En la aldea
26 diciembre 2024

Ortega y Gasset: “Un problema es siempre una contradicción que la inteligencia encuentra ante sí”.

El saber frente al dominio: Una mirada al estudiante (II Parte)

Un pensamiento libre va hacia la raíz del problema. Averiguar es curiosidad, es la búsqueda de la verdad, es cultivo esencial del intelecto. Esta posición habilita en la acción política y en la lucha contra la dominación. ¿Sacar de circulación a los estudiantes es el propósito esencial de todo sistema autoritario? Son sutiles los cambios que transforman el hábito. Reflexiona la autora: “Si el problema de no empezar clases es algo que atañe al profesor y no a quienes han venido, sistemáticamente, destruyendo la universidad, entonces no hemos entendido nada”.

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Mirla Pérez | 02 septiembre 2021

En el artículo anterior nos quedamos en esta búsqueda: se trata de saber qué poder circula entre las prácticas y discursos universitarios; cuál es, de algún modo, su orden interno. ¿En que radica nuestra posibilidad o imposibilidad de pensar las salidas a la dominación?

El reto es darnos cuenta de lo que nos ocurre internamente. Conociendo la verdadera naturaleza de lo que nos acontece, el material que constituye la dominación, los órdenes de la práctica, pensamiento y discurso podremos encontrar las salidas en medio de un sistema centrado en la eliminación y el sometimiento. Construyen enemigos a su medida, de modo que la amenaza al sistema no represente un peligro ni sea forzado a desaparecer.

Vamos a interpretar los distintos sujetos que constituyen el mundo universitario, empezaremos con el estudiante, sujeto esencial, junto al profesor, en esta dinámica de investigación, enseñanza-aprendizaje, fundamento de esta organización.

El estudiante

Sujeto y persona esencial en el proceso de la educación superior, tiene identidad, proyecto, recorre un camino inconcluso que debe ser concluido. Momento de las preguntas esenciales y de la construcción basada en la inseguridad. Tal vez sea la etapa en la que buscamos consistencias y certezas bajo la compañía de la incertidumbre.

Vivirse estudiante no es solo un rol para cumplir, no son funciones limitadas a una etapa ni, mucho menos, un gremio. Hace más o menos 10 años vengo escuchando lo gremial como la autorreferencia esencial de estudiantes y profesores. Lo gremial es una corporación, no es parte ni de la naturaleza ni de la identidad de ser profesor o estudiante. Yo soy profesora porque investigo y enseño, no porque pertenezco a una asociación. La asociación viene después, es un acto secundario, es una organización de lucha por los derechos, no el lugar de la identidad. Lo mismo ocurre con los estudiantes.

“Nada justifica el allanamiento de la autonomía universitaria de parte del régimen y en nombre del ‘acondicionamiento’ de la infraestructura deteriorada, por falta de presupuesto”

Dejar de ser estudiantes y profesores para ser gremio, nos ubicó en la misma línea de “la mismidad” con el obrero y empleado. Se asumió la imposición del régimen cuando nos llamó trabajadores universitarios. El sistema nos homogeneizó, contra esto debemos luchar. Ser diferente no es problema. Afirmo y asumo la diferencia. En la educación no es lo mismo ser un obrero o ser un estudiante o ser un profesor, no es que el obrero sea menos, no, simplemente es distinto y tiene un papel que cumplir inasimilable al papel del docente o estudiante.

Estos cambios sutiles son parte del orden interior, son los canales por donde discurre el poder de un sistema de dominación como el chavista. Sin extravagancias, inadvertidos, penetran el cuerpo de la universidad. Primero cambió el lenguaje y luego la práctica. El camino de la desnaturalización y la desidentificación es fundamental. El mensaje ha sido claro: no tienes identidad como docente o estudiante sino como trabajador universitario o gremio. Pasó de ser sujeto-persona a ser corporación, clase, entidad orgánica esencial en todo proceso de dominación socialista.

De modo que “el poder se incardina en los cuerpos, en las prácticas, en los gestos de los seres humanos, pero también en los pensamientos, en las representaciones y en las racionalizaciones y hasta en el propio reconocimiento de nosotros mismos” (Álvarez-Uría). Hay espacios en los que este poder se ve más claramente, uno de ellos es la universidad, pero no es la claridad o la opacidad lo que importa, sino la posibilidad de reconocimiento e identidad en otro sistema de prácticas y pensamiento.

