Este lunes corrió por las redes sociales un video que mostraba a un hombre de lentes, con un delantal negro manchado de harina, muy concentrado en la labor de estirar discos de masa. Se trataba del ingeniero venezolano Juan Manaure, diputado del estado Falcón a la Asamblea Nacional, por Primero Justicia.
Juan Manaure nació en La Vela de Coro, estado Falcón, el 22 de diciembre de 1964. Su madre murió cuando él tenía 4 años. Y unos años después falleció su padre. Cuando tenía diez años, su hermano mayor y la esposa de este se lo llevaron a su casa para criarlo como un hijo. “Se ocuparon de mí en todo, me dieron estudios y buenos ejemplos. Es a ellos a quienes considero mis padres”, dice el diputado, en entrevista telefónica.
-Mi hermano, Argenis Manaure, fue el primer alcalde electo en La Vela de Coro -explica-. Cuando entré en la Universidad, llevado por su influencia, incursioné en la política. Cuando tenía 30 años, ya era coordinador de Acción Democrática en el municipio Colina, aspiré a una concejalía allí. En 2008, cuando ya estaba en Primero Justicia, gané la alcaldía del municipio Colina y la ejercí hasta 2015, cuando fui electo diputado por la Costa Oriental del estado Falcón. Represento once municipios, desde Coro hasta Tucacas.
Estudió en el Tecnológico de Coro y luego hizo Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, también en la capital falconiana, donde fue profesor y ahora está jubilado.
-¿Cómo llegó usted a la cocina de una pizzería?
-El camino empezó en la Asamblea Nacional de Venezuela. Desde que nos juramentamos en la Asamblea Nacional, tras las elecciones del 6 de diciembre de 2015, asistí a todas las sesiones del Parlamento. Al principio, nos íbamos, el diputado Gregorio Graterol y yo, en carro todos los martes. Salíamos de madrugada y llegábamos a tiempo para la sesión. Estuve tres años y medio asistiendo de manera presencial, representando mi circuito, interviniendo en los debates y participando en las Comisionesde Administración y Servicios y la de Cultura. Siempre he sido muy activo.
“Cuando gané la curul, las autoridades de la Universidad Francisco de Miranda me extendieron un permiso no remunerado. Yo quedé, pues, a expensas de mi salario en la Asamblea. Pero a los cuatro meses de empezado el periodo legislativo, la dictadura bloqueó los recursos y los diputados de oposición nos quedamos sin salario. Yo no tenía ningún ingreso. Tenía dificultades no solo para el día a día sino para viajar a Caracas para asistir a las sesiones. Estaba muy limitado. Pero tenía una pequeña ventaja: Como diputado podía aspirar a obtener la visa de los Estados Unidos. Así fue como, a sugerencia de mi hijo mayor (tengo tres hijos), hicimos el esfuerzo y la solicitamos en 2018. Nos dieron visa por un año”.
-Una amiga de la madre de mi hijo -sigue Manaure- lo había contratado para trabajar en ventas, en la compañía Royal Prestige. Esa señora nos dio los pasajes (porque tampoco teníamos para eso). Yo decidí acompañar a mi hijo y tratar de trabajar por unos tres meses, para ganarme algo. Así viajé. Llegamos aquí, a Charlotte, Carolina del Norte, el 1º de febrero de 2018. Mientras tanto, las cosas en Venezuela empeoraron todavía más. Decidí quedarme. A los siete meses les envié los pasajes a mi esposa y a nuestras dos hijas.
-El viaje a los Estados Unidos, ¿era un viejo proyecto suyo?
-En lo absoluto. Jamás se me había pasado por la mente irme de Venezuela. Yo no había ido nunca a los Estados Unidos. De hecho, no hablaba una palabra de inglés. No es que ahora lo hable bien. Me cuesta mucho, la verdad.
-¿Cuál es su estatus en la actualidad?
-Tengo casi dos años aquí. He estado posponiendo las diligencias para formalizar mi estatus deinmigrante porque siempre doy una semana más a mi apuesta de que las cosas en Venezuela pueden cambiar de un momento a otro. A mí me sostiene la esperanza de que la situación vaya a cambiar. Pero, como se ha tardado más de lo que pensamos, pedí asilo. Y eso está en proceso.
“En Royal Prestige estuve hasta noviembre de 2019, cuando abrió un restorán de comida italiana, llamado Capisce, y me contrataron como dishwasher (lavador de platos). Lavé platos por seis meses y entonces fui ascendido, pasé al área de preparar comida. Y hace cuatro meses me pasaron a la línea de pizzería. El domingo 11 de octubre invité a un amigo, falconiano también, a comer en el restorán, con su familia. Fue él quien, al verme trabajando la masa, grabó el video. Al día siguiente, el alcalde de la Vela de Coro, Argenis Leal (PSUV) preguntó en sus redes sociales que dónde está Juan Manaure. Al ver el tono malicioso con que este hombre me había aludido, otro amigo, a quien yo le había enviado el video, lo puso en las redes, sin consultarme, como respuesta al funcionario chavista. Y entonces se armó un revuelo. Mis amigos le echaron en cara a Leal que yo estaba trabajando dignamente en otro país, porque en el mío no puedo hacerlo; y le reclamaron que por qué estaba pendiente de mí en vez de ocuparse de las carencias del pueblo, al que tienen abandonado, sin agua, sin luz, sin gas doméstico, sin alimento ni medicinas.
-¿Usted sabía trabajar con la masa?
