La adultez mayor constituye la última etapa de la vida de los seres humanos quienes somos bebés, niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos medios o contemporáneos y finalmente adultos mayores. Existen un consenso entre los investigadores que alrededor 60 y 70 años se da inicio a la adultez mayor, pero ¿qué caracteriza a los adultos mayores en la modernidad?
Un adulto mayor en la modernidad, a pesar de postular para la jubilación laboral en la mayoría de los países, todavía se siente activo y productivo y muchas son las personas que ejercen sus profesiones a esa edad, a veces con menor carga horaria; y también encontramos muchos que ya se han jubilado. En cuanto a la salud física es normal el deterioro paulatino del funcionamiento del cuerpo y todos los sentidos, existiendo grandes diferencias entre las personas por razones genéticas y por el estilo de vida mantenido a lo largo del ciclo vital. Generalmente, si han tenido descendencia, son abuelos y en diferentes estudios se señala que las fortalezas ligadas a la sabiduría y la transcendencia son las más desarrolladas, debido a todas las experiencias vividas. En su vida relacional, con mucha frecuencia prefieren la convivencia con grupos íntimos generalmente coordinado con los miembros de la familia y amigos muy allegados; aunque en este punto, características de personalidad como la extraversión, la estabilidad emocional, aficiones, pasiones desarrolladas y el ejercicio, juegan un papel mediador.
¿Qué sucede con los adultos mayores de la familia cuando ocurren procesos migratorios?
La respuesta más generalizada de los adultos mayores ante la propuesta migratoria, generalmente liderada por los hijos o por los nietos, es la de no querer moverse de la tierra donde han nacido o vivido gran parte de su vida; porque la sienten como su hogar, porque ya tienen una rutina establecida en sus hogares y en el funcionamiento de su vida. Sobre todo si viven en forma autónoma, la seguridad y la tranquilidad de lo conocido los hace siempre querer quedarse. Los adultos mayores que viven con sus descendientes y ya tienen rutinas integradas con éstos, a pesar de querer quedarse para mantener sus rutinas y el funcionamiento en general que les da seguridad, están más habituados a acoplarse a las decisiones tomadas por las familias a las cuales están integrados.
Dependiendo de la particularidad de cada adulto mayor, o si es el caso, de las parejas de adultos mayores, los hijos o familiares más cercanos deben iniciar un proceso de negociación con ellos referente a su migración y las adaptaciones necesarias en el lugar de acogida, o en la estancia en su hogar con los apoyos requeridos.
Los comentarios que con mayor frecuencia escuchamos en referencia a los adultos mayores de nuestras familias son: De parte de los hijos: “… no les hemos dicho la verdad, pero nos los trajimos diciéndoles creer que venían una temporada o para ver a sus nietos y les hemos continuado mintiendo para que se queden, pero no les hemos dicho que no los vamos a dejar regresar”. De parte de los adultos mayores: “… nos tienen secuestrados”, “… nosotros no nos queremos quedar”, “… allá no queremos estar”, “… nosotros no queremos molestar”.
Cada adulto mayor es un caso particular, además de serlo también cada una de las familias a las cuales pertenece. Lo es porque tiene unas características físicas, psicológicas, sociales y trascendentales que lo hacen único, en consecuencia y combinación con las actividades que normalmente incluyen en su rutina. De esta manera, si los miembros de su familia extendida que le brindaban compañía, soporte, afecto y apoyo para la resolución de diferentes situaciones, toman la decisión de migrar, o ya han migrado, y sienten que no pueden, a distancia, ocuparse de ellos en sus diferentes necesidades, o generan preocupación por la atención en su salud, su seguridad o su autonomía, debería iniciar un proceso de negociación que parta, por un lado del profundo conocimiento de la persona y sus necesidades; y por el otro de la posibilidad de proveerle los cuidados necesarios. Así, aspectos referentes al cuidado de la salud, el mantenimiento de una rutina, de su mundo relacional, de mantener o incluir actividades en su nueva rutina que sean importantes para ellos e involucrarlos en la dinámica familiar, deben ser considerados.
No todos los casos son iguales ni pueden ser atendidos de la misma manera, por lo que se hace indispensable considerar cada particularidad respecto al estado de salud integral de la persona y las condiciones del lugar de acogida versus la opción de quedarse en el país de origen.
Considerando la complejidad que cada situación plantea en referencia al propio adulto mayor y los recursos personales , económicos y relacionales con los que cuentan los miembros de la familia, la invitación es a generar procesos de profundo conocimiento de nuestros viejos y sus necesidades; e iniciar con ellos un proceso de negociación donde procuremos invitarlos a buscar juntos espacios que les permitan sentir que pueden mantener una rutina, y preservar los lazos relacionales que les alimentan su sentido de la vida.
Conocer sobre lo que nos pasa, elaborarlo como un “proceso normal” y paralelamente identificar y utilizar nuestros recursos personales, las redes sociales de apoyo, las posibilidades de integración social, el mejoramiento paulatino de las condiciones de vida y redimensionar las condiciones dejadas atrás… serán los antídotos que nos ayudarán a cuidar a nuestros viejos paralelamente a lo que significa superar el duelo migratorio y el “no parar de llorar si soy un migrante”, así como lo dijimos en nuestro primer artículo para La Gran Aldea.