Lo conocí porque leí su novela “Íntimos relatos”. Bien escrita, contundente, cruda, valiente, narra una historia de ruptura de paradigmas de una persona “normal”. Son historias de la vida real contadas por sus protagonistas. Ya está lista para ser estrenada en cine, dirigida por él mismo.
Se llama como nuestro Beato más querido, pero no es beato. Más bien, le gusta pasar límites, poner en el tapete temas tabúes de los que muchos, por miedo, no se atreven ni a pensar. José Gregorio Hernández es médico como “su tocayo”, profesión en la que se graduó con honores, pero además estudió Comunicación Social a la vez que estudiaba Medicina. El cine siempre fue su pasión, pero la insistencia de su madre lo llevó a la Medicina. Los estudios de Comunicación Social mención Producción Audiovisual los pagó con sus ahorros y las mesadas que le enviaba su familia. Ahora es el ejercicio de la Medicina lo que le permite pagarse sus producciones cinematográficas. Su ópera prima, “El secreto de mi amigo Sebas” estuvo más de un año en cartelera y sigue siendo su favorita, a pesar de que es su más duro crítico. Su última producción fue “hackeada” y fue a parar a un portal pornográfico. Una canallada de alguien cercano, pero como él mismo dice, “en Venezuela el escándalo vende”.
Sueña con su internacionalización, pero se siente satisfecho de ser profeta en su tierra en sus dos profesiones. Siente que Venezuela es una esperanza, pero para que cristalice se necesita el concurso de todos.
-Estudiaste Medicina y Producción Audiovisual al mismo tiempo, y has ejercido ambas a la vez. ¿Cómo compaginas dos profesiones tan distintas y tan demandantes?
-Siempre he contado con la suerte, o infortunio (risas), de lidiar con dos afanes. En el caso particular de mis oficios, desde joven he cargado con ellos, tratando de darles igual relevancia. Confieso que por la terquedad e insistencia de mi madre me volví médico, graduándome, paradójicamente, con honores, y por mi terquedad y empecinamiento estudiaba comunicación social y actuación pagando las matrículas con lo que me daban de mesadas y los gastos del mes, ya que vivía residenciado. Hoy día, agradezco esa dualidad profesional: Soy un artista prostituido por la Medicina y un médico prostituido por el arte. La medicina me da de comer, mi sustento, e incluso paga mi capricho caro de ser cineasta. Ostento dos profesiones demandantes: La cirugía y la realización audiovisual requieren compromiso, entrega, sacrificios, además de ser, en extremo, celosas. Mi reto es ejercerlas en justo equilibrio y sentirlas como una. Pienso que la Medicina es el octavo arte y hay que tener la humildad de un artista que lidia con un talento complicado de ejecutar.
-Simple curiosidad mía: ¿llamarte José Gregorio Hernández en Venezuela ha sido una carga o una ventaja?
-Creo que una bendición y un compromiso inmenso. Más allá de la mofa y risas inocentes, siento que llamarme como el Venerable (casi Beato) es un plus para mí. Yo creo en energías, en santos protectores, en un Dios que pone en la tierra guardianes y que a mí me puso al mejor de los protectores y guías, mi tocayo, a quien trato de emular en el difícil reto de ejercer la medicina con ética y mística de servicio.
-Tu actividad como productor de cine ha sido larga y exitosa. Has sido premiado en festivales extranjeros y la crítica te ha favorecido. ¿Con qué película te sientes más realizado?
-Definitivamente con mi primer largometraje comercial “El secreto de mi amigo Sebas” -más allá del valor sentimental por ser mi ópera prima y el tener la satisfacción de ver reflejado el trabajo impreso en el guion- además de ser una arriesgada idea, implicó un arduo y arriesgado trabajo de producción: Recrear dos épocas, llevar al presente los años ‘80 para que la gente se sintiera en esa década, asumir el riesgo de una dirección vertiginosa con planos poco convencionales y movimientos de cámara violentos para que el espectador sintiera la angustia del personaje que investigaba la verdad detrás de la muerte trágica de su padre y que, además, por vueltas del destino, yo mismo interpretara dos personajes, padre e hijo; con lógica, coherencia y verdad, mientras dirigía y producía (contando con la suerte de un equipo de valiosos profesionales que me respaldaban y me acompañaban). Todo esto implicó una descarga de adrenalina brutal. Al principio me castigaba con el terror de una mala crítica, pero después se convirtió en satisfacción ya que calé en el gusto del público y la película duró más de 52 semanas en cartelera y luego fue reestrenada… por eso “Sebas” siempre será mi favorita, pese a que yo mismo soy su más duro crítico.
