Lo más difícil que le ha tocado a Raquel Urbina, médico hematólogo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), durante sus guardias por la pandemia en el Hospital Rey Juan Carlos, en Madrid, España, no ha sido intubar a un paciente grave, cubrir un turno que parece infinito o ver a diario cómo crece la curva de contagios en el país al que emigró hace 10 años… “Lo más difícil es decirle a la familia de una persona hospitalizada que su pariente va empeorando. Llamar a la familia por teléfono, porque ni siquiera pueden venir al Hospital a ver a su paciente, abrazarlo, acompañarlo, y les dices eso. Es muy duro. Muchas veces lloran. Eso me quiebra. Yo intento decir las mejores palabras que puedo pero hay cosas que es difícil suavizar ¿Cómo dices de buena manera que la persona falleció? Aunque la ciudadanía es consciente de que estamos haciendo todo, uno como médico está preparado para salvar vidas, no para perderlas”, cuenta Urbina.
Ella es una de los más de 24 mil médicos venezolanos que han emigrado de Venezuela en los últimos años, según cálculos del doctor José Félix Oletta.
De acuerdo al embajador designado por Juan Guaidó en España, Antonio Ecarri, en ese país hay unos 5.000 médicos venezolanos, pero no todos ejercen en su campo. Hace un par de semanas, el gobierno de Pedro Sánchez anunció un plan de homologación urgente de títulos que permitiría a más de 2.000 médicos que aun no tienen permiso para trabajar en su área, sumarse al contingente sanitario que hace frente a la pandemia, en el cuarto país del mundo en número de contagios. Al momento de la redacción de esta nota, España sumaba 65.095 casos positivos y 4.934 fallecidos.
“Inicialmente la atención directa de los pacientes positivos la hacían solo los médicos internistas, de urgencias y los intensivistas, -cuenta Raquel Urbina-, pero la avalancha de contagios ha colapsado otros hospitales de la ciudad, que han cerrado sus ingresos, y nos ha obligado en el Rey Juan Carlos a reorganizar funciones y tareas, habilitar camas de hospitalización para pacientes con Covid-19 y actualmente todos ayudamos en todo. Estamos intentando hacer consultas telemáticas para impedir que los pacientes no contagiados vengan la Hospital, y todos los especialistas reforzamos guardias de medicina interna y urgencias”.
Aunque Urbina es hematóloga y en condiciones normales no tendría que relacionarse directamente con pacientes con Covid-19, la emergencia la ha llevado a cumplir diferentes tareas fundamentales para contener la expansión del virus.
“El médico internista es el que entra a la habitación a chequear al paciente con el traje de bioseguridad. Quienes estamos de apoyo, vemos que se quite y deseche adecuadamente guantes, mascarillas y toda la indumentaria al salir. Esto lo hacemos en equipos de dos. También apoyamos con las notas evolutivas, órdenes para estudios y todo lo que requiera el internista. Y aunque muchos pacientes tienen móviles para comunicarse con sus familiares, otros no, entonces esa también es parte de nuestra contribución: El hacer las llamadas diariamente para dar a los familiares un reporte de su pariente”, afirma.
En medio del caos, la escasez de camas y la angustia de ver cómo crece el número de fallecidos, Urbina pone en práctica no solo sus conocimientos médicos, sino lo que el día a día de su ejercicio en Venezuela, le enseñó: “En Venezuela pasamos tantas penurias en los hospitales que eso nos lleva a ser muy adaptables a cualquier situación. Aprendimos a optimizar los recursos que tenemos, siempre. Eso, en estas circunstancias, es un plus”.
Reconoce que es en la Unidad de Cuidados Intensivos en donde se vive la mayor carga emocional porque algunos pacientes fallecen, “pero en cierta forma esto es lo que se vive a diario, sin coronavirus, en los hospitales de Venezuela, y muchos de los que mueren allá es por falta de insumos para atenderles”, señala.
