En la aldea
15 enero 2025

Antonio Ledezma, abogado con posgrado en Gerencia Pública; ex Alcalde Metropolitano de Caracas; hoy en el exilio.

Antonio Ledezma: “Hemos dado demostraciones de estar asistidos por un inocultable y probado talante democrático”

Parece haber llegado a un acuerdo básico con Juan Guaidó luego de su exitosa gira internacional, realineando el paso con su persona luego de meses de desacuerdos. Antonio Ledezma, político venezolano de amplia experiencia, podría constituirse en un eje para acuerdos de mayor alcance. Entre sus argumentos: “Sin ser inmediatista, la dimensión de la catástrofe humanitaria creada por el chavismo no me permite plantearle el mediano plazo. Venezuela no da para más (…) Esto es una emergencia”.

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Alonso Moleiro | 10 febrero 2020

Antonio Ledezma es uno de los contados dirigentes nacionales del momento que formó parte activa de la política venezolana del siglo XX. En su juventud fue una figura muy cercana a Carlos Andrés Pérez: Un político formado en la escuela de Acción Democrática, que asumió temprano funciones de gobierno en Caracas, y que siempre fue visto como una de las promesas de renovación de los cuadros del partido blanco.

Cada vez que argumenta, Ledezma intercala sus reflexiones con prolíficos recuentos conexos, acompañados con símiles, elaborados con un tono salomónico y endulzado muy propio de los tiempos del consenso democrático

Aunque, tras numerosas mutaciones, Ledezma ha superado con claridad su filiación inicial con Acción Democrática (AD), y de ello hace ya 20 largos años,  hay algo en sus modales y en su talente que recuerdan su pasado conciliador. Pero es una cordialidad con la que nadie debe confundirse: Aunque su partido Alianza Bravo Pueblo, es una organización socialdemócrata, Ledezma es uno de los portavoces por excelencia del sector más intransigente de la disidencia democrática actual frente a Nicolás Maduro.

“Esta gira de Juan Guaidó ha sido un escenario extraordinario para la diáspora, y ese es un acierto. Más que de las críticas, hablemos de la autocrítica. Juan ha reconocido sus errores, ha pedido perdón porque las cosas no han salido”

Antonio Ledezma

Parece haber llegado a un acuerdo básico con Juan Guaidó luego de su exitosa gira internacional, realineando el paso con su persona luego de meses de desacuerdos. Su figura podría constituirse en un eje para acuerdos de mayor alcance, pero él mismo recuerda que la condición primordial de cualquier tentativa es no sucumbir a melindres electorales que no se traduzcan en iniciativas para superar el marasmo actual del país.

-¿Ha pensado Antonio Ledezma que, llegados a un punto decisivo en la pugna con el chavismo, se proceda a hacer unas elecciones antes de que se concrete el “cese de la usurpación”, si con esa concesión se logra avanzar en la agenda de una transición?

-Eso está descartado. No se trata, como dijo alguien en las redes, de “ponerle condiciones a Juan Guaidó”. Las condiciones las puso la propia Asamblea Nacional cuando hizo el Estatuto para la Transición. El propio Juan lo formalizó el 23 de enero del año pasado, cuando asumió el interinato con base en el Artículo 233 de la Constitución, y estableció la ruta del “cese de la usurpación”, un “gobierno de transición” y luego unas “elecciones libres”. En el caso venezolano, he dicho que no estamos ni siquiera ante una dictadura convencional, como la padeció Chile en los  tiempos de Pinochet. El venezolano es un régimen comprobadamente mafioso, vinculado al delito. Hay gente que interpreta las cosas mal, que se empeña en llamar “abstencionistas” a quienes hemos asistido a todas las elecciones, aún sin condiciones totales, por convicción democrática. En 2010 fuimos a unas elecciones parlamentarias: Ganamos en votos y se nos asignaron menos diputados. En 2008 habíamos asistido a las elecciones de gobernadores y alcaldes, y los chavistas tomaron violentamente la Alcaldía Metropolitana, nos arrebataron  todas las competencias. Hemos asistido a todas las elecciones, partiendo en desventaja en todas, aceptando como naturales cosas que no tenemos porqué aceptar. Lo último fue  lo de las elecciones parlamentarias de 2015: Una Asamblea que, cuatro años después de electa, sigue declarada en desacato. Eso es una barbaridad digna de un régimen forajido, que no tiene reparos en desconocer la Constitución que ellos mismos promovieron. Pensar en que hay planteada una salida electoral simplemente porque nos asignen dos rectores en el Consejo Nacional Electoral sería una locura. Creo, además, que eso es lo que piensa Juan Guaidó, lo que está en su agenda, lo hablamos cuando pasó por Madrid en privado.

-Henrique Capriles ha hecho planteamientos sobre la necesidad de participar en las elecciones parlamentarias, de buscar algún evento desencadenante, de incorporar a los sectores populares en el dilema.

