En la aldea
14 enero 2025

El amo Pedro Sánchez

Controla el Consejo de Ministros en términos apabullantes, ha disminuido las distancias de los llamados barones del PSOE, ásperas hasta que les pasó esmeril; y se ha manejado con ejemplar cautela ante el catalanismo, hasta soplar los aires de su fragmentación. De nada vale en las decisiones de envergadura lo que hayan cobrado del chavismo Pablo Iglesias y sus compañeros. Ahora no solo están en la nómina oficial, más atractiva debido a su permanencia, sino también a la merced de su empleador. Pedro Sánchez, que es maestro tejedor, no da puntada sin dedal.

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Elías Pino Iturrieta | 28 febrero 2020
pedro sanchez
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Ya en el poder tras el cual lo vimos desde aquí hace poco, Pedro Sánchezimpone su supremacía sin permitir fisuras. Controla el Consejo de Ministros en términos apabullantes, ha disminuido las distancias de los llamados barones del PSOE, ásperas hasta que les pasó esmeril; y se ha manejado con ejemplar cautela ante el catalanismo, hasta soplar los aires de su fragmentación. Así las cosas, ¿se puede pensar en la influencia de Pablo Iglesias y de sus domesticados podemitas en las decisiones esenciales de la administración,  entre ellas las relacionadas con Venezuela? No, desde luego, afirma este escribidor y probablemente Maquiavelo desde su augusta tumba. Si el Presidente del gobierno de España analiza las circunstancias con la lucidez que le hemos atribuido, y si es dueño de una vocación inquebrantable de poder que no consiente debilidades, las simpatías podemitas por la dictadura venezolana carecen de importancia. De nada vale en las decisiones de envergadura lo que hayan cobrado del chavismo Iglesias y sus compañeros. Ahora no solo están en la nómina oficial, más atractiva debido a su permanencia, sino también a la merced de su empleador. Son el sistema de estreno después de ser las estrellas del antisistema, una maroma que requiere atención permanente para no terminar en descalabro. Pueden volverse humo sin Pedro Sánchez. Como le puede suceder o le está sucediendo a Juan Guaidó en los cálculos del pragmático personaje. Al sentir que la estrella de su antiguo ahijado no ilumina como antes la escena europea, o que solo se mantiene en el firmamento gracias a los rayos no pocas veces cambiantes del sol estadounidense, Sánchez prefiere conductas escurridizas. Guaidó y sus compañeros no tienen nada que buscar en La Moncloa, si no convencen antes a su inquilino de que se lo merecen, es decir, de que obtendrá ganancias por el apoyo. Pedro Sánchez, que es maestro tejedor, no da puntada sin dedal.

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