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12 diciembre 2024

Venezuela, entre peste y peste

Cada peste terminó por obligar a la creación de instituciones como la Oficina Central de Sanidad Nacional (1918), del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (1936), así como el establecimiento de políticas sanitarias que permitieron un mejor control de las enfermedades en el país. Se crearon campañas de fumigación con DDT como la emprendida por el Dr. Arnoldo Gabaldón, que sirvieron para disminuir el avance de las enfermedades; otras epidemias aparecieron y desparecieron, pero cada una de estas pestes modificó las costumbres higiénicas, sociales y las políticas públicas; siempre tardamos un tiempo en que la vida regresará a un estado parecido al anterior, pero siempre regresaba.

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El gobernador Juan de Pimentel, hombre organizado y burocrático, impulsó en 1578 la creación de los primeros archivos del ayuntamiento y los registros eclesiásticos de la naciente ciudad de Caracas. Fue durante su gobierno, específicamente en 1580, cuando al puerto de Caraballeda arribó desde las costas de Guinea un barco portugués infectado de viruela. La enfermedad se transformó en epidemia de forma rápida, contagiando a los indios y llevando a la ruina a la Gobernación para convertir la ciudad en “lástima y horrores”. A propósito de esta epidemia, en 1723, José de Oviedo y Baños señala:

Hasta por los caminos y quebradas se encontraban los cuerpos muertos a docenas, sin que por todas partes se ofreciese a la vista otra cosa que objetos para la compasión y motivos para el sentimiento; […] sin que la diligencia hallase en las medicinas humanas el remedio, era cada día con más violencia su aumento; hasta que entrado el año de 1581 sin que cesase la mortandad, ni minorase el contagio, ocurrió la ciudad de Santiago a buscar recurso a su trabajo en los socorros divinos, y votando por su patrón y tutelar a San Pablo primer ermitaño, fue tan eficaz su protección, que milagrosamente desde luego se empezó a experimentar la sanidad

Ese primer brote devastador de viruela se contuvo con los años, pero regresó trece veces entre 1606 y 1663, Carlos Duarte indica que durante los primeros dos meses de 1658 la viruela mató a más de dos mil personas. Y en 1764 hubo más de mil muertos en Caracas.

La viruela no solo mataba, sino que quienes lograban sobrevivirle quedaban ciegos, estériles o marcados. A esas consecuencias el doctor José Ignacio Moreno, que fue Rector de la Real y Pontificia Universidad de Caracas entre 1787-1789, dedicó un romance “Al pertinaz estrago que causan las viruelas en esta provincia de Caracas, introducidas este año de 1764”.

A una dama, que de resultas de las viruelas le quedó una nube en un ojo, dijo el autor la siguiente décima:

Las viruelas te han dejado
por seguir su grande enojo
con una nube en un ojo,
que es lo que me ha contristado.
Pero quedo consolado,
y tú también ten consuelo
que aunque te cause desvelo,
y tristeza con razón:
Muy contada es la ocasión
que está sin nubes el cielo.

Fases de los granos de la viruela. Balmis

En marzo de 1808 llegó a Puerto Cabello la Expedición Real de la Vacuna, ordenada por el rey Carlos IV de España. Precisamente a esto, y la mortandad que había causado la viruela, dedica Andrés Bello su Oda a la Vacuna:

El palacio igualmente que la choza
se ve de luto fúnebre cubierto;
perece con la madre el tierno niño;
con el caduco anciano, los mancebos.
Las civiles funciones se interrumpen;
el ciudadano deja los infectos
muros; nada se ve, nada se escucha,
sino terror, tristeza, ayes, lamentos.

La expedición de la vacuna recorrió el país durante cincuenta días, dirigiéndose a Caracas, La Guaira y Puerto Cabello, donde los habitantes fueron vacunados. Más adelante fueron a Maracay y Maracaibo, y luego a Margarita y Cumaná hasta mayo, cuando crearon la Junta Central de Vacunación que, en año y medio, llegó a vacunar a 38.724 personas.

Pero no sólo la viruela reinaba en Venezuela en el siglo XVII. No se pueden olvidar la epidemia de fiebre amarilla llegada de las Antillas en 1696, que acabó con la vida de más de dos mil personas, y la de escorbuto en 1697. Refiriéndose a esta peste, y a la cura milagrosa que surgió gracias la procesión del Nazareno de San Pablo, Andrés Eloy Blanco escribe su poema El limonero del Señor:

Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».

El Siglo XIX

Venezuela no era solo la casa de la viruela en el siglo XIX. Entre 1803 y 1804 también el paludismo fue jinete de la peste reinante en el país, que tuvo dos víctimas famosas: La joven esposa de Simón Bolívar, María Teresa Rodríguez del Toro, y José Tadeo Monagas, que murió de la enfermedad en 1868. Y no olvidemos la aparición de la tosferina, que terminará con la vida de mil trescientos niños.

