Sin distingo alguno, los venezolanos huyen de su país por falta de medicinas, comida y pérdida del poder adquisitivo, intentando alcanzar mejores condiciones de vida. En su búsqueda 4,5 millones de venezolanos se han esparcido por el mundo, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La mayor preocupación es que estos números podrían llegar a 5 millones al cierre de año y duplicarse en 2020 de no existir una solución al conflicto interno.
El tal su dimensión que el éxodo de venezolanos está impactando de distintas formas en los países receptores, sobre todo porque no estaban preparados para la avalancha migratoria.
Las condiciones precarias en las que llegan los venezolanos suponen destinar recursos que no estaban presupuestados para atender sus necesidades básicas. Contemplan además la adopción de políticas públicas, lo que requiere necesariamente de la ayuda de la comunidad internacional.
“El principal problema que enfrentan los venezolanos que están saliendo actualmente del país es que no llevan capital para sostenerse en el país al que eligieron como destino. Ellos necesitan vestirse, comer, continuar la escuela en algunos casos, y todo esto genera una carga grande para los Estados”, señala la internacionalista Giovanna De Michele.
Sostiene que este fenómeno viene ocurriendo con mayor énfasis desde hace un par de años, cuando comenzó a registrarse una migración de ciudadanos sin mayor preparación académica ni recursos económicos, a diferencia de lo que ocurría en el pasado.
Según ACNUR, “la capacidad y los recursos de las comunidades de acogida están alcanzando un punto crítico. Se necesita más apoyo internacional para ayudar a los refugiados y migrantes venezolanos”.
La ONU había solicitado 738 millones de dólares para ayudar a los países receptores de venezolanos en 2019, aunque sin alcanzar la respuesta esperada.
La dimensión de la crisis ha escalado el contexto global a tal punto que varios países anunciaron nuevas donaciones para apoyar a los países receptores de los migrantes y refugiados venezolanos, en el marco de la Conferencia Solidaria con Venezuela que se celebró el 28 y 29 de octubre en Bruselas.
Se trató de un esfuerzo conjunto de la Unión Europea, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi; el director General de la Organización Internacional para las Migraciones, António Vitorino; y el Representante Especial Conjunto de ACNUR/OIM para los refugiados y migrantes venezolanos, Eduardo Stein; con el propósito de coordinar acciones y solicitar una mayor cooperación internacional, técnica y financiera, para el caso venezolano.
La actividad, a la que acudieron más de 500 participantes, concluyó con una recaudación de 150 millones de euros, adicionales a los 30 millones de euros que ya habían destinado las instituciones de la Unión Europea, para hacer frente a la crisis.
“Estos encuentros no sólo buscan mitigar los gastos de los Estados receptores tras recibir una población con muchas necesidades (médicas, vivienda, educación y trabajo), sino además pone sobre la mesa la incapacidad de Nicolás Maduro para satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos y la reiterada violación de los Derechos Humanos”, resalta la internacionalista.
La reunión de Europa no fue bien vista por la administración de Nicolás Maduro. Para su canciller, Jorge Arreaza, son “hipócritas” los acuerdos de ayuda económica y recordó que a esos países “no les interesa el pueblo venezolano”.
Lo cierto es, asegura De Michele, que el tema de debate es hasta qué punto los países deben asimilar la migración venezolana de forma casi permanente, inclusive hasta qué punto pueden ayudar económicamente a paliar la crisis. A su juicio, la ayuda económica no es una solución sostenible para la comunidad internacional, sobre todo porque los migrantes venezolanos no son los únicos. “En España, por ejemplo, se enfrentan a la avalancha de ciudadanos de origen africano que también demandan acciones urgentes”.
Coincide con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, quien abogó por una labor política para resolver la crisis. “La solución a la situación parte de la superación de los problemas internos de Venezuela. Si no se logra una solución interna, la precariedad será mayor”, advirtió.
En paralelo, los gobiernos centran su preocupación en cómo integrar las diferencias culturales, para contrarrestar los brotes de xenofobia; cómo regularizar el éxodo para evitar el colapso, y cómo insertar a los venezolanos en la economía y en los mecanismos de protección social. Esta es una labor que no se detiene, como tampoco lo hace el flujo de emigrantes venezolanos.