En las redes de poder

La universidad, así, se convierte en un juego de roles, de funciones gremiales, en una ficción. Bajo la interpretación a fondo de los hilos de poder que mueven la universidad, tomo de Foucault, el siguiente constructo desde el cual propone pensar a los estudiantes en el marco de una institución como la universidad:

El estudiante ve cómo se le ofrece, en fin, una especie de vida recreativa, una distracción, una diversión, una libertad que, una vez más, no tiene nada que ver con la vida real; y así es como, mediante esta sociedad artificial, teatral, mediante esta sociedad de cartón-piedra, se construye alrededor del estudiante un recinto, de tal modo que los jóvenes de dieciocho a veinticinco años se vean, por decirlo así, neutralizados por y para la sociedad, convertidos en gente fiable, gente impotente, castrada, tanto política como socialmente. Esta es la primera función de la universidad: colocar a los estudiantes fuera de la circulación. Su segunda función, sin embargo, es una función de integración. Una vez que el estudiante ha pasado seis o siete años de su vida en esa sociedad artificial…”.

Subrayo y doy fuerza a la idea foucaultiana de sacar de circulación a los estudiantes como propósito esencial de todo sistema de dominación. Entender la ficción como noción básica para el dominio, es muy poderosa, nos ubica en un espacio banal, superfluo, un Disneylandia, un lugar para la distracción o para la lucha gremial. El gremio se convierte en un fin, deja de ser un instrumento de lucha. Las fuerzas internas de la universidad se van contra la universidad misma.

“Movimiento estudiantil como movimiento gremial, base del principio de contradicción, acción antagónica frente al profesor. Es así como se ha construido un nuevo ‘enemigo’”

Lo que pretendo hacer es comprender los sistemas implícitos que determinan, sin que seamos conscientes de ello, nuestras conductas más habituales”. Y estas conductas pasaron primero por una práctica de dominación que se hizo lenguaje y este produjo una práctica incardinada en el poder externo, ajeno a la universidad. Son sutiles los cambios que transforman el hábito. Ahora es habitual lo que antes era impensable: lo gremial. Movimiento estudiantil como movimiento gremial, base del principio de contradicción, acción antagónica frente al profesor. Es así como se ha construido un nuevo “enemigo”.

Desde lo gremial puede entenderse la afirmación que hace el grupo de estudiantes tras las siglas en Twitter @VivaLaUCV: “Ojalá los profesores usaran la energía que usan para atacar a los estudiantes que exigen clases tras sumar 535 días sin actividades en la UCV, también la usaran para protestar o atacar al régimen que los tiene con salarios de hambre, pero no, es más fácil atacar a los estudiantes…”.

Muchas preguntas surgen de este tuit, ¿a quién exigen los estudiantes el inicio de clase?, ¿al profesor?, ¿tiene el profesor las condiciones y la capacidad institucional para determinar el inicio o no de las clases?, ¿son imputables al docente el cese de actividades por más de 535 días? La respuesta inequívoca es, no. Si el régimen nos tiene con salarios de hambre es legítima la rebelión, la negación a mantener el statu quo, tener, por lo menos, la intención de no incorporarse a clases. Esta negación no ataca al estudiante, es parte de una lucha legítima, sin que esto sea lo único que determine nuestra acción.

“El gremio se convierte en un fin, deja de ser un instrumento de lucha. Las fuerzas internas de la universidad se van contra la universidad misma”

Siguen, insidiosamente los estudiantes: “La UCV debe prepararse para volver a clases, ya no hay excusas. Es hora de abrir las aulas…”. ¿Es excusa que mi escuela la hayan robado más de 5 vences el último año de actividad?, ¿evadimos la responsabilidad cuando nuestros cubículos han sido violados por el hampa?, ¿cuál es la raíz que le lleva a decir que ya no hay excusas?, ¿que el régimen esté “recuperando” algunos espacios de la Universidad Central de Venezuela y que el precio pagado haya sido nada más y nada menos que la autonomía, no dice nada?, ¿cuál es la posición ante esto?

Desde el pensamiento gremial o corporativo, o desde intereses contrapuesto se puede pensar los dos sujetos esenciales de la educación universitaria: estudiantes-profesores se enfrentan como enemigos, desde la pugna y la contradicción.

