En la aldea
26 diciembre 2024

Vértigo, pavor y asombro de la inteligencia

Los instrumentos virtuales se han expandido y compiten entre sí mejorando los precedentes y ofreciendo alternativas fantásticas y asombrosas, o también extremadamente preocupantes. Recrear movimientos en los rostros de personajes famosos o no a partir de una imagen de muchos años atrás, no hace sino asombrar los alcances de este mundo virtual. La pertinencia del poder frente al universo individual o colectivo de quienes consumen -a conciencia o sin ella-, los contenidos apabullantes de las redes desafían la realidad de la inteligencia artificial que hoy está al alcance de todos. Entonces, ¿cómo se enfrenta el usuario no especializado o el consumidor desprevenido ante esta avalancha de imágenes manipuladas?

Lee y comparte
Alejandro Padrón | 18 abril 2021

Ahora que se ha puesto de moda la inteligencia artificial en recrear movimientos casi imperceptibles de personajes famosos que no conocimos en vida, y que tampoco hay registros documentales animados, ni cinematográficos, ni holográficos o, raros testimonios -muy pocos-, nos encontramos en las redes, con estupefacción y asombro, rostros como el de José Gregorio Hernández -el médico de los pobres-, balanceando ligeramente su cabeza con un temblor de ojos nerviosos, como si despertara de un letargo, contento de cobrar vida y hasta nos dispensa una discreta sonrisa dirigiendo lentamente su cabeza de un lado a otro, con cierta coquetería, como dando a entender, al parecer, que lo del accidente automovilístico ya carece de importancia.

La imagen animada de José Gregorio Hernández que aparece en las redes.

Como él es uno de los iconos más emblemáticos de Venezuela, después del de Bolívar, a alguien pudiera parecerle una cara risueña y hasta optimista, pero la fotografía animada no se compadece con la iconografía del santo de los pobres convertido en beato, por obra y gracia de los milagros declarados por sus venerables devotos, y por el propio Papa Francisco.

Una fotografía excepcional de Don Andrés Bello.

De otra parte ver a Don Andrés Bello parpadear, desde su poltrona, como tratando de digerir lo que ha ocurrido en Chile, con los emigrantes venezolanos, no deja de sorprendernos porque quizás sea esa la calma y la cordura de un hombre que tuvo tiempo de hacer lo que hizo por su país y por nuestro idioma, además de engendrar una quincena de hijos. Observar el rostro animado y sonreído -moviéndose de derecha a izquierda-, del otrora eximio Rector de la Universidad de Chile, no deja de despertar curiosidad y suponer que algo de real le endosa la inteligencia artificial a una inteligentia que no fue para nada artificial.

La otra imagen, que campea en las redes, es la del general José Antonio Páez cuando era presidente de la Primera República de Venezuela, pestañando y moviendo su cara regordeta, acompañado de una sutil y malévola sonrisa, que pareciera estar más acorde con su carácter de sátiro y su picardía de llanero innato.

Vértigo, pavor y asombro de la inteligencia

“Personas virtuales que se crean en segundos (…) las grandes firmas ya no necesitan emplear costosos modelos, les basta con crear los suyos para desplegar su publicidad en las redes”


La imagen menos creíble en las redes es la del Libertador Simón Bolívar. Son demasiados retratos, todos fieles o infieles, según sus autores o subalternos -habría que preguntarle a Perú de Lacroix, testigo ocular de importancia, a ver qué le parece-, pero está tan desprestigiada la figura egregia del prócer, así como su obra, por quienes detentan el poder en Venezuela, que esos alardes de su rostro y, dentro de él, los de sus ojos, resultan inciertos y sospechosos. Los manipuladores de los casi imperceptibles temblores faciales del ilustre venezolano han osado hacerlo sonreír. La iconografía que conocemos jamás le regaló una explícita distensión en los labios. La rigidez de su figura fue siempre sinónimo de mano dura en el poder. Agradecemos -los que aún respetamos a Bolívar-, el que no se haya animado la imagen del zambo chavista a la que pudieron haberle dado movimiento para desconcierto de todos, no por lo de zambo sino por la manipulación que ordenó el comandante para que se pareciese a él. Sin embargo, esas han sido las primeras imágenes virtuales del Padre de la Patria generadas por ordenador -poco antes de esta moda expansiva-, que el chavismo (más justo sería decir, Chávez) se aventuró a mostrar con desparpajo al usurpar la identidad del libertador suficientemente conocida por los historiadores y retratistas de la época. Nunca será fácil animar el rostro o el cuerpo del libertador. Ni siquiera aceptamos el Bolívar del cine, por ejemplo, el magistralmente interpretado por el actor -suizo-austríaco-, Maximilian Schell, ni por otros actores de tantas películas sobre el insigne personaje. Qué movimientos y qué voz osarían utilizar para hacerlo creíble si se les ocurriera reanimarlo virtualmente. Aún está por verse.