-Has sido víctima de plagios y tu última película fue a parar a un portal de pornografía, ¿cómo se controla eso en un mundo donde es tan fácil colgar cualquier cosa en las redes?
-Eso ha sido un bochornoso y delicado impasse, inédito en la filmografía venezolana, ya que los cineastas somos en extremo celosos con los trabajos, incluso con los ajenos, por eso confiamos y nos cuidamos los unos a los otros. Esto fue una mala jugada y un crimen perpetrado por gente cercana a mí, que consideraba familia. La envidia y la impotencia de no lidiar con el éxito y felicidad ajenos, son, en definitiva, malos consejeros. Afortunadamente los organismos policiales han actuado a tiempo y la película sólo estuvo horas en ese portal. Lo bueno es que, en este medio, el escándalo vende y se puede tomar a favor el hecho de que este drama erótico aguanta incluso una plataforma pornográfica, lo que también es un reto para mí a futuro: El poder valerme de la pornografía como un elemento de apoyo al discurso visual de una película dramática, como lo han hecho James Cameron Mitchell, Lars von Trier o Gaspar Noé, directores referentes para mí. Por algo, entonces, pasan las cosas y más que lamentarme tomaré esto a favor de mi producción, por respeto a la misma y a todo el equipo que trabajamos en ella; las investigaciones seguirán y, más pronto que tarde, los nombres de los culpables saldrán a la palestra.
-Ahora te estrenaste como escritor con una estupenda novela, en parte autobiográfica, con un tema que requiere valor enfrentarlo, aún en estos tiempos. ¿Dónde aprendiste a escribir tan bien y qué te motivó a contar tu experiencia?
-Agradecido por el comentario. Desde chico siempre me gustó escribir, recrear historias, incluso dibujaba las historietas de lo que redactaba. Cuando estudié en España “Dirección y Redacción de Guiones para Cine y Televisión” ya había hecho esta novela, dividida en cuatro partes, sin ningún tipo de orientación o guiatura literaria. Apenas tenía 16 años y aún no había iniciado los estudios de comunicación, por lo que debo decir que eso fue un talento nato que me regaló el universo y que luego he cultivado en base a estudios y práctica. Yo disfruto escribir, recrear personajes reales y luego saboreo el hacer cine. Saber que mis historias son factibles de materializar en la pantalla grande y que el espectador se sienta identificado, para mí es el premio más grande a mi labor como escritor.
-Esta obra ya está filmada y lista para estrenarse ahora que los cines volverán a abrir sus puertas después de 10 meses. ¿Cuáles son tus expectativas, tanto en Venezuela como en el exterior?
-Creo que ya el reto más grande lo conseguí: El transgredir la línea, el no ponerme censuras, el lidiar con cosas tan delicadas como el erotismo y la muerte. Expectativas, prefiero no tenerlas, ya que con esta película no busco convencer a nadie, pero sí que la gente se choque con realidades que muchas veces oculta por miedo a ser cuestionada. Como profesional aspiro pasar las fronteras y lograr lo que estoy trabajando hace ya algún tiempo, la internacionalización de mi estilo y forma de realizar cinematográficamente.
-¿Qué significa Venezuela para José Gregorio Hernández?
–Venezuela es mi cuna, es mi casa, es el sitio donde nacieron mis hijos, donde estudié y maduré, donde pude decir “soy profeta en mi tierra” en mis dos oficios; sin embargo, también Venezuela implica nostalgia, tristeza, dolor y un mal sabor por saber que estamos en tiempos duros, que aún no es el momento para resolverlos, ya que se debe educar más y entrar en la conciencia colectiva de generaciones noveles que, a mi modo de ver, deben aprender más el valor del compromiso, del trabajo, del agradecimiento. Venezuela representa una esperanza, pero también una realidad que no cambiará sin el esfuerzo mancomunado de todos.
*Las fotografías fueron facilitadas por la autora, Carolina Jaimes Branger, al editor de La Gran Aldea.