En lo que se refiere al sistema universitario, este puede ser desmantelado por los propios estudiantes. En este ámbito las críticas surgidas desde el exterior, las críticas de los teóricos, de los historiadores o de los archivistas, no son suficientes”, sigue planteándolo de modo muy claro Foucault. Coloco el acento en la posibilidad de desmantelar o destruir un sistema, el universitario. Esto es posible cuando el cuerpo universitario es penetrado por un poder ajeno, externo, fuera de sus condiciones de posibilidad.

El estudiante: artífice de los sueños

Los sueños son posibles cuando el hábito es la libertad. El estudiante intenta ir tras ellos cuando se reconoce en una humanidad diversa que procura construir pensamiento sin que el norte sea la pugna con su “enemigo” construido por el sistema: el profesor. Es difícil ser estudiante y entenderlos desde su propia lógica, desde su sentido interno.

Quiero recorrer con Ortega y Gasset, esta dimensión humana del estudiante, sin romanticismos, con realismo desafiante: “Nos encontramos con que el estudiante es un ser humano, masculino o femenino, a quien la vida le impone la necesidad de estudiar las ciencias de las cuales él no ha sentido inmediata, auténtica necesidad. Si dejamos a un lado casos excepcionales, reconoceremos que en el mejor caso siente el estudiante una necesidad sincera, pero vaga, de estudiar ‘algo’, así in genere, de ‘saber’, de instruirse. Pero la vaguedad de este afán declara su escasa autenticidad. Es evidente que un estado tal de espíritu no ha llevado nunca a crear ningún saber, porque este es siempre concreto, es saber precisamente esto o precisamente aquello, y según la ley, que ha poco insinuaba yo, de la funcionalidad entre buscar y encontrar, entre necesidad y satisfacción, los que crearon un saber es que sintieron, no el vago afán de saber, sino el concretísimo de averiguar tal determinada cosa”.

“Estos cambios sutiles son parte del orden interior, son los canales por donde discurre el poder de un sistema de dominación como el chavista”

La relevancia está en la capacidad que pueda despertarse en el estudiante por conocer más allá de lo formal o las convenciones establecidas en sus carreras específicas. Averiguar es curiosidad, es la búsqueda de la verdad, es cultivo esencial del intelecto, pero esas son pesquisas especiales, si hay algo extraordinario que el estudiante deba hacer está circunscrito en el terreno de la novedad.

La actitud de búsqueda puede hacer que el estudiante no sea inhabilitado políticamente, un pensamiento libre va hacia la raíz del problema, no se queda en la apariencia y es capaz de descubrir la fuente de la opresión o la dominación. Va más allá del ropaje, es capaz de gritar “el rey está desnudo” cuando nadie lo ve.

“Sin extravagancias, inadvertidos, penetran el cuerpo de la universidad. Primero cambió el lenguaje y luego la práctica”

Esta posición habilita en la acción política y en la lucha contra la dominación. Abre la posibilidad de dar cuenta la verdadera naturaleza del mal y no proyectarlo en un sujeto que ha sido categorizado como enemigo: el profesor.

Para cerrar el artículo y dejar abierto el reto, lo haremos con Ortega y Gasset y la noción de la acción esencial del estudiante, el estudiar: “Estudiar es, pues, diferente del de caminar por la derecha. En este es suficiente que yo lo ejercite bien para que rinda el efecto apetecido. En aquél, no; no basta con que yo sea un buen estudiante para que logre asimilar la ciencia. Tenemos, por tanto, en él un hacer del hombre que se niega a sí mismo: es a un tiempo necesario e inútil. Hay que hacerlo para lograr un cierto fin, pero resulta que no lo logra. Por esto, porque las dos cosas son verdad a la par, su necesidad y su inutilidad, es el estudiar un problema. Un problema es siempre una contradicción que la inteligencia encuentra ante sí, que tira de ella en dos direcciones opuestas y amenaza con desgarrarla”.

Si el problema de no empezar clases es algo que atañe al profesor y no a quienes han venido, sistemáticamente, destruyendo la universidad, entonces no hemos entendido nada. En este sentido, los actores universitarios son parte del engranaje de la dominación. Nada justifica el allanamiento de la autonomía universitaria de parte del régimen y en nombre del “acondicionamiento” de la infraestructura deteriorada, por falta de presupuesto.

Hoy la rectora se pasea con el “protectorado” nombrado por el régimen en una flagrante eliminación de la libertad. La destrucción es interna y externa. Nos vemos en la próxima entrega, seguimos con el tema de la universidad.

*Profesora Titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora del Centro de Investigaciones Populares.
@mirlamargarita

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