Raquel Urbina, como muchos otros venezolanos en el exilio, piensa en regresar: “En España la hematología es un servicio de referencia, con protocolos propios de prestigio internacional en manejo de los pacientes con trasplante de médula y a mí me encantaría ayudar a desarrollar este campo en Venezuela, desde un hospital”.
Las tres “v” de los médicos venezolanos
Desde Argentina, la gineco-obstetra Indira Acosta, coincide con su colega en España: “La crisis del sector salud en Venezuela tiene tanto tiempo que nosotros estamos preparados para todo. En Venezuela no hemos tenido una pandemia, pero tuvimos la tragedia de Vargas. Y siempre trabajamos con carencias. En medio de la actual pandemia global, no es lo mismo el médico que está acostumbrado a tener todos los recursos para hacer su trabajo, que aquel que viene de trabajar con carencias”.
Acosta es egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) y la Universidad de Yacambú. Migró a Buenos Aires, Argentina hace un año por la inseguridad. Se fue con sus dos hijos pequeños y su esposo. El resto de su gente se quedó en Venezuela. Desde que llegó su preocupación fue ayudar en la organización y articulación de los médicos venezolanos en ese país. Al día de hoy es presidenta de la Asociación de Médicos Venezolanos en Argentina (Asomevenar). Desde esa posición se ha centrado primero en servir de enlace para que los centros de salud argentinos entren en contacto con los profesionales venezolanos; y ahora, con la pandemia, su foco es mantener a sus afiliados al día con toda la información relativa al comportamiento del virus, sus tratamientos experimentales y sobre todo, la protección del personal de salud para evitar el contagio. Un elemento central en la contención de la enfermedad.
“Desde Asomevenar hemos hecho un trabajo importante con la prevención del Covid-19. De manera permanente estamos difundiendo información de bioseguridad a través de nuestra cuenta en Instagram y en los seis grupos de WhatsApp de la asociación, especialmente dirigida a los médicos, no tanto al público en general. Por esa vía compartimos información científica para que los colegas se mantengan actualizados, sobre todo lo nuevo que vaya saliendo respecto al virus: Protección del médico, características del virus, pruebas de vacuna, protocolos de seguridad al llegar y salir del centro de salud, y al llegar a sus casas, etc.”, explica.
Aunque a Acosta no le ha tocado tratar directamente con pacientes sospechosos o contagiados con coronavirus, siente que una parte, aunque sea pequeña, del aplauso nocturno del pueblo argentino para agradecer al personal de salud por su trabajo, es para la asociación. “Todas las noches a las 9:00 las personas comienzan un aplauso para el personal que está en los hospitales. Yo no estoy en un hospital pero eso me pone los pelos de punta porque siento que también ponemos un grano de arena al ubicar a médicos venezolanos que se están preparando para la emergencia en la municipalidad de Buenos Aires. Es un trabajo arduo”.
Mientras ayuda a atender la pandemia en Argentina -el país con 589 casos y 13 fallecidos para el momento en que se escribió este texto- su hermana y su mamá están en Venezuela: “Lo que más me preocupa de ellas es que se vean tentadas a romper el aislamiento social. Mi hermana está trabajando desde casa y hacemos todo lo posible para que mi mamá, que es medio pata caliente, no salga. Y lo otro es que una alimentación regular o deficiente puede hacer que el sistema inmune se debilite y no tenga recursos suficientes para enfrentar un contagio. Algo que me tranquiliza es que dentro de la situación, en Venezuela el aislamiento se aplicó temprano en comparación con otros países”.
Antes de irse trabajaba en el Hospital del Seguro Social “Dr. Pastor Oropeza Riera” de Barquisimeto: “Si no me hubiera tenido que ir, si estuviera en Venezuela en este momento, estaría en mi hospital, ayudando. Pero bueno… Yo digo que los médicos venezolanos tenemos las tres ‘v’: Vocación, voluntad y valentía. Yo me siento orgullosa de haber estudiado mi carrera y especialización en Venezuela, porque salimos con un grado de preparación sublime”.
