La incapacidad para entender el pensamiento a largo plazo, ha sido un obstáculo para el desarrollo de la humanidad. El mundo, con más de 800 millones de personas con hambre en pleno siglo XXI, es un lugar donde la tecnología hace de las suyas y aunque sea una verdad inconveniente, los videos y la instantaneidad de las comunicaciones hacen que una persona comiendo un suculento desayuno en un país rico y solvente, pueda ver en tiempo real a un niño buscando en la basura algo que devorar en Caracas, Venezuela. Esa misma instantaneidad, esa que nos lleva a ver los más increíbles escenarios, y enterarnos de todo lo que ocurre en términos generales, científicos, políticos, sociales, culturales y económicos es la misma que al final nos reclama que sigue existiendo un tema no resuelto en el mundo que se llama: Hambre. Llamar la atención de la comunidad internacional entorno al hambre, no debería ser tan difícil, pero lo es, lo ha sido.
Y entonces aparece un evento: El Covid-19, enfermedad que con todas sus manifestaciones y características que le hacen lo riesgosa que es para la humanidad ha sido declarada por la OMS como pandemia. Y es que se parece mucho a lo que de manera “premonitoria” describía en unas declaraciones de Bill Gates en 2015, en las cuales afirmaba que el mundo debía tomar previsiones para prepararse ante una posible pandemia.
En términos de pensamiento de largo plazo, los gobiernos, sociedades y mecanismos internacionales no parecen haber aprobado el “examen”. En cuanto al hambre se sigue insistiendo en el tratamiento a ultranza para la recuperación de la desnutrición aguda, mientras que se pospone lo estructural bajo el argumento de salvar vidas. Ahora bien, aparece una pandemia llamada Covid-19 o mejor conocida como “coronavirus”, que requiere ante todo de una medida muy básica, muy sencilla pero que implica Infraestructura. Si, el lavado de las manos con agua y jabón requiere eso: Infraestructura, saneamiento, promoción de la salud, educación. Entonces resulta que en la inmediatez de impedir que el coronavirus se siga expandiendo a alta velocidad, un país como Venezuela que ha estado inmerso en una gran crisis de instalación lenta y que derivó como bien sabemos en una Emergencia Humanitaria Compleja, no tiene lo mínimo indispensable para detener el avance del virus, es decir: Servicio de agua segura y permanente en las casas para lavarse las manos, mucho menos promoción de salud para ello.
Quienes han sido responsables del diseño y ejecución de las políticas públicas en el área de salud, alimentación y nutrición en el país, han implementado repartos o jornadas y operativos, sin un verdadero reconocimiento de los problemas públicos. Un país no se construye con jornadas ni con reparto de alimentos, se construye desde la consciencia de las necesidades de sus ciudadanos en el marco de los Derechos Humanos para hacerlos ciudadanos independientes, dignos, seguros. Para Venezuela en este momento, es importante tanto el reconocimiento de la situación de inseguridad alimentaria y hambre de una proporción muy importante de sus ciudadanos, y cómo éstos se ven afectados por la emergencia que se sobrepone a la ya existente, como también pensar cómo moverse en la dirección correcta para evitar que estas situaciones no vuelvan a ocurrir. Decía Bill Gates en un artículo publicado en el New England Journal of Medicine el 28 de febrero pasado, que el mundo tenía que pensar en el mediano y largo plazo para no repetir las experiencias negativas, y utilizar el aprendizaje para seguir adelante exitosamente.
¿A estas alturas, en Venezuela tenemos un panorama muy complicado, como se le pide a una madre que se quede en su casa cuando no la tiene?, ¿cómo se le pide a una familia que renuncie a ir al comedor que le brinda su única comida al día?, ¿cómo garantizar que no acudir a un centro de atención alimentaria y nutricional va a impedir un contagio cuando no hay agua en las casas?, ¿cómo impedir que la inseguridad alimentaria se apodere de todos los hogares y siga en el aumento vertiginoso expresado en las cifras del boletín del Programa Mundial de Alimentos, en un momento en el cual la ya reducida producción nacional de alimentos puede disminuirse aún más por las restricciones de circulación que exige la prevención del contagio por el Covid-19?
Es un panorama complejo que requiere sensatez y visión estratégica en el corto, mediano y largo plazo. Requiere de la suma de muchos esfuerzos, y de la competencia de todos los expertos y equipos de trabajo. Lo difícil de probar con el hambre, no lo será de probar con el coronavirus, con el hambre se discutió y todavía se sigue discutiendo si hay o no hay y cuántos hambrientos hay. Con el coronavirus, la respuesta que se impone de manera inmediata y consciente, se tropieza de frente con el hambre, la desnutrición y la inmunosupresión que ésta genera formando una dupla que puede ser muy poco alentadora para la población venezolana. No hay manera de dejar de toser, es más fuerte que uno, no hay manera de dejar de tener fiebre, hay que ocuparse, y al ocuparse y encontrarse con el hambre habrá entonces que tomar decisiones, que abrir el espacio para el trabajo y la data consistente para poder abordar los problemas y sus soluciones pertinentes.
El coronavirus podría ser entonces el factor de la consciencia, del entender que lo global comienza por lo individual y que todo tiene hoy en día una repercusión más allá de lo obvio. ¿Podrá entonces el coronavirus con lo que no pudo el hambre?, ¿podrá entonces crear la capacidad de pensar a futuro en paralelo a la solución de la crisis? ¡Seamos optimistas, pensemos que sí!
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