La diputada Dinorah Figuera Tovar abrazó a Juan Guaidó y se despidió de él antes de que este diera el mitin en la Puerta del Sol, en Madrid, el 26 de enero. «No podía quedarme, tenía que regresar a Valencia, donde vivo. Tenía que estar puntual en el trabajo».
Cómo es que una diputada a la Asamblea Nacional de Venezuela abandona el lugar donde va a ocurrir un evento tan importante para el Parlamento en resistencia, y se va corriendo «para llegar al trabajo». ¿Qué trabajo es ese?
-Cuido a una señora mayor -dice la diputada Figuera Tovar-.
-¿Usted es asistente de enfermería?
-No. Soy médica. Me gradué en 1991, en la Escuela Luis Razetti, de la UCV, donde fui dirigente estudiantil. Y luego hice estudios de especialización en Epidemiología en el Hospital Periférico de Caracas.
-En cualquier caso, usted es diputada.
-Desde el 5 de enero de 2016. Salí electa en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, por Primero Justicia. Y en el periodo anterior, 2010-2015, había sido diputada en la lista por Caracas. De hecho, soy miembro de la Dirección Nacional del Partido Primero Justicia, cuya Secretaría Nacional de Justicia Familiar ejerzo.
-¿Qué hace en Valencia, España, cuidando a una persona mayor?
-Estoy en el exilio. Tengo una historia muy difícil. A mí me arrancaron el alma doblemente, porque no solamente tuve que dejar mi casa, mi país, sino que también perdí a un gran amigo y padrino de mi hija, Fernando Albán. Yo era vocera de su caso, por petición expresa de él. Cuando detienen a Fernando Albán, el 5 de octubre de 2018, él pudo hablar con sus familiares y pidió que habláramos por él tres diputados: José Guerra, Juan Miguel Matheus y yo. A raíz del asesinato de Fernando, tres días después de su detención, el 8 de octubre, encabecé, con otros concejales y dirigentes de Primero Justicia, una manifestación en repudio a ese horrible crimen. Y muy cerca del Sebin de Plaza Venezuela responsabilicé de él a Gustavo González López y a Aldo Lostracco, que tenían responsabilidad en el Sebin, y a Tarek William Saab, el fiscal de Maduro.
«Yo conozco a Tarek William Saab desde hace muchos años, porque yo era de La Causa R y trabajé en la Alcaldía de Caracas cuando el alcalde era Aristóbulo Istúriz. Éramos todos de La Causa R. Por eso, yo tenía su teléfono. Al enterarme de que han detenido a Albán, le escribí a Tarek por WhatsApp para informarlo y pedirle que se movilizara en la salvaguarda de su integridad. Y él me dijo: “Déjame averiguar”. Ese mismo día, los familiares fueron a denunciar en la Fiscalía la desaparición forzada de Fernando y no les permitieron hacer la denuncia. Tarek nunca diligenció ninguna acción para protegerle la vida a Fernando. Después le escribí: “Lo mataron y no hiciste nada”. Nunca me respondió.
«Después, él empezó a amenazarme diciendo en la prensa que las personas que dijeran que Albán había sido asesinado tendría que enfrentar la ley. Y eso es lo que estuve diciendo desde el momento en que me enteré de esa muerte hasta el día de hoy. Si él hubiera acatado con diligencia la denuncia de la detención de Fernando, hoy nuestro compañero estaría vivo. En vez de eso, encubrió los delitos de secuestro, tortura y asesinato».
-Cuatro días más tarde, el 12 de octubre de 2018, usted enfrentó al ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, quien estaba en esos días en Caracas.
-Todo el mundo sabe que cada vez que el nefasto Zapatero hace uno de esos viajes a Caracas, el régimen se desata en sus abusos y en su crueldad. En esa ocasión, Zapatero tuvo el atrevimiento de rechazar unas investigaciones independientes en torno a la muerte del concejal Fernando Albán. “Guárdese”, le dije, “sus miserables opiniones, que en nada benefician a Venezuela y que evidencian su compromiso con la dictadura, usted que cobra inmensas sumas para justificar lo injustificable y lavarle la cara a un régimen acostumbrado a acabar física o moralmente con quienes lo adversen”.
-¿Qué pasó después?
-Con mucha frecuencia, yo tenía al Sebin frente a mi casa, llegaron a poner dos tanquetas del Ejército y siempre fui objeto de persecución y agresión por parte de colectivos. Todo el tiempo recibía amenazas de muerte (estos hechos fueron, por cierto, presentados a la Unión Interparlamentaria Mundial). Pero luego del asesinato de Albán, esto arreció. Un día, recibí una llamada urgente de un compañero diputado que me decía que me fuera inmediatamente para una embajada, porque me estaba buscando el Sebin.
-¿Adónde se fue usted?
-A la Embajada de Francia. Me fui con mi única hija. Estuvimos unos diez días en la Embajada, donde nos trataron muy bien. Estoy muy agradecida. Yo tenía ya pautado un viaje al Reino Unido con varios diputados, así que una madrugada salí de la Embajada y me fui a otra ciudad, donde me recibió una colega diputada. Y así salí del país. Con mucho miedo, claro. Yo salí primero. Mi hija quedó con alguien que la mantuvo escondida hasta que pudo salir. Fui a esa actividad en Londres y de allí me fui a Valencia, España, donde tengo amistades y compañeros militantes de Primero Justicia. Y porque era más barato que Madrid.