Un protocolo de atención con manos venezolanas
“Una noticia que me tocó la fibra profundamente fue cuando supe que el hospital donde trabajo acá en Chile compró una cantidad de tabletas electrónicas para que los pacientes que se esperan en las próximas semanas, se puedan comunicar con sus familias… y aquellos que estén críticos, se puedan despedir… Aquí solo ha llegado un caso hasta el momento. Afortunadamente se está recuperando. Pero alrededor de la comuna donde estamos ubicados ya ha habido unos 11 casos. Si los contagios siguen en aumento, nuestro hospital será de referencia en el área”, comenta la doctora Carla Aponte.
Ella es anestesióloga egresada de la Universidad de Carabobo (UC). Actualmente trabaja con sus colegas chilenos de la unidad de anestesiología del Hospital Dr. Antonio Tirado Lana, en la ciudad de Ovalle, -capital de la provincia de Limarí-, en la redacción de un protocolo de intubación y atención general de pacientes con Covid-19.
Cuando los casos en China comenzaron a crecer de manera exponencial en enero, Aponte se sintió preocupada: “El intercambio comercial entre Chile y China es muy alto, estos dos países tienen mucha relación. Yo pensé que era muy posible que el virus llegara aquí con prontitud”. Aún así, el primer caso latinoamericano reportado se produjo en Brasil, el 26 de febrero pasado. No fue sino hasta el 3 de marzo cuando se confirmó el primer contagio en Chile. Pero la gran preocupación de las autoridades de Santiago es que la curva de contagios crece de manera acelerada: Para el 27 de marzo, cuando se redactó este texto, Chile sumaba 1.610 contagios y 5 fallecidos.
“En este momento, los hospitales aquí todavía tratan de mantener el protocolo de que sean los anestesiólogos los que practiquemos la intubación de los pacientes. Sin embargo, nosotros como servicio de anestesiología del Hospital Provincial de Ovalle, estamos creando un Protocolo de Atención e Intubación seguro y efectivo para pacientes con Covid-19 que esté disponible y sea conocido por todos los médicos de los demás servicios y puedan aplicarlo en caso de ser necesario”, contó.
La posibilidad de que un médico no anestesiólogo tenga que intubar a un paciente puede ser estresante para alguien que no ha tenido esa práctica desde sus años de estudio. “Aquí tenemos un grupo de WhatsApp de médicos venezolanos donde compartimos nuestras preocupaciones y temores pero también nos damos ánimo. Por ejemplo, tenemos un colega súper capacitado en su área, pero que no ha intubado en 30 años y tiene temor de que le toque esa responsabilidad. Entonces entre todos lo tranquilizamos. Y junto con los colegas chilenos afinamos el Protocolo porque será de ayuda para todos”.
Esa capacidad de infundir calma a un colega venezolano angustiado ya la han notado también los chilenos. Para Aponte ese es precisamente el plus que los médicos criollos le aportan a Chile en medio de la pandemia: “Creo que la principal herramienta no profesional que traemos los venezolanos es la calma ante una situación crítica. A uno le ha tocado vivir tantas cosas, que uno aprende que si mantiene la calma puede ser más reflexivo y tomar las decisiones más adecuadas. Lo otro, que nos lo dicen los compañeros chilenos, es la capacidad de no perder el humor, la alegría para enfrentar las dificultades”.
Carla Aponte migró hace dos años con su esposo y sus tres hijos, uno de 12, uno de 9 y un bebé de 2 años, pero tuvo que dejar a sus padres atrás: “Me inquieta que estén en Venezuela porque si llegara a pasarles algo, sería para mí muy difícil hacer algo para ayudarlos. Nosotros estábamos en planes ya de traerlos cuando comenzó el cierre de fronteras por el Covid-19. Pero bueno… trato de tomarlo con calma”.
@morapin