Puerto Cabello.

Pero tal vez la más devastadora de las pestes fue el cólera morbus o asiático. Durante el gobierno corrupto e inestable del general José Gregorio Monagas, en 1854 la enfermedad llegó desde Trinidad a bordo del vapor Integridad y se expandió con velocidad hasta Barrancas, donde se declararon quince casos que muy pronto terminaron con la vida de mil quinientas nueve personas en Margarita y Cumaná entre septiembre y octubre de ese año.  Como se pensaba que el cólera se transmitía por el aire se ordenó fumigar con orégano, virutas de cedro y estiércol de ganado. Al año siguiente la enfermedad pasó por Carabobo y en Valencia murieron mil quinientas personas, y de allí llegó a Caracas.

El doctor Plácido Rodríguez Rivero señaló que entre el 12 de septiembre y el 23 de noviembre de 1855 ocurrieron cuatro mil treinta muertos entre La Victoria, Turmero, Maracay, Villa de Cura y San Esteban. Puerto Cabello contó entre el septiembre y diciembre de 1855 más de quinientos cuarenta muertos, mientras que Barquisimeto entre noviembre de 1855 y agosto de 1856 sumó ochocientos siete. Un estimado de los fallecidos por el cólera en Venezuela señala más de diez mil fallecidos entre 1854 y 1856. Otras cifras hacen pensar que el número fue mucho mayor.

Mercado popular en Caracas.

Entre las medidas tomadas para controlar la pandemia se recomendó el aseo de los hogares y la “tregua” en la lucha política, señalando que la unión era el mejor modo de enfrentar la amenaza. Además, se indicaba que al presentar síntomas debía llamarse al médico quien ofrecería como tratamiento: Láudano, alcanfor, pastillas de Calomiel e Ipecacuana. José María Vargas recomendaba media libra de brandy fuerte, seis onzas de vinagre y media dracma de mostaza.

Las enfermedades siguieron durante todo el siglo XIX, en especial la fiebre amarilla. Fue en 1854 cuando el doctor Luis Daniel Beauperthuy, residente en el oriente del país, publica en la Gaceta Oficial de Cumaná el descubrimiento del mosquito Aedes aegypti como vector principal de la fiebre amarilla y la malaria, sin embargo, sus hallazgos médicos fueron ignorados hasta 1891.

El Siglo XX

Puerto de la Guaira principios del Siglo XX.

El Siglo XX se inauguró en 1908 con la llegaba desde Trinidad de la peste bubónica, que avanzó desde La Guaira a Caracas. Se dice que el médico que alertó sobre la enfermedad que estaba acabando con la vida de los venezolanos fue puesto preso en La Rotunda bajo la acusación de generar pánico en la población. No obstante la negativa de Cipriano Castro, las muertes continuaron propagándose, así que el presidente decretó entonces un cerco epidemiológico y La Guaira fue declarada en cuarentena. El Bachiller Rafael Rangel fue el encargado de realizar los estudios, ordenó quemar las casas insalubres y cazar las ratas. Se instalaron puestos de emergencia en los que se recluían a los enfermos durante siete días y se obligaba a aquellos que los habían visitado a permanecer aislados en sus casas por el mismo tiempo. Fue necesario clausurar el Mercado Público para eliminar ratasypulgas, así como las casas de los enfermos. Se construyeron paredes para evitar que las ratas y las pulgas permanecieran en los espacios cercanos al mercado, se organizaron cuadrillas de obreros encargados de fumigar con azufre y colocar trampas para eliminar a los vectores.

Rafael Rangel.

Rangel logró detener la peste, sin embargo, fue acusado de no actuar con suficiente prontitud, además el gobierno de Castro no reconoció la deuda por las casas quemadas. Cuando Juan Vicente Gómez tomó el poder le negó una beca a Rangel con la que estudiaría medicina tropical y él, desesperado, se suicidó con cianuro el 20 de agosto de 1909.

Mucho peor que la peste bubónica fue la gripe española, que fue un brote de influenza “A” subtipo H1N1. El doctor Samir Kabbabe señala que la gripe llegó cuando uno de cada cuatro venezolanos era portador de la tuberculosis. Además, existía una alta incidencia de enfermedades endémicas como el paludismo, la fiebre amarilla, la viruela, el sarampión, la peste bubónica, el tifus, cólera, lepra y tétano, entre otras. El primer caso fue el de un soldado en La Guaira reportado el 16 de octubre. Al final del día se había expandido a otros cuarenta soldados y ya existían quinientos contagiados, así que se expandió por el resto de los estados del país con síntomas de fiebre, tos y dificultad respiratoria.

