En la aldea
26 diciembre 2024

Docentes bien remunerados, profesionales mejor formados

¿Por qué el Estado tiene que regular el precio de la educación?, ¿no debe este fijarse por oferta y demanda? El valor de la matrícula es un equilibrio fino entre captar alumnos y tener buenos profesores. Liberar a las universidades para que estas puedan pagar los mejores profesores que puedan conseguir y comprar los laboratorios más actualizados a los que puedan acceder, es uno de esos pasos sin los cuales el desarrollo de la intelectualidad, que da pie al crecimiento de las sociedades, no se puede emprender con éxito.

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Juan Pablo Olalquiaga | 09 febrero 2021

¡Otra vez vamos con la regulación de precios! Ahora le toca a las universidades privadas, es decir aquellas que se sostienen por cuenta propia sin requerir fondos del Estado. Las universidades privadas, son privadas tan solo en su ejecución administrativa y en la propiedad de sus bienes, por cuanto prestan un servicio absolutamente público. Participa todo aquel que quiera estudiar allí, siempre que reúna los requisitos académicos requeridos, pague el costo de estos estudios -bien por cuenta propia o con becas- y se comporte mediante los códigos de convivencia social. Entonces, la pregunta es: ¿Por qué el Estado tiene que regular el precio de la educación?, ¿no debe este fijarse por oferta y demanda? 

Si las universidades suben mucho el precio de la matrícula, perderán estudiantes; si por el contrario, la bajan mucho, perderán profesores y quedarán obsoletas en sus instalaciones para la investigación. Por tanto, el valor de la matrícula es un equilibrio fino entre captar alumnos y tener buenos profesores, es decir profesionales capaces de impartir la mejor calidad de conocimiento, así como de tener laboratorios actualizados. ¿Es el Estado el que puede mantener este sofisticado equilibrio? Supongamos el caso de una escuela de ingeniería que se plantea ofrecer la educación más actualizada, con los laboratorios más modernos, ¿cuánto cuesta esto? Imaginemos el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde por cierto un venezolano es el Rector. ¿Se debe regular el precio de la matrícula del MIT?

Los venezolanos ya conocemos los resultados de la regulación de precios, los hemos vivido en carne propia. La regulación de precios termina con la oferta, crea el bachaqueo y terminamos comprando productos no diferenciados, más caros y sujetos a un manejo y almacenamiento que hace dudosa su calidad. En términos de educación, tales controles significan menos profesores en número porque simplemente no se les puede pagar, y en consecuencia estos migrarán a otras áreas en la búsqueda de obtener los ingresos que no pudieron obtener en los centros de enseñanza superior. ¿Qué profesores quedarían? Solo aquellos que tienen vocación de enseñanza y soportan ser pobres, o los que no consiguen trabajo en otro lado.

El efecto de docentes bien remunerados

¿Y por qué nos debe interesar la remuneración de los docentes? Worldatlas.com tiene una clasificación de los países cuyos ciudadanos son los más inteligentes. Esta medición se hace sobre la base de la cantidad de premios Nobel recibidos por sus nacionales, el coeficiente intelectual medido a sus estudiantes y las notas que éstos obtienen en sus escuelas. Si nos concentramos solo en coeficiente intelectual y notas veremos que los países con ciudadanos más inteligentes son Singapur, Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán. Estos cuatro países están entre los primeros ocho (8) en los resultados de las pruebas de PISA, que miden la habilidad lectora, matemática, así como la comprensión científica de los estudiantes de bachillerato. También están entre los primeros 11 países en los índices de innovación, medidos por WIPO, la Organización Mundial para la Propiedad Intelectual (OMPI), y la Universidad Cornell y el Insead.

