En la aldea
15 enero 2025

Un sentimiento de la crisis venezolana

El reproche entre los que se van y los que se quedan

El migrante venezolano puede ser visto como un traidor o un sacrificado; mientras que aquel que aún continúa en el país puede ser percibido como un valiente, o alguien que solo se acostumbró. La distorsión en esta percepción solo es generada por el sentimiento de duelo que causa una migración forzada como la venezolana.

Lee y comparte
Raylí Luján | 24 junio 2020

Cuando Karina decidió finalmente irse a Málaga, España, se sorprendió cuando algunos amigos y familiares le cuestionaron la idea. “Estas cambiando unos problemas por otros”, le dijo quien fue su compañera durante toda la carrera universitaria para el título de abogada.

La joven de 27 años de edad tenía muy claro, en 2016, que migrar era su única opción en medio de un país sin oportunidades ni futuro. La crisis política-económica en Venezuela empeoraba y sus frustraciones también. El rechazo por parte de su entorno a la decisión de partir no fue un impedimento, aunque sí se mantuvo en su mente por unos meses, sobre todo cuando las metas no se iban alcanzando en el tiempo determinado.

Marcos y su novia Sofía son una pareja de comunicadores sociales que jamás han tenido la idea de irse de Venezuela. Eso, muchas veces, los ha hecho ser el centro de atención en las reuniones de amigos. Les reprochan que estén tan acostumbrados a lo qué ocurre en el país. Ellos insisten en que Venezuela es el lugar donde son felices pese a la situación incierta. Ven el irse como un abandono.

En las redes sociales, los debates entre ambos grupos -los que se quedan y los que se van- siempre han estado sobre la mesa. Cuando se trata de un tema que afecta a ambos, se tornan más notables las opiniones encontradas. Ocurre con mayor énfasis en las discusiones políticas, que se dividen entre la sensación de abandono y el reproche de legitimar una crisis. 

La internacionalista María Clara Robayo, investigadora del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, en Colombia, explica que en el caso de la migración venezolana el tema político está completamente tejido en todas las dinámicas sociales.

“Muchos migrantes y muchos venezolanos sienten que tienen una patria perdida, sienten que les arrebataron una sociedad y una realidad que tuvieron por mucho tiempo, y se da el reclamo. Si a eso, además le sumamos la polarización por personas que defienden el régimen de Nicolás Maduro y los que defienden a la oposición, donde ha habido efectivamente pugnas, eso termina replicándose en el plano migratorio y termina de alguna otra forma adhiriéndose al migrante como si fuera alguien que hubiese abandonado; y los migrantes terminan acusando a quienes siguen en Venezuela como si legitimaran lo que está sucediendo”, sostiene Robayo al insistir en revisar primero las dinámicas detrás de una migración forzada.

Considera que, tanto la historia migratoria como los casos particulares, deben ser tomados en cuenta al evaluarse un fenómeno de rechazo o resentimiento hacia las decisiones tomadas en medio de un proceso nuevo para una sociedad.

“Vivimos con dolor, con miedo, con rabia por esta situación, son emociones nuevas que nos han dejado estos años de sufrimiento, que van mutando, que se van enraizando, que van cambiando en síntomas y van dejando secuelas”

Yorelis Acosta, jefa del área sociopolítica del Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV

“El migrante puede ser visto como alguien que abandona, como un traidor también, o como un héroe o un sacrificado, depende un poco de cada caso. Eso hace pacto dentro de la dinámica migratoria de Venezuela y otros países del mundo; sin embargo en Venezuela hay un componente político muy fuerte que trastoca estas dinámicas, en el sentido de los reclamos entre migrantes y personas que no han migrado, eso también lo encontramos incluso en Colombia, que pudo haberse dado un poco, pero no era la tendencia, no era un gran fenómeno”, agrega.

Emociones de la crisis

Para la profesora de la Universidad del Rosario cuando se habla de migración, en general, se hace referencia a una situación difícil que implica una ruptura y un duelo. En el caso venezolano, de acuerdo a la psicóloga clínica y social, Yorelis Acosta, jefa del área sociopolítica del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), se agrega también el dolor y el sufrimiento que impide racionalidad y causa señalamientos.

