En la aldea
26 diciembre 2024

La irreversibilidad de la flexibilización económica

Lo que nos dice la experiencia de otros países es que las sociedades muy empobrecidas son incapaces de provocar cambios políticos. Que el sistema se vuelve inestable cuando se comienza a experimentar crecimiento económico, cuando existe una mejora en la calidad de vida de la gente. Bajo esta premisa no suena descabellado que lo sensato sea apoyar la flexibilización y pedir que se profundice. Para quienes ocupan el poder no será fácil decidir su camino, aunque en estos meses podamos ver una especie de malabarismo para no apretar tanto, pero tampoco que sea un ambiente demasiado relajado, es decir, un sí, pero no.

Lee y comparte
Henkel García U. | 24 marzo 2021

El ambiente económico de Venezuela de hoy es muy diferente al de hace unos 3 años atrás. No me refiero a la dura coyuntura que representa la pandemia, sino a lo que a libertades económicas se refiere. Cabe repasar en qué consiste la llamada flexibilización.

Si nos atrevemos a mencionar un año que represente un punto de inflexión, quizás 2018 sea el más adecuado. En agosto de ese año se anunció y se llevó adelante lo que se llamó el “Plan de recuperación económica”. Este plan vino de la mano con un cambio significativo de la aproximación del Gobierno hacia el empresario, la hostilidad disminuyó de manera significativa. Se abandonó, al menos parcialmente, la política de controles de precios, las fiscalizaciones y toma de inventarios desaparecieron casi por completo, sólo para nombrar algunos cambios relevantes.

Mucho se ha debatido sobre las razones que llevaron al chavismo a cambiar su postura controladora y agresiva hacia el empresariado. Algunos piensan que se debió a la destrucción económica y el agobio social producto de ello, y que por tanto debían aliviar tensiones en medio de un frágil escenario político. Otros le dan un rol protagónico a las sanciones, las cuales obligaron al Ejecutivo a torcer el rumbo económico. Y por último, hay un grupo que piensa que el chavismo se dio cuenta de los errores y de la inviabilidad de su modelo económico y por tanto la rectificación es genuina.

En todo caso, los resultados están allí. Anaqueles que permanecían vacíos volvieron a llenarse, y además con marcas que volvían a competir. La aparición de un grupo no pequeño de nuevas empresas, la mayoría enfocada al sector de alimentos, desde los llamados “bodegones” hasta nuevos emprendimientos en locales físicos como otros basados en “entrega a domicilio” y mercadeados vía redes sociales. Pudiese nombrar otros tantos, pero seguro cada quien puede palpar esta realidad y de casos similares.

Otra verdad inocultable es que esa flexibilización ha sido insuficiente para generar el crecimiento que necesitamos. El poder de compra de la gente sigue siendo muy bajo, lo mismo pasa por la producción total nacional. Poco se ha hecho para recuperar la confianza de la gente y todavía estamos lejos de entrar en un círculo virtuoso de generación de bienestar.

Pero surgen inquietudes que muchos llevan por dentro y que pocos expresan, desde la ciudadanía en general, pasando por los políticos. ¿Qué posición tomar ante esta flexibilización?, ¿es conveniente aprobarla y hasta pedir que se profundice?, ¿se debe rechazar porque puede representar una especie de estabilización y por tanto de aletargamiento en la agenda de cambio?

“Otra verdad inocultable es que esa flexibilización ha sido insuficiente para generar el crecimiento que necesitamos”

No hay respuestas sencillas para estas. Lo que nos dice la experiencia de otros países es que las sociedades muy empobrecidas son incapaces de provocar cambios políticos. Que el sistema se vuelve inestable cuando se comienza a experimentar crecimiento económico, cuando existe una mejora en la calidad de vida de la gente, y esa tendencia súbitamente se rompe.

Bajo esta premisa no suena descabellado que lo sensato sea apoyar esta flexibilización y pedir que se profundice, para que ese ambiente, algo más propicio, beneficie a mayor cantidad de personas. Que el sector privado tome mayor relevancia, que el ciudadano se haga más independiente de las dádivas del Estado.

Para quienes ocupan el poder no será fácil decidir su camino. Entienden que una mayor flexibilización significa ceder poder, abrir espacios para una ciudadanía más crítica y activa en lo político. Por otro lado, si reversan lo alcanzado hasta ahora, también pudiesen generar un malestar considerable al poner en vilo lo poco logrado por parte de los venezolanos. Quizás lo que veamos en estos meses sea una especie de malabarismo para no apretar tanto, pero tampoco que sea un ambiente demasiado relajado, es decir, un sí, pero no.

Recuerdo una charla del profesor Ramón Piñango que señalaba que en este tipo de casos de alta complejidad, hay muchas variables dentro del proceso, que sabemos que están interrelacionadas, pero que no sabemos cómo son esas relaciones. Sí, todo es muy complejo, por tanto, lo responsable es ir más allá de la superficie, más allá de los lugares comunes.

@HenkelGarcia

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Opinión