Cuando ocurrió la tragedia de Vargas, el deslave sobre las poblaciones del Litoral con su secuela de mortandad y destrucción, Hugo Chávez estableció una de sus directrices maestras: El sufrimiento del pueblo es lo de menos, lo que importa es marcar la línea política.
La línea política indicaba desestimar el apoyo que había ofrecido Estados Unidos.
Eso fue en 1999, han pasado más de 21 años desde entonces y hay que ver cómo ha ido desdibujándose el país mientras aquella norma tácita (más bien explícita) se ha convertido en un desastre permanente. El madurismo es hoy, en 2021, más chavista que nunca: La pandemia por la Covid-19 mezclada con la Emergencia Humanitaria Compleja es un cóctel letal para un pueblo desahuciado, una nación vaciada, sin recursos ni sistema sanitario que pueda calificarse como tal. Pero la línea política es la línea política: Al enemigo no se le aceptan favores.
Hoy como en el ‘99, lo que importa es afincarse dentro de una determinada órbita, la gente es lo de menos. No es importante proteger al pueblo de las enfermedades, evitando lo más posible la mortandad. De allí el sabotaje del gobierno de Maduro a las vacunas que gestionaba la oposición.
En los medios españoles se le ha visto y escuchado, a Nicolás Maduro, poniéndose su vacuna Sputnik V y echando broma con el idioma ruso, tan simpático y tan ejemplar en su ejemplar acción. El vídeo es una burla cruel al país. Él y su entorno sí han tenido fácil acceso a la vacuna. Pero, como dice Francisco Suniaga en un artículo dentro de este mismo portal, la mayoría de los venezolanos tendría que esperar, teóricamente, 95 años hasta alcanzar la inmunidad de rebaño, lo que garantizaría su salvación.
Noventa y cinco años, caballero.
He aquí algunas cifras sobre las condiciones en que se encuentra la sanidad venezolana, según un estudio de la firma privada de consultoría Anova. Sus resultados constituyen una radiografía de la Venezuela de hoy y su capacidad nula de enfrentar calamidades. Venezuela es la tormenta perfecta bajo el rayo de la Covid-19.
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En Venezuela, 95,2% de los hogares no tiene acceso a un sistema de aseguramiento de la salud efectivo. Esto quiere decir que 95 de cada 100 personas o no tiene un seguro privado o está afiliado únicamente al quebrado Instituto Venezolano de los Seguros Sociales o, aun estando asegurados con póliza privada, la cobertura de los habitantes de esos hogares fue irrelevante a la hora de tratarse afecciones de salud (recientemente).
Por otra parte, 35,5% de los hogares declara haber dependido exclusivamente de los servicios de salud públicos para resolver afecciones de salud en el último año. Esto remite a la vulnerabilidad de la familia venezolana: No hay capacidad de atención, ni dotación ni calidad en los servicios públicos de salud.
Durante 2020, a pesar de la mejora observada en el abastecimiento de medicamentos, 19,2% de los hogares que declaran haber sufrido una afección de salud no tuvo acceso a la adquisición de medicamentos, generalmente por razones económicas.
El 37,6% de los hogares reporta tener al menos, en su seno, un miembro que sufre una enfermedad crónica (diabetes, hipertensión, enfermedad renal, etc.).Todas estas enfermedades incrementan la posibilidad de complicaciones graves en caso de presentarse contagio por la Covid-19.
Un 38,8% de los hogares no tiene acceso regular al agua potable o sus fuentes de provisión de agua son irregulares, escasas y de mala calidad. La imposibilidad de acceso regular al servicio de agua potable limita algunas de las rutinas esenciales en la prevención de la Covid-19. Esto es más grave en hogares más pobres (43%) en comparación con los más ricos (31%).
En Venezuela, 32,4% de los hogares tiene al menos un miembro con 60 años de edad o más. Esto incluye 24,4% de las familias cuyo jefe de hogar es una persona mayor de 60 años. La identificación de este segmento demográfico es de suma importancia por ser el grupo con la mayor tasa de complicaciones graves y muerte frente a la Covid-19. Esta proporción es mucho mayor entre los hogares más pobres (38%) en comparación con los más ricos (25%).
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Hay otros elementos en este cuadro que también fueron estudiados por la encuesta realizada: La capacidad para conservar alimentos refrigerados: 17% de los hogares reporta no poseer una nevera o refrigerador funcional. La inseguridad alimentaria: En 18,3% de los hogares venezolanos, al menos uno de sus miembros deja de comer una comida al día; sube a 26% entre los hogares del quintil más pobre.
Otras variables de la tormenta perfecta:
Pocas posibilidades para el teletrabajo (81,2% de los hogares no tiene acceso al servicio de internet, 86% en el quintil más pobre); dificultades para la educación a distancia (38,6% del total de hogares con miembros en edad escolar está integrado por adultos que poseen un nivel educativo menor al de la secundaria completa, o sea, no hay un adulto en casa que pueda ofrecer ayuda u orientación efectiva); problemas de espacio (20,2% de familias venezolanas viven en condiciones de hacinamiento); cotidianidad laboral que obliga a salir (en 49,9% de los hogares se reporta que uno o varios de sus miembros trabajan de manera informal o por cuenta propia, o sea, casi la mitad).
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Si la línea política del gobierno venezolano redundara en aliados internacionales que compensaran el costo social y en vidas humanas que se deriva de esa política, otro sería el cantar. Pero no es así. Los «aliados» de la Venezuela de hoy no parecen dispuestos a arrimar el hombro. No se ha visto mayor interés en naciones que tendrían la capacidad de suministrar en abundancia las vacunas. Es más, al parecer la misma Rusia, la de Putin y sus acorazados y su generosidad en el asesoramiento a la guerra híbrida, prefiere enviar mayores cargamentos de su Sputnik V a otras áreas de la región, ninguneando a su socio preferente. ¿Esto es así porque el Kremlin es malintencionado o porque hay algo en el convenio entre ambos países que, tácita o explícitamente, hace que así sea?
No se puede sino especular desde fuera, la opacidad del Estado venezolano y, sobre todo, la tremenda oscurana de sus convenios internacionales, no permite contar las cosas desde la nitidez. Solo hay rastro de las consecuencias de la acción del Ejecutivo madurista. Ese rastro se sigue en las calles de las ciudades, en la miseria y en la desgracia sufriente del pueblo. En este caso, en especial, las consecuencias se palpan en los hospitales. El gobierno de Nicolás Maduro, entonces, se revela con claridad: Su línea política es el asesinato.
@sdelanuez
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