¿Y cómo viven los ciudadanos de estos cuatro países en términos de ingresos? Debido a que una forma de comparar la riqueza de los ciudadanos es midiendo el Producto Interno Bruto (PIB) por persona; pues resulta que Taiwán tenía un PIB por persona de 25.008 dólares en 2019 según cifras del Banco Mundial, llegando hasta Singapur con un ingreso de 65.233 dólares. En comparación, Venezuela nunca tuvo más de 10.000 dólares, aun en su momento de mejores ingresos petroleros

“Imaginemos el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde por cierto un venezolano es el Rector. ¿Se debe regular el precio de la matrícula del MIT?”

¿Sobre qué descansan ingresos tan altos en países con poblaciones tan pequeñas? Corea del Sur tiene 51 millones de habitantes, pero Singapur5,6 millones. Las cifras de exportación per cápita de estos países van desde Corea del Sur que vende al exterior bienes a razón de 13.700 dólares anuales por persona, hasta Singapur que exporta 87.958 dólares. Si uno hurga en el Atlas de Complejidad Económica, que publica la Universidad de Harvard, puede ver la diversidad de bienes complejos que suponen estas exportaciones. Productos de alto valor agregado como electrónica, equipos médicos, maquinaria, o partes de aviones, hasta telas, frutas y cereales, incluyendo productos procesados de petróleo. Es decir, ellos exportan lo que nosotros importamos. ¿Y qué exportamos nosotros, además de petróleo crudo y oro ilegalmente extraído?

¿Dichas exportaciones, cómo nacen? Recordemos que Corea del Sur sufrió una guerra civil que la devastó totalmente hace apenas 60 años. Pues esos productos que venden en el mercado internacional surgen de los nuevos emprendimientos. De hecho, Singapur y Corea del Sur están entre los 20 países con mayor número de emprendimientos per cápita según la revista Ceoworld. De tales emprendimientos salen empresas sumamente exitosas, como lo son los unicornios, aquellos negocios que rápidamente sobrepasan una valoración de mil millones de dólares. Según la misma publicación, Corea del Sur acumula 12 unicornios, mientras que Singapur y Hong Kong detentan 4 cada una. Pero es que, para llegar a tener unicornios, estos países tienen una cantidad formidable de otros emprendimientos exitosos cuyas valoraciones no llegan a esta suma. ¿Cuántas empresas venezolanas han tenido, en nuestra historia, una valoración de esta magnitud, aun no siendo emprendimientos?

El reto de los unicornios

A modo de ejemplo, un unicornio es SpaceX, la empresa espacial de Elon Musk, el famoso y controversial presidente de la revolucionaria automotriz Tesla. SpaceX, fundada en el año 2002, hoy está valorada en 46.000 millones de dólares y sigue siendo privada en el sentido de que no cotiza en el mercado bursátil. SpaceX tiene contratos de lanzamiento de cohetes con la Nasa y está instalando la red de internet satelital global Starlink con la cual ofrecerá 100 megabytes de internet en cualquier parte del globo por menos de 100 dólares mensuales. Musk contrató ingenieros graduados de universidades de las que salieron mejor instruidos y actualizados, y que fueron formados por profesores debidamente remunerados. Este unicornio está en camino a cambiar el mundo.

Según Laura FitzPatrick del portal Go Overseas, los profesores en Hong Kong suelen tener ingresos entre 3.000 dólares y 6.000 dólares al mes. Tanto Hong Kong, como Singapur, Corea del Sur y Taiwán tienen una amplia oferta de universidades clasificadas entre las primeras 1.000 del mundo, sobre una base de cerca de 28.000 universidades registradas a nivel global en el portal Webometrics.

No pretendo hacer una correlación rigurosa entre sueldos de profesores, notas y coeficiente intelectual de estudiantes, emprendimientos exitosos, exportaciones de alto valor agregado e ingresos per cápita de países, que conduzca a un análisis de causalidad, por cuanto hay muchas más variables que deben considerarse para un estudio serio de esta naturaleza. No obstante, liberar a las universidades para que estas puedan pagar los mejores profesores que puedan conseguir, y comprar los laboratorios más actualizados a los que puedan acceder es uno de esos pasos sin los cuales el desarrollo de la intelectualidad, que da pie al crecimiento de las sociedades, no se puede emprender.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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