“Es una decisión difícil no estar en las fechas importantes y en los momentos de dificultad, en momentos de una enfermedad. Nuestra realidad contextual cambió. Hubo que salir por la falta de proyecto de vida, de desarrollo, de ahogo, por la calidad económica. Son muchas familias fragmentadas, no estábamos acostumbrados a eso. El que no esté el papá, el tío, los jóvenes, se vive desde el dolor y el sufrimiento, y para mí esa emoción que predomina es la que no permite analizar bien la situación de por qué se fueron. O decir inclusive, no me quiero ir. Tiene que ver con esos sentimientos que predominan, que yo los llamo ‘las emociones de la crisis’. Vivimos con dolor, con miedo, con rabia por esta situación, son emociones nuevas que nos han dejado estos años de sufrimiento, que van mutando, que se van enraizando, que van cambiando en síntomas y van dejando secuelas”, apunta Acosta.

La representante del área sociopolítica de Cendes atribuye los señalamientos entre un grupo y otro a la profundización de esas emociones de la crisis. Indica que ello puede provocar desconcierto, estados de colapso, nostalgia profunda, desencanto y hasta sentimientos de culpa. “Porque sentirse bien hoy en Venezuela y ser optimista dentro de un país en crisis tan aguda también es mal visto”.

¿Quién es más fuerte o más cobarde?, es una consulta que también ha recibido Yorelis Acosta, quien insiste en que toda realidad es compleja. “Irse es muy difícil, quedarse es muy difícil. El que se va, que tenía un tiempo echándole pierna, te dice es que aquí se trabaja mucho, aquí es caro, aquí es distinto, bueno es que los que nos hemos quedado hemos podido aguantar porque también trabajamos mucho y aquí también es difícil, y todo es muy caro, vivir en hiperinflación es complicado. Entonces, hay que sanar esas heridas que dejan daños psicosociales”, advierte.

Migrando hacia la empatía

Esa percepción de las realidades de ambos grupos que puede verse distorsionada por el duelo que causa la migración forzada también puede llegar a transformarse en empatía al atravesar dramas más profundos en cada entorno.

La socióloga Mirla Pérez, integrante del Centro de Investigaciones Populares de la Universidad Central de Venezuela, asegura que la primera persecución del venezolano respecto al que se queda y al que se va se fue quedando a la sombra.

“Muchos migrantes y muchos venezolanos sienten que tienen una patria perdida, sienten que les arrebataron una sociedad y una realidad que tuvieron por mucho tiempo”

María Clara Robayo, investigadora del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, en Colombia

“Primero porque el que se quedó comenzó a percibir que el que se fue no la tenía fácil. El que se fue ha tenido, en algún momento, dificultades para poder sostener a quienes se quedaron en el país. Esa tensión ha quedado a la sombra, esa diatriba. Hoy, el venezolano que se queda frente al que se ha ido, siente otras cosas. Valora el hecho de que el que se ha ido está solo, si se llega a enfermar queda totalmente indefenso, hay una conciencia de los riesgos que se corren fuera del país y hay también riesgos dentro del país, porque tenemos un sistema sanitario destruido”, reitera.

La profesora Pérez hace referencia además al discurso político que comienza a surgir a partir del retorno, que aunque no es masivo ni significativo en comparación con la cifra de los que emigraron, permite a la población reaccionar en torno a ello de una forma solidaria.

“La manera en cómo se ha comportado el régimen de Maduro es a partir de la burla, de la discriminación. Se burlan de quienes se fueron y tienen que volver, y colocan el sistema que está aquí como una gran cosa, lo cual es falso. Más de un millón, casi 2 millones de venezolanos en Colombia, y apenas han retornado 3.000, 5.000, sigue siendo poco significativo, pero el retorno ha permitido sacar la percepción que tiene el régimen frente a esta gente. Se ríen, se burlan. El trato que han recibido estos mismos migrantes, los meten en escuelas sin condiciones de salud ni alimentación. Es como si intentaran un apartheid y el resto hace frente”, expone. Las aristas que genera en sí el fenómeno migratorio venezolano siempre serán complejas, de acuerdo a Pérez. Igualmente, podrían ser transitorias por lo que hará posible una recuperación a partir de la empatía y la solidaridad.

*Los nombres de Karina, Marcos y Sofía, utilizados en la elaboración de este escrito, son seudónimos a solicitud de los consultados para el resguardo de su integridad.

@raylilujan

Lee y comparte
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
Más de Éxodo