El Bolívar zambo artificial.
El Bolívar zambo artificial.

A un fotógrafo le llevó un año reconstruir el rostro de Jesucristo a partir de una serie de imágenes del personaje religioso utilizando el programa Artbreeder, principalmente, con la ayuda del Sudario de Turín y el Salvator Mundi de Leonardo Davinci. El artista Bas Uterwijk (@ganbrood) creó un par de rostros: Uno de pelo largo, y otro de cabello corto, para adecuarlo a nuestra época.

Dos versiones del Jesucristo virtual.
Dos versiones del Jesucristo virtual.

No está demás decir, que se volvió viral. La controversia se desató en la comunidad judeocristiana, pero el artista aclaró que se trataba más bien de una obra de arte en lugar de imágenes apegadas a la historia. No es la primera vez que esto sucede con la imagen de Jesucristo. Ya Martín Escorsese se llevó lo suyo con su película, The last temptation of Christprotagonizada por Willem Dafoe– censurada y vilipendiada por la alta jerarquía de la Iglesia y buena parte de su feligresía por interpretar a un Jesús que se cuestiona en la cruz la posibilidad de haber actuado diferente (¡El arrepentimiento no le estaba permitido!).

Los instrumentos virtuales se han expandido y compiten entre sí mejorando los precedentes y ofreciendo alternativas fantásticas y asombrosas, o extremadamente preocupantes.

Vértigo, pavor y asombro de la inteligencia

“Nos encontramos en las redes, con estupefacción y asombro, rostros como el de José Gregorio Hernández balanceando ligeramente su cabeza con un temblor de ojos nerviosos”


Por su parte China ha creado su propio algoritmo (DeepFaceDrawing) para ser utilizado en un proceso al revés: Convertir bocetos en rostros fotorealistas. Existen páginas web que al ser visitadas generan, de manera permanente, rostros falsos que habitan un mundo paralelo de puro vértigo. El FaceApp se presta a identificar personas peligrosas disfrazadas. La inteligencia artificial ayuda a generar rostros parecidos al de los usuarios, que dan escalofrío, y podrían ser utilizados en su contra. Deep Nostalgia, es una web que utiliza algoritmos para revivir a los seres queridos, ya fallecidos, produciendo no solo tristeza y a veces estupor al verlos cobrar vida desde fotos viejas o antiguas. Han llegado hasta hablar y cantar como si fuese la escena de una vieja película de comienzos del cine sonoro o de un programa inaugural de la televisión en blanco y negro. Ya hay prácticas de inteligencia artificial que generan cuerpos desnudos a partir de personas reales vestidas, una suerte de streptease virtual compulsivo (¡inquietante!). Una startup japonesa, Data Grid, ha hecho grandes avances en producir modelos completos procedentes de imágenes fotorealistas. Son personas virtuales que se crean en segundos. Frente a esta realidad, las grandes firmas ya no necesitan emplear costosos modelos. Les basta con crear los suyos para desplegar su publicidad en las redes. En efecto, ya lo han hecho y tienen influencers como, Imma Gram, una modelo virtual lanzada por la empresa japonesa CG Modeling Café, que orienta a sus seguidores sobre cuestiones de moda. Pero ya existen muchas otras competidoras de la señorita Gram.

Inma Gram.
Inma Gram.

Un inescrupuloso usuario de nombre Reddit, conocido en ese mundo como DeepFakes, ha generado una cantidad de videos porno, falsos, con caras de gente famosa. Ciertos investigadores de la firma Nvidia, que también han usado un algoritmo de inteligencia artificial, conocido como Redes de Confrontación Generativa (RCG), han presentado un informe para demostrar cómo la inteligencia artificial puede desarrollar retratos casi perfectos de personajes ficticios -para usar la máscara de alguien inexistente- sin necesidad de esconderse detrás de personajes reales famosos.

Las imágenes presentadas a continuación no existen, pero no hay duda de que parecen personas reales y hasta pudieran semejarse a las de la vida diaria aunque nunca serían iguales. Nadie dudaría de ellos si aparecen encabezando un avatar de Twitter, de Instagram, de Facebook, o de cualquier otra plataforma, por mencionar quizás las más populares de las redes. Mera cuestión de vértigo.

Rostros virtuales.
Rostros virtuales.

Las grandes compañías tecnológicas de inteligencia artificial han manifestado su preocupación y han afirmado que crearán asistentes virtuales para propugnar un camino más ético en esta carrera desenfrenada de imágenes -¡yo te aviso, chirulí!-. Cuando las propias compañías de esta revolución de nuevas tecnologías comienzan a plantearse problemas de ética, y de buenas costumbres, es porque se está llegando a los propios límites de una carrera desatada por el dominio de las nuevas autopistas del mundo virtual. Caemos entonces no solo en cuestiones de ética, sino en la pertinencia y alcance del poder frente al universo individual o colectivo de quienes consumen -a conciencia o sin ella-, los contenidos apabullantes de las redes. ¿Cómo se enfrenta el usuario no especializado o el consumidor desprevenido ante esta avalancha de imágenes manipuladas? En un mundo liberal donde las ofertas son múltiples se está de hecho ante un reto como el de los radioescuchas, o el del simple espectador, o consumidor de espacios en las redes, que prioriza su interés por esas ofertas, o las rechaza para dirigirse al segmento que más le convenga. Pero, quién protege, quién se erige en censor, quién pone los límites en este caos y anarquía de la representación.