-No sería ninguna novedad. Estas tesis fueron impuestas a trancas y barrancas por sectores de la Unidad, contrariando el compromiso moral adquirido 15 días antes, el 16 de julio de 2017, día en el cual se promovió un plebiscito, un pliego presentado a los venezolanos para escoger un camino a la salida de la crisis. La gente, superando todos los obstáculos posibles, acudió masivamente, 8 millones de ciudadanos se pronunciaron, como consta ampliamente. Y entonces el 31 de julio, algunos tomaron la decisión de embarcarse en las elecciones de gobernadores y alcaldes, bajo el argumento de que las encuestas decían que ganaríamos 20 gobernaciones. Habíamos asumido un compromiso con una postura, una consulta a esos millones de venezolanos, y ellos por eso se sintieron burlados. Terminó ocurriendo lo que todos presumíamos: Se verificó un escandaloso fraude. Ya tropezamos con esa piedra, no tiene sentido cometer el mismo error.

-Juan Guaidó ha hablado deliberadamente de “forzar” la transición. ¿Cómo puede hacerlo si no tiene la fuerza para imponerlo al aparato militar y de seguridad del Estado, en manos de Maduro?

-Vimos a Guaidó como un paracaídas que se abrió el año pasado a partir del 23 de enero. Si a ese paracaídas se le rompen las cuerdas, vamos a terminar estrellados todos. Tampoco se trata de idealizarlo, de presentar a Guaidó como un falso Mesías, que con una varita mágica va a hacer cumplir la ley y satisfacer la ansiedad de los venezolanos. No es cierto que no haya habido Unidad. Hubo desacuerdos antes del 23 de enero, que los fuimos minimizando. Algunos factores de la Unidad no estaban de acuerdo con que Guaidó se juramentara como Presidente interino luego de asumir el 233 de la Constitución. Algunos, como Henrique Capriles, lo han reconocido ahora, con honestidad intelectual. A comienzos de 2018, iniciamos unas conversaciones privadas, que se extendieron hasta enero de 2019, en las cuales participaron Julio Borges, María Corina MachadoLeopoldo López y este servidor. El 16 de enero suscribimos un documento conjunto, que por compromiso moral hemos acordado no hacer público. Fuimos a Brasilia, Carlos Vecchio, yo, Julio Borges, Carlos Blanco; luego a Bogotá, donde hablamos con el presidente Iván Duque; con Andrés Pastrana; y con el canciller (para ese momento) Carlos Holmes Trujillo; la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. Luego viajamos a Washington. Se avanzó mucho en muy poco tiempo. Juan (Guaidó) resucitó la calle: Se convirtió en un reloj despertador, que sustituyó los bostezos por la algarabía; se levantó toda esta ventolera internacional, que hizo posible el reconocimiento de 56 gobiernos democráticos del mundo, que no es poca cosa. Costa Rica, Panamá, Alemania, Estados Unidos, Chile, Paraguay. Guaidó logró reunirlos en torno a su figura, a esta estrategia y su columna vertebral, -“cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”-. Lamentablemente, estos lineamientos han sido alterados. Gracias a eso, de la euforia de enero, terminamos en diciembre de 2019 en una atmósfera depresiva.

-¿Dónde estarían los errores que deben ser corregidos?

-Hubo mucho sectarismo. Juan habló de ser el presidente de todos los venezolanos, y terminó siendo la punta de lanza de un sector de la Oposición. Se cometieron errores tácticos, el 23 de febrero de 2019 en Cúcuta; la movida del 30 de abril, que nosotros desconocíamos, que no compartimos. Nos metimos en un proceso de diálogo de cuatro meses muy perjudicial. Como se sabía, como le advertimos a Juan en varias ocasiones, Maduro, como Chávez, usa el diálogo para ganar tiempo, no honra los compromisos. Maduro se burló del Papa; el Cardenal Parolin le hizo un reproche público por no haber cumplido con los puntos acordados para aquella primera tentativa. El último error táctico consistió en reincorporar a los diputados del PSUV a la Asamblea Nacional sin que se diera sobre la base de una operación “ganar-ganar”: Que retomen sus bancadas, pero a cambio de un reconocimiento del Parlamento y el fin de la persecución a los 40 diputados que están en el exilio.

“Pensar en que hay planteada una salida electoral simplemente porque nos asignen dos rectores en el Consejo Nacional Electoral sería una locura”

Antonio Ledezma

-Uno de los problema que tiene frente a si Guaidó es el denominado “fuego amigo”. El debate opositor del momento, particularmente en las redes, entre radicales y moderados,  no es solidario: Es agrio, se presume siempre la mala fe.

-No creo que haya opiniones catalizadas por una u otra tendencia. Hay miles, millones de venezolanos que se expresan a través de las redes -esos que, de forma despectiva, llaman “guerreros del teclado”-, ciudadanos que opinan, que se desahogan. Se ha querido incluso “ningunear” a los que pertenecemos a la diáspora. Fíjate que esta gira de Juan Guaidó ha sido un escenario extraordinario para la diáspora, y ese es un acierto. Más que de las críticas, hablemos de la autocrítica. Juan ha reconocido sus errores, ha pedido perdón porque las cosas no han salido. 

-¿No cree que podría haber un ambiente más constructivo en el liderazgo democrático?

