Quizás de ver tanto Netflix los funcionarios del alto gobierno venezolano han comenzado a sentirse como aquel personaje de la novela “Desde el Jardín”, que confundía la vida con lo que veía en la TV, su fuente inagotable de experiencia.
Aislado (como el Gobierno), ajeno a cualquier atisbo de realidad (como el Gobierno), el protagonista del libro se dedica única y exclusivamente a ver televisión y cuidar su jardín, quizás la única diferencia notable con algunos funcionarios quienes han sido incapaces no digamos de sembrar una idea coherente o poner a andar un proyecto que eche raíces, sino algo que florezca gracias a su trabajo.
De tanto querer confundir la realidad con lo que sale en la tele (y escuchan en la radio y así sucesivamente), los chavistas no solo se dedicaron a tomar y comprar medios con miras a contagiar al país completo de su misma adicción, sino que a medida que le realidad fue apretando y los venezolanos, en lugar de ver TV, nos vimos obligados a salir para hacer colas por comida, medicinas y más recientemente gasolina, la respuesta oficial no fue otra que duplicar la dosis. Entonces a las cadenas interminables de Nicolás Maduro y los suyos, a las transmisiones constantes sobre sus logros y las alertas varias sobre enemigos, traidores y golpistas malucos, le suman ahora un espacio que había permanecido más o menos intocable y donde, con cierta frecuencia, se podía escuchar alguna opinión divergente a Miraflores o algún dato desfavorable a la ¿administración? Maduro.
Con todo y su currículum “Patria o Muerte”, un hermano ministro y la cautela que siempre lo caracterizó, el programa de Vladimir Villegas ha comenzado a reajustar la balanza poniéndole más peso a un solo lado para amplificar allí lo mismo que dicen y machacan y repiten en todos los medios gubernamentales, tanto ministros como diputados del PSUV, el Contralor, el Fiscal y los integrantes de la descalificada “mesita de diálogo” -opositores que parecen fabricados en alguna Sala Situacional de Fuerte Tiuna-, para entre todos tratar de armar la verdad más conveniente posible y, muy importante, sembrar dudas sobre la oposición seria. Porque si algo los ocupa y los preocupa es la fuerza con la que se siguen sosteniendo Juan Guaidó y quienes le apoyan. Y contra esa dura realidad, bienvenida sea esta blanda versión de los hechos donde el otro es opacado hasta donde sea posible y ni por la rendija de las equivocaciones se les va a permitir dejar colar algo que desnude lo que realmente ocurre, mientras -paradójicamente-, los que ya no tienen tiempo ni ganas de ver la versión oficial en formato alguno, se bañan de realidad a diario sin que ningún medio convencional se haga eco de su quejido.
Para terminar de poner la torta, Nicolás Maduro no solo estrangula a los medios sino que ahora aconseja a los venezolanos ver en Netflix“La Casa de Papel”, una serie adictiva donde, qué casualidad, los héroes son ladrones y asesinos vestidos de rojo, sin recordar que en Venezuela la mayoría no puede darse el lujo de ver Netflix porque ganan menos de lo que cuesta la subscripción mensual y la mayoría no tiene luz para ver TV, como toda la gente.
Aunque eso de no poder ver la tele debería alegrarnos porque quienes han estudiado sus efectos en el cerebro, han descubierto que “en apenas un minuto viendo TV el cerebro pasa de ondas beta a ondas alfa… un estado de ensoñación parecido a la hipnosis, en donde las operaciones lógicas, la comprensión, la creatividad y la asociación quedan detenidas… al momento de mirar la tele, nuestro cerebro apenas si funciona”, lo que explica demasiadas cosas.
De modo que torpedear el programa de Villegas que invitando hoy a Fernando Ochoa Antich para que repita lo mismo que dijo ayer Claudio Fermín y mañana dirá la joya de Luis Parra, ni siquiera se puede ver como positivo, porque cualquiera diría que es muy bueno que los aliados del régimen acepten alguna entrevista con Vladimir Villegas. Que uno que otro funcionario de cierto calibre se atreva a encarar a un periodista, podría ser una ganancia. Por supuesto. Pero que no se le ocurra a Villegas hacer alguna pregunta incómoda sobre la corrupción imperante o sus negocios sucios, porque ya una vez sufrí la furia implacable de uno de ellos, cuando aún era un modesto Gobernador, quien se quitó el micrófono en plena transmisión y comenzó a gritar mentadas de madre porque sobre su honestidad no iba a responder nada y se marchó indignado.
Claro, eso fue en la Globovisiónde antes, cuando casi ninguno se atrevía a enfrentar preguntas incómodas y preferían la comodidad de VTV. Lo que sí es seguro es que quienes ven Netflix en Fuerte Tiuna probablemente tengan prohibido disfrutar de algunos filmes alemanes que tan bien describen el horror del comunismo y cómo fue la dicha general cuando tumbaron el Muro porque, como en el film “Good Bye, Lenin!”, a Nicolás y Cilia les encantan las mentiras que salen en la TV, donde una partida de malandros armados son los buenos de la película.