Las imágenes se reproducen por millares cada vez que se abren los portales especializados en ellas. No es descabellado pensar que, dentro de un tiempo, la población mundial de sujetos virtuales pudiera sobrepasar a la población real del planeta -nos referimos a la consumidora de estas tecnologías-. Situación por demás alucinante, propia de la literatura de ciencia ficción, si es que llegásemos a ser, los terrícolas, consumidores de esas plataformas, un sector minoritario frente a los invasores virtuales. Nos veríamos entonces reflejados en lo que John Milton planteó hace cuatro siglos, en El paraíso perdido, pero al revés: Satanás se vengaría de Dios a través de un ataque a los seres recién creados -ya no contra Adán y Eva, como ocurre en el famoso poema épico-, sino en contra de los recién creados seres virtuales de ahora, que volverían un pandemónium nuestra existencia en este mundo. Es de suponer entonces que, en la era de la post pandemia, esta situación podría acentuarse (el contacto entre los seres humanos se volvería desconfiado y crítico) y ni hablemos de los seres -para nada virtuales-, como son los robots, otros habitantes de este conglomerado no humano.

Vértigo, pavor y asombro de la inteligencia

“¿Cómo nos liberaríamos nosotros de la esclavitud de estas nuevas tecnologías?, ¿cómo se limita el flujo de información y de imágenes?”


¿Quién controla esta inteligencia capaz de cualquier desmán con tal de favorecer sus propios intereses?, ¿quién le pone coto a las distintas plataformas? El debate está más vigente que nunca. El escritor Jorge Carrión ha publicado en The New York Times, en su artículo del 21 de marzo de este año: La velocidad de la tecnología atropella nuestros cerebros, lo siguiente:

Hemos permitido que las grandes plataformas impongan un sistema de vida y de consumo, sin haber previsto una regulación adecuada que controlara esa metamorfosis y la hiciera más transparente y justa”.

El problema está en cómo serían esos controles y quiénes los implementarían: ¿Los Estados?, ¿los organismos supranacionales?, ¿el grupo de los países más desarrollados en inteligencia artificial? No lo sabemos. Carrión agrega:

Es urgente incluir una fuerte dimensión ética en la carrera vertiginosa afrodisíaca de los dispositivos, las redes, la innovación, porque no sabemos a dónde nos conduce”.

La pornografía se ha perseguido desde tiempos inmemoriales y ha sido acosada, pero no eliminada ni siquiera arrinconada. Los contenidos no son comparables, pero sí el poder de difusión y el de las mafias que lo dirigen. La periodista de El País, Aurora Intxausti en una entrevista que le hiciera al fotógrafo Alberto Ros, el pasado martes 30 de marzo, con motivo de su exposición, El pincel del hereje, aporta unos datos preocupantes:

Siete de cada 10 jóvenes declaran que en algún momento de su vida han sufrido algún tipo de acoso digital, según el informe Violencia Viral, presentado por la ONG Save the Children en 2019. El estudio estima que más de 529.000 jóvenes españoles habrían sido víctimas del ciberacoso siendo niños. Una cifra que resulta catastrófica y pone de manifiesto la efectividad de estos canales y la crueldad de la naturaleza humana”.

Dudo mucho de las restricciones y censuras limiten el campo creativo y el desarrollo inevitable de las tecnologías. En el fondo de lo que se trata es que el remedio no sea peor que la enfermedad. Los caminos verdes terminan siendo siempre más expeditos en cuanto a regulaciones se refiere. El propio Milton fue un ardiente defensor de la libertad de imprenta, solo bastaría con extrapolar su postura -respetando la distancia desde una perspectiva socio-histórica-, para saber que el famoso poeta y ensayista inglés combatiría esos controles. ¿Cómo nos liberaríamos nosotros de la esclavitud de estas nuevas tecnologías?, ¿cómo se limita el flujo de información y de imágenes? Los mecanismos de regulación no bastarán para detener a ese monstruo que avanza como una mancha de aceite desparramándose con lentitud sobre un género blanco y pulcro.

Poco a poco nuestro planeta avanzará progresivamente hacia un mundo virtual satánico o ideal, o quizás soportable, o controlable -no lo sabemos todavía-, por el que continuaremos los humanos transitando en punta de pie por campos minados en guerras pretéritas o, por las zonas fronterizas del Apure, en Venezuela.

*Las fotografías internas fueron facilitadas TAL por el autor, Alejandro Padrón, al editor de La Gran Aldea.

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión