Con su familia me une -por ambas ramas- una amistad que me honra. Él es amigo de mi hija menor, de manera que el nexo se prolonga, al menos, por otra generación. Alejandro Pantin Gil no sólo es querido, sino admirado por sus amigos. Lo admiran como arquitecto, como artista plástico, como músico y, sobre todo, como ser humano.
En Barcelona, España, donde vive, ha encontrado un nicho donde desarrollarse en todas sus facetas. En ocasiones se las ha visto complicadas, pues el trabajo como arquitecto está difícil de encontrar, más aún cuando se espera por el pasaporte español. Pero ¡qué delicia es hacer lo que a uno le gusta, en un lugar donde se siente como pez en el agua y teniendo treinta años! Sus proyectos en música son individuales y grupales. En arte, comenzó imitando una película que lo inspiró. La arquitectura la empezó a “saborear” desde que, de niño, jugaba armando Legos y soñaba en que podía llevarlos a una escala real.
Sus obras de arte son topografías y figuras talladas a mano dentro de libros. Ahora se apoya en la computación para lograr modelos más precisos y anatómicamente correctos si de seres vivos se trata.
Quisiera regresar a Venezuela, pero sabe que en estos momentos no está fácil. Añora los tiempos cuando la familia y todos los amigos estaban en la misma ciudad. Pero sueña con enseñarles a los extranjeros a quienes ha conocido, esos lugares, esos sabores, esas vivencias que sólo nuestro país puede dar y que le resultan incomparables.
-Estudiaste arquitectura, quizás la disciplina que engloba el arte con la ciencia. ¿Qué te motivó a ello?
-Mi motivación para la arquitectura comenzó desde pequeño cuando jugaba con Legos. Tenía la creatividad para construir mis propios diseños y me emocionaba pensar en hacerlos a escala real. Comencé estudiando un semestre de ingeniería civil -porque al graduarme del colegio no sabía qué estudiar y se me daba bien la matemática- y era lo más parecido a la arquitectura y construcción. Pero después de entender bien de qué iba cada carrera, me di cuenta de que la arquitectura era lo mío. Tener que lidiar con problemas cotidianos de personas conviviendo con el ambiente y edificaciones, plantear las soluciones y resolverlas con intervenciones arquitectónicas es un desafío interesante y sumamente satisfactorio, al unir la matemática -ciencia y rigidez- con el arte, la estética y la fluidez.
-¿Eres más artista que arquitecto?
-El arte para mí siempre lo había visto como un hobby, más que como una carrera. En el test de aptitudes académicas que hice en el colegio, me salió de primero arquitectura, de segundo arte y tercero música. Así que supe desde siempre que tenía “mano” para el arte también. Al graduarme de arquitecto y empezar a trabajar en oficinas de arquitectura, me di cuenta de que ser arquitecto es difícil y laborioso, pero muy grato y satisfactorio al ver los proyectos hechos realidad. Ahora que empecé a vender obras de arte y ver una posibilidad de negocio en esto, me viene la duda sobre a qué quiero dedicarme: No quiero abandonar la arquitectura porque me siento más arquitecto que artista, aunque estoy abierto a la posibilidad de poder llevar las dos profesiones o si el proyecto de arte sigue creciendo, sí podría ser más artista que arquitecto.
-Tus obras son originales, hermosas y entiendo que el proceso es totalmente manual. Háblame de cómo llegaste a ellas.
-Este tipo de arte era algo totalmente desconocido para mí. En el 2015 vi una película en la que una niña hacia estas topografías escarbadas dentro de libros de páginas amarillas súper gruesos y me encantó la idea. Justo ahí mis abuelos se estaban mudando y me dieron una cantidad de libros de páginas amarillas viejos y guías turísticas de años pasados, entonces se me ocurrió hacer mis propios diseños con una intención similar a la de la niña en la película. De ahí salieron las primeras obras, más hacia las formas arquitectónicas y con pequeñas escalas humanas e historias dentro de los libros. Hice como unas cuevas con lagunas internas, tumbas egipcias, icebergs y cuevas de hielo, un edificio con cuartos y escaleras y un anfiteatro. Después, un día se me ocurrió hacer una cara dentro del libro, por lo que dibuje una cara en la primera página (como venía haciendo con todos los demás) y empecé a escarbar la forma de la cara. Aunque quedó bien, era más parecida a una montaña con forma de cara, donde puse escalas humanas como en las anteriores. El siguiente paso fue poder ahora hacer caras dentro de los libros, pero anatómicamente correctas. Por eso diseñé una manera de poder previsualizar el libro en la computadora antes de picarlo y así poder lograr más precisión en las obras. Ya no solo hago caras anatómicamente correctas, sino también fósiles de dinosaurios, catedrales, animales, cuerpos enteros, etc.
-También eres músico. Tocas el Bajo en un trío llamado “Puntos”. Cuéntame de la experiencia.
-Sí, soy músico desde temprana edad. Toda la vida me ha encantado la música y necesito de ella todos los días. La música tiene mucho que ver con la arquitectura y el arte, es composición y armonía entre elementos, cualquiera de ellos. Toco guitarra más que todo, pero me encantan los instrumentos de cuerda como el Ukelele, cuatro, Bajo y un poco de piano y percusión. También me gusta cantar y componer, tengo actualmente un proyecto musical como solista. El año pasado en Barcelona, a través de un amigo en común con los integrantes de la banda “Puntos”, me contactaron. Me traje el Bajo desde Venezuela y ahora estoy en la banda, hemos tenido un par de toques en Barcelona y en Madrid. Tocar música en conjunto es sumamente divertido y poder ensayar con mis amigos y tocar en público es algo que seguiré haciendo siempre que pueda.
-Creciste en Valencia, Venezuela. Ahora vives en Barcelona, España. ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias principales?
-Las diferencias entre Valencia, Venezuela y Barcelona, España para mí son más que todo en la facilidad de movilidad sin carro que tiene Barcelona y la libertad que eso genera. El carro también tiene su libertad porque tienes la posibilidad de ir a más sitios fuera de la cuidad, entre otras cosas. Extraño mucho vivir en Venezuela, aunque la mayoría de mis amigos están viviendo fuera de ella y muchos en Barcelona. Me parece difícil comparar estas ciudades, ya que cada una tiene sus maravillas y la situación por la que pasa Venezuela dificulta la posibilidad de ponerla en comparación con la calidad de vida que tiene Barcelona en cuestiones de seguridad y abastecimiento. Pero no cabe lugar a duda de que el clima, las playas, las montañas, las personas y una cantidad de cosas que tiene Venezuela, son incomparables.
-¿Cuáles son tus planes a corto y mediano plazo?
-Mis planes a corto plazo, son primordialmente conseguir trabajo en arquitectura, pero para eso necesito el pasaporte español que estoy en espera, ya que trabajar en arquitectura como inmigrante con poca paga y sin la seguridad de un contrato a largo plazo, no es algo que me motiva. Por eso estoy adelantando lo más que puedo el proyecto de los libros para dejarlo encaminado y poderlo llevar junto con un trabajo de arquitectura más adelante, o si crece lo suficiente, para dedicarme a eso por completo. Más adelante me gustaría tener una oficina de arquitectura propia, junto con un taller de arte, donde pueda llevar a cabo proyectos arquitectónicos como también intervenciones artísticas de gran escala ligadas con arquitectura y los proyectos de reciclaje de libros obsoletos en esculturas. Este año ha generado en mí una serie de incertidumbres ya que la escasez de trabajo en algunas ramas como en la arquitectura, me ha hecho estudiar la posibilidad de llevar una carrera como artista, pero esto implica inseguridad en el futuro ya que tienes altibajos en ventas y creatividad. Pero también la posibilidad de ser mi propio jefe y no tener horarios me llama la atención, por eso mis planes son llevar las cosas al día, trabajando en nuevas obras y buscando con calma trabajo en arquitectura.
-¿Qué significa Venezuela para Alejandro Pantin Gil?
-Venezuela para mí significa el país donde quiero vivir, pero no puedo, ya que las posibilidades de trabajo y calidad de vida se han visto reducidas a través de la crisis de los últimos años. Es el país donde el clima es perfecto, El Ávila es mágico, la comida solo de allá y las mejores playas sin duda. Me gustaba cuando toda la familia y los amigos estaban en la misma ciudad. Creo que tengo el mismo sentimiento de todos los venezolanos de volver algún día a recuperar el país, pero por ahora me basta con visitarlo de vez en cuando y poder ir a sitios como Canaima, Margarita, Los Roques, donde están esas maravillas únicas en el mundo y mostrárselas a todos los extranjeros que no sepan de su existencia.
*Las fotografías fueron facilitadas por la autora, Carolina Jaimes Branger, al editor de La Gran Aldea.