El gobierno de Juan Vicente Gómez, quien desapareció de la escena pública los tres meses que duró la pandemia, ordenó la instalación de una “Junta de Socorro Central” en Caracas presidida por el Dr. Luis Razetti. Caracas fue puesta en cuarentena, las casas se transformaron en hospitales y se suspendieron todas las actividades, incluso las misas. Se estima que murieron veinticinco mil personas que correspondía al 1% de la población, entre ellos Alí Gómez, hijo del presidente.

Dr. Luis Razetti.

Las medidas que tomó Razetti para luchar contra la gripe española fueron: Prohibición de reuniones y de aglomeraciones, incluso las misas, suspensión de clases y cuarentena.

Se improvisaron hospitales, pues los de Caracas estaban sobrepasados con los enfermos. La Esquina de Castán fue habilitada como enfermería para los moribundos, así como la Logia masónica.

Los cadáveres de acumulaban en las calles, por lo que se habilitó una fosa común en el Cementerio General del Sur en ese lugar que aun hoy llamamos “La Peste”. La gripe española se llevó al 1% de la población del país, unas veinticinco mil personas. En 1919 la enfermedad comenzó a ceder. Se cree que los sobrevivientes desarrollaron inmunidad, así que se flexibilizó la cuarentena y poco a poco la vida volvió a la normalidad.

El resto del Siglo XX definió los rostros de los venezolanos no solo con guerras civiles y con hambre, pues no podemos olvidar que para 1935 el 50% de las muertes era resultado de una larga lista de enfermedades como tuberculosis, paludismo, disentería, diarreas, sarampión, fiebre amarilla, etc.

Como bien señala Miguel Otero Silva en Casas muertas:

La guerra civil -gemía con un horror casi supersticioso- es la causa de todos nuestros males. Si Ortiz está en escombros, si la gente ha huido, si la gente se ha muerto, todo pasó por culpa de las guerras civiles. Dicen que fue el paludismo, que fue el hambre, que fue la ruina de la agricultura y de la ganadería. Pero, ¿quién trajo el hambre?, ¿quién trajo el paludismo?, ¿quién arrasó los conucos?, ¿quién acabó con el ganado?

Entrada del Hospital Padre Cabrera, 1903.

Cada peste terminó por obligar a la creación de instituciones como la Oficina Central de Sanidad Nacional (1918) y del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (1936) así como el establecimiento de políticas sanitarias permitieron un mejor control de las enfermedades en el país, así como la creación de lugares como el Hospital Antituberculoso Padre Cabrera o como la Isla de Providencia que hospedaba el leprosario y que funcionó hasta 1984; a crear campañas de fumigación con DDT como la emprendida por el Dr. Arnoldo Gabaldón que sirvieron para disminuir el avance de las enfermedades, otras epidemias aparecieron y desparecieron sin dejar demasiados muertos en su camino, pero cada una de estas pestes tomó meses en ser controlada, modificando las costumbres higiénicas y sociales y las políticas públicas, siempre tardamos un tiempo en que la vida regresará a un estado parecido al anterior, pero siempre regresaba.

Eugenio Montejo en su poema dedicado a la gripe española nos recuerda esa infatigable resistencia de lo humano:

La peste pasará, los libros en el tiempo amarillo
seguirán tras las hojas de los árboles.

Referencias:
Barboza Wulf, Lillian. “Dinámica histórico-social y políticas de salud en Venezuela, durante las décadas centrales del siglo XX (1909-1960)” Acta Odontológica, V. 50. No 3. 2012. https://www.actaodontologica.com/ediciones/2012/3/art-3/
Bello, Andrés. Obras Completas. Tomo 1. Casa de Bello, Caracas, 1981
José de Oviedo y Baños, José.  Historia de la Conquista y población de la provincia de Venezuela. Biblioteca Ayacucho. Caracas. 2004.
Kabbabe, Samir. “La pandemia de gripe española de 1918”. Medicina Interna. Caracas, V. 35 (2), año 2019. pp. 59-65.
Páez Pumar, Mauro. Orígenes de la poesía colonial venezolana. Concejo Municipal del Distrito Capital. Caracas, 1980.
Rodríguez Rivero. Epidemias y Sanidad en Venezuela, Caracas, Tip. Mercantil. 1924.
Sánchez Silva, Daniel José. Anécdotas médicas en la historia de Venezuela. Fundación Empresas Polar. Caracas. 2015.
Soyano, Andrés. “Albores de la inmunología en Venezuela” Revista de la sociedad venezolana de historia de la medicina. V. 60. No 1-2. 2011.
Yépez Colmenares, Germán. “La epidemia de cólera morbus o asiático de 1854 a 1857 y sus efectos sobre la sociedad venezolana”. Ensayos históricos. Anuario del instituto de estudios hispanoamericanos.  No 1 (1989): Anuario 1988-1989.

*Contenido cortesía de la Fundación Centro de Investigación y Estudios de la Venezolanidad (CIEV) – Marzo 22, 2020.
http://www.fundacionciev.com/venezuela-entre-peste-y-peste/

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