La reciente consulta interna del PSUV, más allá de su fracaso en términos morales y cuantitativos, puso al descubierto nuevamente que el voto de sus militantes, al igual que el de los demás venezolanos, tampoco elige.
Se trata de la práctica reiterada que hemos visto en la mayoría de los comicios convocados por el régimen chavomadurista, sólo que también la utilizan entre ellos mismos; y en cada ocasión que se ha presentado, de acuerdo con los antecedentes que se conocen. La misma práctica según la cual la gente vota, pero no elige. Se irrespeta así un principio fundamental de la democracia, al montarse una farsa con la participación ingenua de muchos, haciéndoles creer que se les respetarán su voluntad de elección, pero, al final, la cúpula decide por ellos y se burla de la decisión de los votantes.
Todo ello reafirma que la cúpula chavomadurista tampoco cree en el poder de sus bases, al contrario de lo que han pregonado falsamente por años. Y es que, como se sabe, la misma noche que terminó la reciente consulta interna para seleccionar sus candidatos a gobernadores y alcaldes, el cogollo partidista advirtió -de la manera más descarada- que quienes habían resultado favorecidos no serían automáticamente candidatos, pues eso correspondía decidirlo a los jefes del PSUV. En otras palabras, el voto de quienes participaron en ese evento del partido oficialista no tuvo ningún valor ya que, al final, la decisión sólo correspondería a la cúpula oficialista. Es decir, aquello fue una farsa de principio a fin.
Nada de esto puede extrañar. Ha venido sucediendo en casi todos los procesos electorales de los últimos años, cuando el voto ha perdido vigencia y eficacia al ser pervertido por mecanismos fraudulentos o impositivos, por encima de la real voluntad de los votantes. Están, por supuesto, otras prácticas utilizadas también contra los adversarios foráneos, pero a las cuales se echó mano en esta diatriba interna: las presiones, persecuciones, destituciones, compra de votos, violencia física, ventajismo oficial, corrupción electoral, etc. Esas prácticas las ha impuesto el régimen a todos los niveles, y, por supuesto, su propia organización partidista no podía escapar a las mismas.
Lo cierto es que una semana después se anunció la decisión que, en los hechos, terminó sustituyendo la pretendida voluntad de las bases partidistas. En varios estados fueron impuestos como candidatos aquellos que habían sido derrotados, algunos de los cuales, incluso, llegaron en los últimos puestos al conocerse los resultados. En otros casos, el dedo del cogollo escogió personas que ni siquiera participaron como aspirantes en la consulta; y hasta se llegó al colmo de que algunos favorecidos ni siquiera residan en los estados donde serán candidatos. Todo un cuadro cínico de irrespeto y burla al propio sistema de selección que establecieron y, sobre todo, al poder de decisión que naturalmente correspondía a la militancia que hizo uso del mismo.
No han faltado otras denuncias sobre la actitud autoritaria del cogollo oficialista al vetar, de inicio, a ciertos candidatos para que no participaran en el evento interno, lo que significaría una previa discriminación contra algunos aspirantes, en desmedro de sus derechos a postularse. Esta y otras prácticas antidemocráticas han terminado por restar credibilidad a ese proceso y deslegitimarlo, en definitiva.
Por eso, más allá de lo meramente electoral, hay que insistir en que toda esta situación pone de manifiesto, una vez más -insisto-, el carácter antidemocrático y autoritario del régimen. Esta situación debería ser entendida de una vez por todas por los opositores -supuestos o verdaderos- que pretenden asistir a un evento electoral sin condiciones ni garantías de ninguna especie, como han sido casi todos los anteriores, lo que significa que no hay nada nuevo bajo el sol.
Con tales comportamientos, el chavomadurismo se siente sobrado frente a la convocatoria comicial de noviembre próximo. Por una parte, en cuanto al evento en sí mismo, cuenta sin duda con el apoyo de un Consejo Nacional Electoral (CNE) que siempre se ha puesto a su lado y nunca ha condenado sus abusos y delitos electorales, todo lo cual acaba de confirmarse ante la indignación de los denunciantes sobre los vicios de un evento que contó con la asistencia del organismo electoral, cuyo silencio sigue siendo proverbial ante las irregularidades de ahora y de antes. Por la otra, el oficialismo seguramente contará con candidaturas únicas, independientemente de quienes desde adentro se atrevan a desafiarlo, los cuales, al final, podrían correr la misma suerte al ser puestos fuera del evento por órdenes superiores.
Por si fuera poco, el régimen ha creado su propia oposición, leal y bajo sus órdenes. Los “alacranes”, como se les ha denominado, son falsos opositores que cuentan desde ya con todas las facilidades para prestarse al juego de unas elecciones a la medida del régimen. Si alguien lo duda todavía hay que recordar que este último les entregó la personería jurídica, los símbolos y las tarjetas de los principales partidos opositores, lo cual es una ayuda nada despreciable.
Finalmente, si la oposición democrática decide participar -como todo pareciera indicar-, sin duda que los partidos “alacranes” y sus candidatos a gobernadores y alcaldes cumplirán la función que les ha asignado el régimen: fingir ser opositores para reducir la fuerza de los que sí lo son de verdad.
En ese caso, todo pareciera indicar que los candidatos del chavomadurismo ganarían la mayoría de las gobernaciones y alcaldías mediante una carambola perfecta, con la ayuda de los “alacranes” -bien remunerados a tales efectos- y la inveterada y reiterada ingenuidad de los demás, aparte de la consecuente colaboración del CNE.