Como directora del Programa para América Latina y el Caribe de la Fundación Nacional por la Democracia con sede en Washington, tiene una apreciación muy particular sobre lo que ocurre en Venezuela. A esto se suma su trayectoria como socióloga e investigadora, así como su paso por la directiva del Consejo Nacional Electoral. Miriam Kornblith, desde su perspectiva al analizar los inicios de Hugo Chávez en el poder, sostiene que muchos creían que con el chavismo iban a mejorar las cosas que no funcionaban bien, sin eliminar las que sí lo hacían. “La expectativa de las personas no era sacrificar su libertad y bienestar por un régimen no democrático”. Ahora, dos décadas más tarde, la “llama por la libertad sigue viva, articulándose y generando estrategias para un cambio político”.
-¿Antes de que llegara Hugo Chávez al poder qué tan arraigados estaban los valores democráticos en la sociedad venezolana?
-Yo creo que la reacción de la sociedad venezolana al intento de golpe de Estado de 1992 fue muy decepcionante, y lamentablemente esa acción fue un fracaso militar pero un éxito político. Vimos manifestaciones de simpatía con quienes ejecutaron el levantamiento armado tanto en el ámbito popular, como desde distintas esferas del liderazgo de la época. Eso fue muy llamativo. Pero pienso que también hubo mucha frivolidad en ese respaldo, porque la gente asumió que nuestra democracia era estable y que lo ocurrido era sólo una especie de sacudón o jalón de orejas, más que una intención real de revertir todas las coordenadas de organización y los valores democráticos del país, como ha ocurrido desde 1998 a esta fecha. Claro, nadie en su sano juicio, en aquel tiempo, quería llegar a lo que estamos padeciendo hoy; pienso que muchos de los que celebraron la intentona y luego la victoria del chavismo en 1998, están sumamente arrepentidos y consternados con la realidad actual y por haber sido engañados.
-¿Qué generó ese apoyo que describe?
-Venezuela había tenido un proceso de expansión socioeconómica muy exitosa en los años ‘60 y ‘70, pero en el momento en que empezó a decrecer el ingreso petrolero, sobre todo después del “viernes negro” de 1983, esa expectativa de acceso masivo al bienestar comenzó a estrecharse y a generar mucha frustración. Esto coincidió con que, desafortunadamente, en el país se presentaron situaciones muy repudiables de corrupción y mal manejo de fondos públicos; además, los partidos políticos que habían liderado el proceso democrático no atendieron con suficiente tiempo la necesidad de renovarse internamente y de renegociar el modelo sociopolítico para la nación. En ese contexto empezaron a aflorar mucho descontento, tensiones y diferencias que luego Chávez canalizó con su discurso, haciendo que muchos creyeran en su proyecto.
-Es contradictorio que la clase media venezolana no valorase con suficiente fortaleza las ventajas de tener un sistema democrático, cuando en aquel momento estaban recientes los estragos que habían dejado regímenes autoritarios en la región.
-Sí, pero yo creo que la mayor parte de las personas pensó que se trataba de una sustitución de liderazgo y no un cambio en las pautas fundamentales de articulación de la sociedad venezolana, es decir, nunca se creyó que el chavismo acabaría con la libertad de expresión y elecciones libres; sólo creían que iban a mejorar las cosas que no funcionaban bien, sin eliminar las que sí lo hacían. La expectativa de las personas no era sacrificar su libertad y bienestar por un régimen no democrático.
-¿Por qué al chavismo le fue tan fácil camuflarse durante tanto tiempo, a lo interno y en el exterior, como un gobierno democrático?
