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21 diciembre 2024

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Es muy posible que el madurismo no estuviera dispuesto a arrancar un proceso de negociación en lo inmediato, e hiciese esfuerzos por evitar que significara una oxigenación para la oposición que lo promueve, pero no necesitaba para ello recurrir a una razzia y a una narrativa como las que exhibió. Muchos observadores avanzan en la tesis de que como la oposición se está reconfigurando electoralmente, provocó esta operación quirúrgica para impedirlo. Y todo esto a la vista de representantes internacionales presentes en el país. ¿Los efectos? El daño a los esfuerzos de coordinación de la oposición es evidente, pero también se erosionó cualquier avance reputacional que el propio régimen había intentado. ¿Se impuso la estructura inamovible que yace tras cualquier discurso?

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Colette Capriles | 16 julio 2021

Hemos visto antes, con igual estupor e indignación, operaciones como las que tuvieron lugar contra dirigentes de Voluntad Popular y Juan Guaidó el lunes 12 de julio. Como si el régimen no pudiera evitar repetir compulsivamente actos que revelaran su naturaleza íntima, una estructura inamovible que yace tras cualquier discurso. Esto satisface, como explicación suficiente, a los que creen que el genoma es todo en la vida (o en la vida política), y naturalmente azuza la narrativa de la imposibilidad de encontrar una vía política para la recuperación democrática. Aún cuando así fuera, el contexto en el que ocurre pide otras hipótesis o al menos otras interrogantes consistentes con la complejidad de la situación.

Lo cual empieza por preguntarse no tanto por el hecho sino por la oportunidad. En primer lugar, con visita en la casa, y no cualquier visita. Desde hace semanas han llegado distintas delegaciones de organizaciones y países tratando de procurarse una visión, en el terreno, de las posibilidades de contribuir a una solución política sustentable, y atraídos tanto por las perspectivas de arrancar un proceso de negociación con una agenda construida de mutuo acuerdo, como por el examen de las posibilidades de unas elecciones más respetables institucionalmente. Particularmente importante era la evaluación de los potenciales márgenes de confianza entre los protagonistas políticos, que es precisamente aquello que hay que construir si es que se pretende definir algunas reglas de juego para negociar y/o para abrir la compuerta electoral. Ya podemos suponer cómo quedó este examen.

“¿Se trata de una impresión en espejo necesaria para consolidar el relato cubano en torno a las inéditas protestas populares?”

Pero la segunda cuestión es que en las últimas semanas las señales del madurismo eran otras. Eran señales de que preocupación por su propia capacidad de gestión y de que estaba dispuesto a transitar una posible hoja de ruta con inevitables concesiones que terminara en el arco iris de un levantamiento sostenible de las sanciones. La entrevista, minuciosamente ensayada, que Nicolás Maduro concedió a la agencia Bloomberg no tenía otra intención que ofrecer signos de buena voluntad a la administración Biden. Por otra parte, el arduo proceso de construcción de agenda para una negociación política con la oposición y el Gobierno interino seguía su curso, piloteado por esos hábiles marinos que son los noruegos, que iban administrando el velamen para darle viabilidad a ese proceso, capeando presiones y obstáculos.

Es muy posible que el madurismo no estuviera dispuesto a arrancar un proceso de negociación en lo inmediato, e hiciese esfuerzos por retrasarlo, o por suspenderlo, o por evitar que significara una oxigenación para la oposición que lo promueve, pero no necesitaba para ello recurrir a una razzia y a una narrativa como las que exhibió. Y en realidad lo mismo puede decirse de la cuestión electoral. Es muy evidente que el madurismo estaba dispuesto a no repetir el lamentable espectáculo de las elecciones de 2020, que permitió en efecto cubrir las formalidades de la Constitución de una nueva Asamblea Nacional y ofrecer unos maltrechos cubículos dentro de la escena política a sectores disidentes de la oposición, pero sin ninguna ganancia en legitimidad o reconocimiento. Tiene, pues, incentivos para aceptar la necesidad de fortalecer la institución electoral y arriesgarse a que las condiciones electorales ofrecieran un panorama más competitivo para las elecciones regionales, bajo la premisa de que el dilema de la participación electoral seguiría atravesando a la oposición, fragmentándola aún más.

“¿Vuelve entonces a apostar al escenario del conflicto intratable y a la parálisis en un statu quo eterno?”

Muchos observadores avanzan en la tesis de que esta premisa se estaba revelando como falsa y de que los indicios de que la oposición se está reconfigurando electoralmente provocaron esta abominable operación quirúrgica para impedirlo. Es muy posible, si se considera que el oficialismo lee bien las oportunidades de fortalecimiento que estas elecciones ofrecen para el futuro de la oposición. Pero cabe preguntarse si ese cálculo no estaba desde el principio en los enjundiosos escenarios del régimen y en todo caso, cómo es que se percibió una amenaza inminente en esta situación.

La confusa narrativa, la persecución e intimidación sin orden judicial (postergando un trámite instantáneo que permite guardar las formas), las “pruebas” apresuradamente fabricadas, componen una partitura improvisada que crea, en efecto, una impresión de amenaza urgente. ¿Tiene algo que ver con la ausencia de Maduro en los actos conmemorativos del bicentenario de Carabobo?, ¿se trata de una impresión en espejo necesaria para consolidar el relato cubano en torno a las inéditas protestas populares?, ¿o, como se ha afirmado, para recomponer la útil figura del enemigo interno, a partir de la gravísima perturbación de las megabandas añadiéndoles un ingrediente político?, ¿o, en definitiva, se trata de cerrar el dossier del Gobierno interino y del partido Voluntad Popular condicionando con ello cualquier solución política que eventualmente pudiera construirse?, ¿todas las anteriores?

¿Y los efectos? El daño a los esfuerzos de coordinación de la oposición es evidente, pero también se erosionó cualquier avance reputacional que el propio régimen había intentado. ¿Vuelve entonces a apostar al escenario del conflicto intratable y a la parálisis en un statu quo eterno?

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