pero prefirió salirse, decisión comprensible, aunque siempre estaré en desacuerdo.
Conviene también darle dimensión a lo que nos dicen por las redes. No es posible que nos importe lo que digan desconocidos al punto de perturbarnos; como reza el dicho: “Las cosas se toman de quien vienen”, no es fácil, pero mejor recurrir a la saludable opción de bloqueo o silencio, para que no lleguen sus intenciones, que se queden ellos con eso. No son las redes las que son “tóxicas”, algunos usuarios sí, hay que hacer la diferencia.
Las redes sociales son muy valiosas y es preciso cuidarlas, hay información necesaria, vital. En especial en Venezuela, han servido para ubicar medicinas, implementos médicos, para conectar gente necesitada con quienes pueden ayudar, encontrar empleo, para comunicar información que los medios tradicionales no publican por causa de la censura o la autocensura, han sido vía para denunciar atropellos, para destacar hazañas, para saludarse y alegrarse, y hasta para enamorados han sido plataforma.
Todo lo anterior busca llamar la atención sobre conductas que deben ser enfrentadas, una reflexión, debemos cuidarnos y tratar de que esas ofensas nos resbalen, vale tener presente esta cita atribuida a Oscar Wilde: “Nunca des explicaciones. Tus amigos no las necesitan. Tus enemigos no las creen”.