-¿Adónde llegó?
-Primero, a casa de amigos. Y luego, cuando mi hija llegó, alquilamos dos habitaciones.
-¿Cómo se mantuvo al principio?, ¿tenía ahorros?
-Ni un dólar. Mi hija me criticaba porque yo no botaba nada. El día que tuve que enconcharme, yo andaba con unos zapaticos viejos y deshilachados. Estaba en una panadería cuando me dijeron que, donde me encontrara, fuera corriendo a esconderme. Y no fui a mi casa porque recordé que a Juan Requesens lo secuestró el régimen porque fue a su casa a hablar con su padre. Cuando estaba en la Embajada escondía los pies, porque me daba pena andar con aquellos zapatos roídos. Yo entré ahí con lo puesto. Llegué a España con unos pocos euros de los viáticos que nos habían dado para estar en Inglaterra.
-¿Encontró ayuda en España?
-Mucha. Yo gradezco inmensamente la solidaridad de las personas que me ayudaron al llegar a Valencia. Individuos y organizaciones como Venezolanos Sin Fronteras, ellos dieron fuerza y vigor a mi espíritu. Los hermanos venezolanos me dieron un gran apoyo. Ha habido una cadena de solidaridad con los venezolanos en el exilio para que sea menos duro.
-¿Cómo se ha mantenido?
-Mi partido me ayudó, mi comadre, y unas ONG que me dieron desde ropa y abrigos, pasando por orientación.
-¿Cómo está su salud?
-Bien. Yo soy sobreviviente de cáncer. Me dio leucemia en 2006. Estuve alejada como un año de la política hasta que me sentí recuperada. Hablé con Julio Borges y le dije que quería volver a mi trabajo en el partido. Yo estaba famélica y sin pelo. Me tenían aislada para no contraer infecciones. Julio me preguntó si estaba segura de que podría hacerle frente a ese trabajón. La política me curó. Mi familia estaba asombrada. Julio me ha enseñado la cara humana y buena de la política.
-¿Cómo se siente haciendo un trabajo muy inferior a su formación?
-Pues muy bien. Me siento bien de tenerlo y poder ganarme la vida. A todos los venezolanos nos ha tocado desempeñar oficios distintos a nuestra profesión. Cuido a una persona mayor mientras hago la homologación de mi título. Lamentablemente, yo no había apostillado mis documentos y cómo logro ahora una apostilla ante el régimen… Pero no me quejo. Me he vinculado con los jubilados y pensionados en el exilio, y he sabido de profesionales que están pasando hambre. Hambre. No es una manera de decir.
-¿Ya usted superó sus dificultades económicas?
-A ver, yo como en un comedor con mi hija, Casa Caridad una organización social. Ahí he coincidido con otros venezolanos, muchos profesionales, por cierto. La ropa de invierno me la dieron en lugares de ayuda. Y no sólo no me avergüenzo, sino que me siento orgullosa, porque alguien cuya vocación es servir, ayudar, debe dejarse ayudar y ver en ello un acto noble. Muchos compañeros militantes de mi partido están igual que yo o peor. España es una buena opción para los venezolanos, porque tienen muchos programas sociales, la Cruz Roja, Caritas, muchas ONG.
«Mi situación en el exilio es muy difícil, pero en Venezuela no lo era menos. A nosotros los diputados no nos pagaban. Y no es que no nos pagaba el régimen, es que no nos pagaba nadie. Y yo no tenía de dónde sacar ingresos. No tengo carro. Tenía una camioneta del año ‘99 y después de que me la destrozaron, en marzo de 2016, dentro del estacionamiento de los parlamentarios en la Asamblea Nacional, nunca quedó igual, hasta que se fundió. Se me dañó la nevera y no tenía cómo pagar la reparación. Hasta que no pudimos pagar la universidad de mi hija, que estudiaba Derecho en la Católica.
«En la Venezuela del chavismo es muy difícil ser una madre sola, venir de un estrato humilde, y además enfrentar la inseguridad ciudadana. Nosotras vivíamos en un apartamento de 45 metros. Ojo, no me estoy victimizando ni me siento víctima. Estoy tratando de describir mi situación en Venezuela, para explicar que nada de lo que enfrento en el exilio me abruma ni me deprime. Mi lucha social era en Catia, porque yo toda la vida viví en Catia. He pasado por situaciones duras en mi vida y he salido. De esta saldré, saldremos».
-¿Piensa volver a Venezuela?
-Yo quiero volver aVenezuela, claro. Mi hermano murió hace dos meses y estoy convencida de que yo hubiera podido salvarlo, porque él murió por falta de atención. Soy luchadora y mujer de fe. Sé que Venezuela va a salir de esta tragedia. Vamos a lograr una unidad nacional, para lograr la libertad de Venezuela por una ruta democrática y pacífica. Y creo que va a ser pronto.