Lo que acaba de estallar, conjuntamente, en el portal venezolano Armando.info y en el diario El País de España, es la guinda del pavo. «Del apagón de 2019 surgió la red en México para burlar las sanciones contra Maduro», titula en su web el primero; «La red opaca de Venezuela tuvo ayuda del gobierno mexicano», tituló en su versión en papel el segundo, este lunes. El País se equivoca, de entrada, en el título, pues esa red opaca no es de Venezuela sino del madurismo. Venezuela no fue Chávez ni tampoco, ahora, es Maduro y su combo. Ambos trabajos describen nítidamente la red internacional -en la que ha sido factor de enlace la vicepresidenta Delcy Rodríguez, tan allegada al gobierno de Pedro Sánchez– a través de la cual el madurismo ha seguido comerciando con petróleo (pero también con oro, carbón y aluminio) mientras evade las sanciones de Estados Unidos. Se trata de una trama que involucra a decenas de individuos y empresas, ramificándose por una treintena de países. Adicionalmente, se ha valido de las facilidades que dan los paraísos fiscales. Sobre todo, tiene un operador muy activo, muy sagaz, muy joven e inescrupuloso que se llama Joaquín Leal. Ambos medios, El País y Armando.info, tienen en su poder miles de documentos alrededor de esta trama, y entrevistas a varios de los involucrados. Las pruebas son irrefutables. «Una trama que intercambió, primero, petróleo por alimentos y camiones-cisterna de agua potable, y luego pasó a cobrar el dinero de las exportaciones petroleras a través de circuitos financieros ajenos al control de Estados Unidos», tal como dice en su introducción el reportaje de Armando.info, mucho más amplio que el del periódico español, que hace hincapié en el eslabón mexicano.
Claro que esta noticia (que ahora debería traer repercusiones) se conecta con la gran contraparte del gobierno de Nicolás Maduro en el terreno comercial: El testaferro Alex Saab. En los últimos días ha estado muy presente en los medios de internet porque dos voceros del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aconsejaron suspender los trámites para enviarlo, desde Cabo Verde, donde se encuentra recluido, a Estados Unidos; pero esos voceros se limitaron a seguir un procedimiento, no es que ellos han determinado que Saab es inocente ni mucho menos. La defensa del comerciante favorito de Nicolás y Cilia les hizo llegar un documento a los miembros de esa oficina de la ONU y, en consecuencia, los miembros de DD.HH. de la ONU han pedido que se detenga la extradición mientras lo evalúan.
Esto lo ha aclarado el periodista Roberto Deniz, de Armando.info, en su cuenta de Twitter. Deniz ha sido, sin duda, el único periodista en todo el mundo que ha seguido con absoluto rigor la andadura de Saab y de sus relaciones con el gobierno de Venezuela, a partir de las cajas de vergüenza, las CLAP, que contenían leche en mal estado o de calidad ínfima para el pueblo venezolano. Saab ha dejado un reguero de empresas y acólitos que no caben en su celda de Cabo Verde. Lo que ahora se ha sabido con base en México no es sino una ampliación de su camino, convertido en autopista. En esa autopista va por el canal de 80, al menos hasta hoy, el maravilloso Joaquín Leal, de tan solo 28 añitos, guapo y metrosexual como sus hermanos boliburgueses de más abajo.
El procedimiento de la comisión de DD.HH. de la ONU es lo justo y normal, hay casos anteriores que pueden revisarse al respecto; es una medida cautelar. No están diciendo que no lo extraditen, sino que eso no se haga sin tener todos los pasos cumplidos. Pero la panoplia comunicacional, probablemente con apoyo de Cuba y Rusia, de Saab y su grupo de defensores encabezado por el españolito Baltasar Garzón, ha sacado provecho a la incidencia. Se ha hecho correr por las redes el mensaje de que la exigencia de suspensión de la extradición a Estados Unidos es cosa definitiva. Esa versión no es sino un montaje falaz sobre un dato cierto. Deniz ha calificado la campaña de los defensores del colombiano-libanés como «delirante». En esto sí se equivoca el periodista. Al contrario, es una brutalmente racional. Debe de estar costando millones, en lo comunicacional y en lo legal. Nicolás Maduro se ve que sufre con este asunto. Si Alex Saab llega a Estados Unidos en calidad de extraditado, va a tener que cantar a todo gañote. El gobierno venezolano debe de temblar ante la sola idea de ese concierto. Se trata, pues, de una estrategia feroz, cara, mentirosa y multifacética. La inversión en el lavado de imagen y borrado de trayectoria por parte del gobierno madurista a favor de Saab no es delirante. Es goebbeliana.
Eso hay que contrarrestarlo.
Las instituciones que se dedican a la libertad de expresión en Venezuela y fuera de Venezuela deberían pensar en lo importante que es, ahora, en este momento, darle un espaldarazo internacional al trabajo de Roberto Deniz, uno de los periodistas mejor preparados y más acuciosos de habla hispana, salido, por cierto, de las aulas de la Universidad Católica Andrés Bello.
En El bebé de Rosemary, la catedral de las películas de horror que construyó Román Polanski (por cierto, ¿el movimiento MeToo no se ha atrevido con él?) hacia 1968, la escuálida Mia Farrow iba tocando de puerta en puerta, desesperada, implorando ayuda. Nadie la creía. Pero ella ya sabía que un grupo diabólico le había sembrado un espanto en sus entrañas, o temía que al bebé esperado con amor se lo convirtieran en objeto de culto satánico. ¡Pero nadie la creía! En algún momento vio el abismo y el horror cara a cara: el mismísimo Lucifer habría de desarrollarse en su barriga. La iba a convertir en su próxima víctima. Hasta los médicos pertenecían a la secta. Era inexorable, el fruto de su ser acabaría con ella y con el mundo plácido que ella había conocido hasta entonces en un suburbio de Nueva York. Era, la suya, la semilla del Diablo.
La ciudad le dio la espalda a Rosemary, ¿quién podía pensar que una chica tan flaca y frágil fuese a parir al Demonio?
Nació el bebé y tenía los ojos saltones y rojos, unos ojos turbios que la miraron desde la cuna con saña y mala uva. Esa escena seguirá poniéndole a uno los pelos de punta por los siglos de los siglos.
La secta es el chavismo; Rosemary, Venezuela. Rosemary es la metáfora de un país que clama por ayuda mientras una secta diabólica le chupa la sangre. Esto es demasiado literario para tomárselo en serio, cierto. Pero a veces las cosas literarias son las más ciertas del mundo.
@sdelanuez
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