-Hemos venido conversando. A veces no es tanto el qué, sino el cómo. Debe haber mejor comunicación. Nada cuesta hacer el tanteo, que la gente se sienta incorporada. No se trata de cargos, ni mucho menos. A mí se me planteó, en lo personal, ser embajador en la Unión Europea, y no he aceptado. En Soy Venezuela bailamos en grupo, pero cada quién marca su propio paso. María Corina Machado y yo tenemos muy buenas relaciones y una lealtad mutua, pero cada quien tiene su estilo. Antes de reunirme con Guaidó, conversé con ella. Anoté lo que conversamos, procuré ser muy escrupuloso sobre lo que ella me dijo, sobre las inquietudes de la gente que uno recoge en las redes, por teléfono, lo que uno pueda captar en la opinión pública, más allá de las afirmaciones temerarias, fuera de control, que a veces se hacen. Cuando Juan me preguntó por María Corina, le dije: Ella defiende el cumplimiento de la estrategia del 23 de enero del año pasado. Si tu (Guaidó) asumes que no puede haber conversaciones fraudulentas con el chavismo; si tu coincides en que ese régimen amorfo que tenemos en Venezuela ni siquiera es una dictadura, sino una corporación criminal, y concluyes en que solos no podemos, y luego nos acordamos en una estrategia de respetar el estatuto que aprobamos para la transición, y nos acuerpamos con este apoyo internacional, esta extraordinaria concurrencia de gente amiga, aquí estamos para apoyarte. Pero yo le dije a Guaidó que si se llegara a la conclusión de que hay que ir a unas parlamentarias adelantadas porque lo dice la Constitución, y que sólo bastará con que nombremos unos nuevos rectores, dos y dos, más uno “imparcial”, nosotros, por supuesto, no vamos a convalidar eso y estaremos en la acera de enfrente.

-¿No debió ser el Parlamento venezolano defendido?, ¿no hubo sectores en Soy Venezuela que hicieron silencio, que no quebraron lanzas por el rescate del Poder Legislativo, luego del episodio del soborno de Luis Parra y los otros diputados?

-Los diputados han defendido el Parlamento, no ahora, hace mucho, vamos a ser objetivos. Recordemos que la paliza que le dieron los chavistas a María Corina Machado en el Hemiciclo hace unos años; los golpes a Julio Borges; a Américo De Grazia, Ismael García, (Eduardo) Gómez Sigala, el diputado (Franco) Casella; Richard Blanco.

-El país quiere una transición pacífica. ¿Cómo lograr eso?

-Hemos dado demostraciones de estar asistidos por un inocultable y probado talante democrático. La primera medida que ha ofrecido Juan Guaidó fue una Ley de Amnistía. Es una demostración de intenciones del interés por resolver la crisis pacíficamente. La respuesta de Padrino López ante eso fue plomo.   Hemos trabajado unidos en muchos episodios, en casi todos. Hemos sido un ejemplo de organización y superación de conflictos, hemos organizado elecciones primarias, consultas populares a las cuales nos hemos sometido, donde fue a votar muchísima gente. Con ese ánimo logramos la victoria de las parlamentarias en 2015.

“Hemos trabajado unidos en muchos episodios, en casi todos. Hemos sido un ejemplo de organización y superación de conflictos”

Antonio Ledezma

-Ha dicho todo lo que no se debe hacer, ¿qué debe hacerse?

-Lo que ha venido haciendo Juan Guaidó, incrementar la presión. Que esa presión tenga una agenda, la que fue concebida en enero del año pasado, que estamos tratando de realimentar con ese nuevo esfuerzo emprendido. Juan me hizo esa pregunta en la conversación privada que tuvimos. Yo le hablaba de los instrumentos que ya existen, que no han sido imaginados por mí: La Resolución 1373, dictada por la ONU, creando un Plan Global contra el terrorismo internacional; también está la Convención de Palermo, que tiene un gran alcance, una ley asumida por la Organización de las Naciones Unidas, que define en su artículo 2 lo que es una corporación delictual, que comprobadamente funciona en Venezuela.

-¿Cómo está viendo el 2020? El desenlace de esta lucha a veces no parece tan cercano.

-Sin ser inmediatista, la dimensión de la catástrofe humanitaria creada por el chavismo no me permite plantearle el mediano plazo. Venezuela no da para más. Esto es necesario conjurarlo ya. El país se queda sin población; la gente tiene que salir huyendo, diariamente salen 7 mil personas de Venezuela, más de 200 mil en un mes. Venezuela es una cárcel y Nicolás Maduro es su carcelero. En el país no hay ministros sino una agrupación delictual. Esto es una emergencia. Cuando Juan dijo que solos no podemos, y pedimos auxilio, es porque esperamos que se apelen a estos instrumentos, la profundización del TIAR, o este que le hemos sugerido, de la Convención de Palermo.

-Mucha gente opina que una intervención internacional es un escenario de ciencia ficción, que no tiene la menor posibilidad de concretarse.

-Como se ven tantas películas, mucha gente piensa que estos procedimientos son siempre así de cinematográficos. Hay muchas formas de instrumentar una decisión como esa.

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La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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