-Esa fue una sorpresa y otra decepción, ver a personas con formación política y valores democráticos encandiladas con el inicio del chavismo. La retórica de la refundación de la República, de avanzar hacia una democracia protagónica, como decían en aquel momento, más, venir con personas que no habían sido parte de la élite política y utilizar un discurso muy radical entorno a la justicia social y la erradicación de la corrupción, impactó dentro y fuera del país a favor de la llamada revolución bolivariana. El populismo, tan característico de América Latina, en esa fórmula chavista pegó en el país, porque conectó con el descontento y la frustración que había en la sociedad. Ellos no mostraron su carácter claramente autoritario desde el primer momento, sino que lo fueron desplegando progresivamente; y, lamentablemente, en la cultura política venezolana venían conviviendo actores que valoraban los principios democráticos, con otros que sentían simpatía por aventuras personalistas y caudillezcas.
-¿La insistencia democrática que mantienen los venezolanos es producto de la formación que recibió la sociedad en los 40 años previos al chavismo, o es simple supervivencia?
-Yo creo que uno de los aspectos más estimulantes de la situación venezolana hoy, es que a pesar del esfuerzo sistemático del chavismo por destruir todo el sistema democrático del país, hay significativos sectores de la población, organizaciones y partidos políticos, que siguen enarbolando valores fundamentales como la libertad y la dignidad humana. Considero que por un lado tiene que ver con esos 40 años previos al chavismo, que con sus defectos e imperfecciones centraron y fundamentaron a la democracia como un principio fundamental. Por otra parte, he visto que en las situaciones terribles, como las que existen en Corea del Norte o Cuba, hay grupos que nunca dejan de luchar y eso pasa porque en el ser humano hay un anhelo por el respeto, el pluralismo y la autodeterminación.
-En el prólogo del libro “Autocracias del siglo XXI” usted escribió que “afianzar valores democráticos en la sociedad es fundamental para lograr una transición en Venezuela”, ¿cree que en el país que tenemos hoy eso es considerado una prioridad?
-Sí, definitivamente. Algo que a mí me impresiona mucho es ver cómo hay un porcentaje muy alto de la sociedad civil desarrollando proyectos que tienen que ver con libertad de expresión, defensa de derechos humanos, generación de liderazgos y empoderamiento de las comunidades. Esto se está haciendo tanto en Caracas como en el interior de Venezuela, pero más allá de eso, puedo dar fe que desde el primer día de Hugo Chávez en el poder hemos tenido una comunidad democrática muy importante que ha adversado su modelo. Incluso, dentro de la propia coalición chavista hay sectores para los que la democracia es el orden preferido, y por eso no se identifican con el madurismo y la degradación a la que ha llevado a nuestra nación. Me consta que en Venezuela esa llama por la libertad sigue viva, articulándose y generando estrategias para un cambio político. La sociedad venezolana no se ha rendido a pesar de que las condiciones para la lucha cada vez son más adversas.
-¿Cuáles son los valores más importantes que se deben impulsar en la Venezuela posterior al chavismo?
-Hay dos valores que son los pilares de un orden democrático: Libertad y Justicia; y yo creo que ambos han sido golpeados muy duramente durante estos años, por eso creo que urge reivindicarlos.
-¿Considera que en estos momentos hay desesperanza dentro de la sociedad venezolana?
-Sólo te quisiera decir que llevo catorce años trabajando en National Endowment for Democracy y cada vez recibimos un número mayor de propuestas relacionadas a proyectos en Venezuela. Eso es muy significativo, porque uno pudiera decir que ante el acoso y las situaciones adversas, la gente de desanima y no quiere seguir intentando, pero lo que ha ocurrido es lo contrario.
-Dada su gran experiencia y conocimiento de la realidad venezolana, ¿qué orientación le daría a la juventud?
-Yo lamento que la juventud de nuestro país esté pasando por estas dificultades tan grandes, pero también he visto cómo muchos jóvenes se han sobrepuesto a su situación y se han volcado en un compromiso enorme con Venezuela y sus comunidades. Algunos de los proyectos que he visto en mi trabajo son de una entrega tremenda, muchachos que se dedican a dar herramientas y empoderar a otros utilizando innovación y creatividad. Los he visto involucrarse con pasión, buscar salidas interesantes y crear conexiones muy importantes. Es uno de los aspectos que más ilusión y esperanza generan en Venezuela.