Ante un régimen habituado a la opacidad, y que ha encontrado en ella una herramienta para su sostenimiento, no puede menos que llamar la atención ese repentino deseo suyo por abrir a los medios de comunicación con cámaras de por medio algo que, por su propia naturaleza, suele manejarse de forma privada y solo con alcances puntuales ante la opinión pública, como es un proceso de negociación.
Nicolás Maduro dice estar dispuesto a que sus representantes se sienten con todos los sectores de la oposición con la mediación de Noruega, pero para ello tiene unas condiciones: Levantamiento de sanciones y bloqueos en Venezuela; reconocimiento de la Constitución y de los cinco poderes, es decir, de las instituciones que él ha nombrado a contravía en los últimos años; devolución de cuentas bancarias en Estados Unidos y Europa, así como de otros activos como Citgo y Monómeros; y que el diálogo sea parte de un acto público con la prensa. “Cero secretismo”.
Si bien el último punto es el que más ruido ha generado, pues en sí mismo parece negar el sentido de la negociación y opera como distractor, la verdad es que el paquete completo de condiciones apunta a buscar la plena relegitimación de Maduro y su Gobierno, así como el margen para seguir adelante en su gestión, sin mostrar atisbos de que esté dispuesto a ceder en alguno de los aspectos que la oposición y la comunidad internacional esperan de este proceso.
De hecho, entre las peticiones de la oposición en estas negociaciones para alcanzar un acuerdo es medular la convocatoria a elecciones libres y justas, incluyendo presidenciales, al punto de que desde la comunidad internacional reiteran que la negociación debe darse para que se tomen medidas concretas en ese sentido, y así poder avanzar hacia una salida de la crisis.
Pero el reciente nombramiento del Consejo Nacional Electoral (CNE) por parte de la Asamblea Nacional electa en diciembre 2020, también de dudosa legitimidad, se presenta como la carta clave que el régimen de Maduro esperaría jugarse en ese eventual diálogo formal, pues el país ya avanza entubado hacia un proceso electoral en noviembre “medianamente transparente”, citando a Enrique Márquez -ahora vicepresidente del CNE venido de las filas de la oposición-. Incluso una parte de las organizaciones y los dirigentes políticos de la oposición se inclinan por participar en dichos comicios aspirando a cargos de gobernadores y alcaldes, y en concejos municipales y consejos legislativos de los estados, así que pareciera que con lo alcanzado ya les basta.
No luce claro el panorama de este proceso de acercamiento entre las partes, pero el deseo del oficialismo de convertirlo en una tribuna pública -en paralelo a la agenda electoral en curso- perfila un show propagandístico y quizá por eso el afán porque todos enciendan sus cámaras. La experiencia de los procesos de negociación y diálogo previos ha evidenciado que en Venezuela todo es posible, la pregunta es si Noruega permitirá que algo así suceda.