-No. Cuando entré a trabajar en el restorán, sabía de cocina lo que sabe cualquiera que comparte las labores de su casa, pero nada más. A mí me favoreció el hecho de que, desde mi puesto en el lavaplatos, podía ver a los trabajadores en la línea de pizzas. Así aprendí, viéndolos. A los seis meses, cuando me ascendieron, ya yo tenía el oficio bien observado.
-¿Qué sintió, al verse en las redes pringado de harina, desempeñando un trabajo manual?
-Yo estoy fuera de mi país, como lo están millones de venezolanos, muchos de los cuales están peor, en situaciones más precarias. Yo me siento bien, tranquilo. Satisfecho de hacerle frente a mis responsabilidades con mi familia, que está aquí conmigo, y con la que está en Venezuela, a la que ayudo con unos pocos dólares cada dos semanas, para que puedan comer. Siento el orgullo del hombre que trabaja con dignidad. Y me siento agradecido con este país y con quienes me han permitido ganarme la vida. Mi estadía y mi trabajo aquí, en los Estados Unidos, no son ningún secreto. Desde luego, la dirección de Primero Justicia está al tanto, lo mismo que mi jefe político, el diputado Gregorio Graterol, y mis amigos, a quienes suelo enviarles fotos y videos de lo que hago.
-En algún momento se habló de que el Gobierno interino asignaría una ayuda económica a los diputados de oposición, a quienes la dictadura les quitó sus salarios. ¿Qué pasó con eso?
-Sí, se habló de eso. Pero creo que se privilegió a los Héroes de la Salud. Hace un mes o dos nos dieron una ayuda, pero algo ínfimo, que no alcanzó para nada.
-¿Usted dejó botada su responsabilidad como diputado elegido por el pueblo?
-Ni un día. Jamás. Todos los martes me conecto vía Zoom y participo en las sesiones de la Asamblea Nacional. No he dejado de estar presente. Incluso, ahora, cuando me asignaron trabajo los martes, que antes tenía libres, me pongo los audífonos y, mientras amaso, oigo la sesión; y si tengo que levantar la mano para participar, me aparto un poquito y lo hago. Por cierto, mis compañeros en el restorán se han ido enterando de que soy diputado en ejercicio. Les impresiona mucho esto.
-¿Se ha preguntado qué hubiera pasado si usted hubiera procedido como los llamados ‘alacranes’, quienes se han visto tan bien remunerados por sus, digamos, opciones políticas?
-No tengo necesidad de preguntármelo. Lo sé muy bien. Cuando nosotros íbamos a Caracas, para asistir a las sesiones de la Asamblea, nos quedábamos la noche del martes en un hotel modesto, que nos pagaba el partido. Ahí compartíamos con Luis Parra, José Brito, Conrado Pérez,… comentábamos las dificultades que estábamos pasando, que ya no aguantábamos la pela. Nos hicimos amigos. En diciembre me llamaron. Los tres. Ya se sabía de sus viajes a Europa para hacer gestiones en favor de Alex Saab y se le habían volteado al partido. Me ofrecieron 700 mil dólares para que yo me sumara a la rebelión contra Guaidó. Me dijeron que me fuera a Venezuela, que bajándome del avión me entregaban 200 mil dólares; y que el resto me lo darían cuando quedara bloqueada la reelección de Guaidó como Presidente de la Asamblea. Les dije que consultaría con mi familia. Una excusa, porque yo sabía muy bien lo que tenía que hacer. De todas formas, le conté a mi esposa, a mis hijos, a mis hermanos en Venezuela. Su respuesta fue unánime. Que ni se me ocurriera. No se me había ocurrido, de hecho. El presidente Guaidó tiene mi lealtad y mi respeto.
-¿Qué siente usted cuando ve las imágenes de Luis Parra contando fajos de euros y de compras en tiendas lujosas?
-Lástima. Qué más puedo sentir al ver cómo alguien destruye una carrera política, y traiciona a quienes le confiaron su voto y al partido que lo apoyó. Yo fui alcalde del municipio Colina, por cinco años; fui presidente de la Caja de Ahorro de la Universidad Francisco de Miranda, por seis años; y cuando el régimen nos dejó sin salario, me quedé en blanco. No tenía ahorros. Nada. Nunca me ha motivado la ambición. Muchos menos, de dinero mal habido. El pueblo los ve con ese montón de dinero y con sus camionetotas, mientras pasa hambre. Ahí tiene usted lo que les dicen, cómo los insultan y los desprecian. Los llaman ‘alacranes’. Qué va. Yo prefiero mil veces que me llamen lavaplatos o pizzero.
-Y su familia, ¿no le han dicho: Mira, estuvieras tú también contando cobres y no bolas de masa?
-Al contrario. Ven cómo los señalan y se enorgullecen al ver la reacción de mis amigos, que han hecho viral un video, en respuesta al alcalde chavista que preguntó que dónde andaba yo, cuando estaba echándole pichón a mi trabajo. A mi familia, por lo demás, no le hace falta que su padre sea ladrón. En el restorán tengo dos días de la semana libres, miércoles y jueves, que los dedico a hacer delivery con mi carro. Carro que me compré con mi trabajo. No tengo, pues, que bajarle la cara ni a mis hijos, ni a mis electores, ni a mis compatriotas. A todos los abrazaré cuando nos encontremos otra vez en Venezuela libre.
*Las fotografías fueron facilitadas por la autora, Milagros Socorro, al editor de La Gran Aldea.